17.

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— ¡Cállate weon! —exclamo con elegancia mientras mato mentalmente al sacowea de Felipe.

Sip, estoy enojada. Es el mismo que notificó al liceo completo que había besado a Amaya.

 ¿Quién no se enojaría con eso? Maldito patán.

Llevaba cerca de cinco minutos riendo sin parar de mí y mi ridículo intento de sacar mi libro y el de Antonella del ahora volteado, casillero.

¡Estaba patas arriba, maldita sea!

Una carcajada hace que me desconcentre y acabo golpeándome la oreja con la puerta que se venía sobre mí cada cierta cantidad de segundos.

— ¡Si no te callas te castro! —grito furiosa y un relámpago ilumina todo desde el fondo del pasillo. Lo ignoro y continúo fulminando con la mirada al sujeto. —Te lo advierto, —amenazo y el fuerte trueno rompe una vez finalizada mi frase.

Okey, eso dio miedo.

Con ojos de plato, Felipe asiente lentamente y desaparece en el pasillo, no sin antes decirme que lo sentía.

¡Jajá! Nadie puede con el poder de ¡Aleka Broccia!
Ah, excepto la sucia enfermera. Pero fue solo porque traía anestesia y eso es trampa.

Con un fuerte bufido acomodo los libros contra mi pecho y me aseguro de cerrar bien el candado, una vez todo listo giro sobre mis talones y me dirijo de vuelta al salón, pero un papel en el pizarrón de noticias llama mi atención.

"Alumnos 4to medio B:
Les recuerdo traer mañana la autorización entregada el pasado día miércoles, sin ella no podrán salir del establecimiento y, por lo tanto, realizar la actividad evaluada.
Atte. Su profesor jefe."

¿Autorización? ¿De qué mierda me perdí ahora y cómo es que nadie me dijo nada?
Ah, ¿Por qué me persigue la desgracia?

¡Ale! —La dulce voz de Antonella suena detrás de mí. Rápidamente me giro. —Pensé que te había ocurrido algo.

La miré de reojo elevando una ceja.

— ¿Qué tan yeta me crees? —digo sin expresión alguna.

En el momento deja de caminar, inclina un poco la cabeza a un lado y sonríe elevando su ceja izquierda.

— ¿Qué te pasó? —pregunta cruzándose de brazos.

—Nada.

La observo inexpresiva unos segundos, cambia de ceja.

Una sonrisa intenta salir de mí. Estoy nerviosa. Ella continúa quieta frente a mí.

Miro a ambos lados fingiendo desinterés. Y ella confirma que el nada es más falso que el color de mi cabello

Cruzo mis brazos sobre mi pecho, y no puedo más.

Un fuerte suspiro sale desde lo más profundo de mi ser, mis brazos caen rendidos a ambos lados sujetando con firmeza los libros y siento como el mundo se me viene encima.

— ¿Qué quieres que diga? —Suspiro. —El resfriado parece no querer abandonarme, creo que mis notas bajan, sigo firme en que Amaya intenta liquidarme, la enfermera loca trabaja aquí ahora, el casillero está dado vuelta, no tengo la puta autorización para quien sabe que y... No sé que hice, simplemente ya no me habla.

—Ale, son solo cosas pasajeras.

Intenta consolarme mientras me rodea en un abrazo, pero otra desgarradora confesión —que no debía decir pero dije de todos modos— escapa sin pasar por algún filtro en mi mente.

estúpida, pero con estilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora