7.

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El sol recién hacía su aparición por completo y contagiosos bostezos se oían a lo largo del pasillo. Mi mochila estaba más liviana de lo común y las ganas de comerme mi colación antes de tiempo me tentaban como todos los días.

Por fin el profesor llega a abrir la puerta; de mediana estatura, con lentes, delgado y una peculiar calva. Usaba su abrigo de siempre y como en veces anteriores, saludó con alguna frase extraña.

—Entren, entren, esta prisión me divierte tanto como a ustedes. Señorita Broccia, no tan rápido. Irá a inspectoría —dice alcanzándome justo cuando entraba al salón.
— ¿Qué? ¿Por qué? —respondo confundida.
—Usted debe la evaluación de hace unos días.
—Pero... pero si...

Rayos.

Ya, —insiste— mientras más demore menos tiempo tendrá.
—Puta oh —murmuro y tomo mi mochila de vuelta, todo mientras la Anto ríe desde su lugar. — ¿Dónde...?
—Inspectoría, ya le dije.

Doy media vuelta y camino al pasillo, me esperaba un largo día.

Avanzo a paso lento hasta el hall, la oficina me esperaba allí, tan fría y aburrida como cada vez que entraba en ella, no era la primera vez que faltaba por evitar evaluaciones.

Abrí la gran puerta y me encontré con un señor de baja estatura que sonreía alegremente, el director. Lo miré algunos segundos y pase directo a la oficina de atrasos, allí es donde me habían tomado exámenes anteriores pero no había nada. Lo que es nada, ni si quiera una mesa, silla o cojín, nada.

—Broccia, por aquí —dice una mujer relativamente joven tomando mi hombro con delicadeza, gire a verla asustada, no la había visto jamás y me había aterrado que supiera mi nombre, pero luego de unos segundos descubrí qué hacia allí y por qué sabía mi nombre. Era la nueva inspectora, Darcy era su nombre, su apellido vaya a saberse cual era.

Lentamente asentí y la seguí hasta lo que supuse era su oficina, una silla me esperaba y junto a ella otra mesa y silla con alguien sentado en ella, alguien a quién sin duda reconocería en cualquier lugar.

— ¿Feño? —pregunto nerviosa mientras me siento.
—Ale —responde quitando la atención de la hoja frente a él, sonriéndome y provocando que mis mejillas se sonrojaran y una estúpida sonrisa apareciera en mi rostro.
—Okey, —interrumpe la mujer frente a nosotros— Aleka, este es el examen, tienes dos horas desde ahora ¿Necesitas ayuda para llenar los datos? —niego— Está bien. Recuerda responder a consciencia, no es un juego.

Dicho esto toma algunos papeles y camina hacia la puerta sin preocuparse por dejar a dos alumnos rindiendo unos exámenes juntos en lo que posiblemente podrían copiarse.

— ¿No se quedará? —murmuro una vez la puerta cerrada.
—No sé, yo he estado solo bastante rato —se encoge de hombros.

Guardo silencio algunos segundos y saco un lápiz para llenar mis datos de identificación.

No podía concentrarme, el reloj en la pared marcaba cada segundo y los números en la hoja frente a mi parecían bailar.

No sabes nada. —Mi conciencia hace su aparición de nuevo.

Miro de reojo la hoja de respuestas del Fernando pero no sirve de nada. Mi examen era de matemáticas, el de él de lenguaje.

Con razón no le importó tanto dejarnos. Y para variar me tocó a mí la más difícil.

(...)

— ¿Y qué harás ahora? —Antonella me miraba curiosa junto al Valentín y Sarah.
—Responder, responder y responder. Gracias a Dios me dejaron venir a desayunar.
— ¿Y estás sola? —dice Sarah tranquilamente.
—Nopi.
— ¿No?
—El Feño anda ahí igual —finjo desinterés.
—Pero si él vino ese día —dice Valentín.
— ¿Cómo, cómo? —pregunto.
—Si, él fue el que preguntó por la fecha como diez veces —Sarah hace una mueca. — Además me tiro el pelo un montón de veces.
— ¿Se sentó atrás tuyo?
—Si, no, casi, no sé cómo nos ordenaron pero quedo al lado mío.
—Ah. —Mis mejillas comienzan a arder de pronto y un codazo en mi pecho hace que me retuerza dando un paso atrás. — ¡Ah! Antonella, me terminará dando algo, deja de darme codazos. —Me quejo y comprendo por qué me había golpeado.

estúpida, pero con estilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora