16.

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La anestesia por fin dejaba de surtir efecto en mí y de a poco comencé a estar consciente de mi nuevo estado. Mi pie izquierdo permanecía atado al marco de la cama y un papel con "paciente peligrosa" escrito en él se mantenía pegado con cinta adhesiva al pizarrón a mi espalda.

Un gruñido salió desde lo profundo de mi interior seguido de un cansado suspiro. Giré a la ventana a mi lado, desde aquí veía la entrada del hospital.

Me quedé quieta observando a la gente entrar y salir del edificio hasta que algo vibro en mí. Mi estómago, y no vibró, se estremeció al descubrir que no había comida en él.

— ¡Hambre! —La peor palabra del mundo hizo eco por la habitación, cinco minutos más tarde una enfermera llegó con una bandeja con bocadillos de hospital.

Bueno. A falta de pan, buenas son las tortas dice mi tía.

Con el dolor de mi corazón, comí todo como una salvaje llegando, incluso, a lamer el pequeño potecito con mermelada.

— ¿Mi mamá? —Miré a la enfermera con seriedad, había algo raro en ella.

—Ella fue a casa, volverá mañana cuando te den el alta.

¿Me dejó? Madre desnaturalizada, me indigna. Deshonor, deshonor y deshonra sobre toda la familia. Gracias mamá, ahora nadie querrá desposarme y moriré en una madriguera rodeada de comadrejas que se comerán mis huesitos-. Ay, ya empecé con el cuento.

Volviendo a la realidad asentí en dirección a la enfermera y dejé salir un bufido. Entonces todo cobró sentido.

Ella se me hacía rara porque la había visto en otra parte. ¡Ay Jesús! ¡Es la que me anestesió!

Vil rata salvaje.

— ¡Hija de Snow! —chillé.

Ella me miró confundida. — ¿Perdón?

—No, nada de perdón aquí —respondí en tono burlón. —Eres la loca que se escondía con la anestesia a mi lado.

— ¿Loca? ¿Yo? —apunto su dedo índice contra su pecho, acto seguido soltó una risa sarcástica.

—Pues claro que tú, enfermera de cuarta —chasqueé los dedos para darle drama al momento.

—Mira niñita. Quien intentó ahorcar a su mejor amigo fuiste tú, y quien se intentó lanzar sobre su hermana para Dios sepa que cosa, fuiste tú. No me llames loca.

Me miró con un mal intento de superioridad. Solo alcé una ceja.

—Solo quédate tranquila mocos-¡ah!

El silencio reinó de nuevo. Yo permanecía sonriendo victoriosa mientras ahogaba las ganas de reír a carcajadas.

—Eres una malcriada —escupió ella sacando el trozo de pan con mermelada que colgaba de su cabello.

— ¿Por qué malcriada? —una voz risueña se hizo notar desde la puerta. Ni mierda idea de quien era.

—Lo siento, pero solo familiares pueden hacer visitas —La loca volvía a su tono tranquilo de siempre.

—Lo sé, pero creí que me dejarían por ser su novio.

¡¿Su qué?! Digo, ¡¿mi qué?! Que yo sepa Fernando aún no acepta que me ama en secreto.

— ¿Su novio? —Juro haber oído decepción en la voz de la enfermera. —Supongo que si sirve, pasa.

Me dio una última mirada amenazadora y salió dejándome sola con el extraño a la vuelta de la esquina, la cansadora vuelta que debía caminar para entrar al baño.

estúpida, pero con estilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora