25.

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Hoy es mi último día aquí. Mis maletas están listas y me preparo para mi última entrega: galletas.

Aparentemente se está celebrando un cumpleaños en el pueblo y de camino al puesto de mi abuelo pasaré a entregarlas.

Si logro llegar sin sacar ni una sola pienso que seré la chica con más fuerza de voluntad en el mundo. Tomando en cuenta que amo las galletas casi tanto como a Fernan-zayn, casi tanto como a Zayn, si, eso.
¡Superalo! Amas a Fernando.
¡Nunca!
¡Basta!, me cansé de tus weás. Siempre en negación, por qué no solo lo aceptas y...

—... la frutería.

Miré a mi abuelo confundida. —¿Qué?

—Que es a cinco calles de la frutería, —apunto detrás mío —por allí. Yo te esperaré aquí.

—Ah. Okey.

Pestañee un par de veces y, con la mirada aún perdida, seguí las instrucciones de mi abuelo.

El camino no era largo, o eso pensé. Pasados unos segundos ya me encontraba fuera de la casa de la fiesta. Apostaría mi vida a que era una infantil porque la inconfundible voz de Violetta se oía desde la calle.

En mis tiempos se escuchaba Hannah Montana. You get the best of both worlds, ñañañi ñañaña, la la la la la la. Bueno quizás nunca me la aprendí bien.
Puedo notarlo.
¡Vete de aquí! Haces que parezca esquizofrénica.

Con nada de cuidado, toqué la puerta, el canasto de galletas firme en mi mano libre. Esperé algunos segundos y por fin alguien abrió.

—¡Ah! ¡Conejo, psicópata asesino! —chillo con una mueca.

Él no hace nada, en cambio, solo sacude su mano saludando con simpatía y toma el canasto de mis manos. Examina el contenido y, luego de sacarse uno de sus felpudos guantes, toma una galleta y la deja en mi mano.

Me da unas palmaditas en el hombro, y da media vuelta.

Eso fue raro. Espeluznantemente raro.
¡¿Qué demonios fue eso?!

Aturdida y confundida, giré sobre mis talones y me dirigí donde mi abuelo había acordado. Estoy segura de que el maldito conejo se agarraba el estómago de la risa.

Bastardirijillo.

El camino de vuelta a casa fue rápido, no hablé mucho, en lugar de eso solo oí las anécdotas de mi abuelo, de las cuales mitad eran verdad y mitad eran cuentos.

estúpida, pero con estilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora