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Aquí me encontraba de nuevo; sobre una camilla observando las blancas paredes que me rodeaban. 

Para mi suerte logré quitarme el disfraz a tiempo para seguir contando mi vida, acabando con quemaduras leves en mi estómago y manos, claro, además de los moretones y raspones en mis piernas que quedaron tras rodar, arrastrarme y frotarme sobre el duro cemento sobre el cual me encontraba.

Mis rodillas aun ardían y ni hablar de mis manos.

Pasados unos segundos de espera, por fin el doctor volvió a hacer su aparición en la habitación, nos sonrió a mamá y a mi con cansancio y extendió un papel en mi dirección. Varios días de reposo y algunos medicamentos además de una olorosa pomada, eso fue lo que recetó.

Me puse de pie y, luego de oir algunas preguntas por parte de mamá al doctor, salí de allí para volver a casa.

Luego de mi accidente la fiesta acabó para mí y tuve que dejar a Kat mientras Fernando me llevaba al hospital, nos encontraríamos ahí con mamá.

Volví a dar una mirada al papel, ni puta idea de que decía, suspiré y subi la mirada; Fernando esperaba en la entrada.

Buta que es lindo este cabro. Me mando una cagada tras otra y sigue siendo tiernucho.

—¿Qué te dijo? ¿Es mucho? —se apresuró a decir.

Negué lentamente. —Sólo reposo y algunas pócimas demoniacas —hice un intento de risa.

—Ojalá te mejores pronto —agregó.

Mamá puso su mano sobre el hombro de Fernando. —Gracias por traer a mi hija —dijo con suavidad, él sonrió y pude ver a sus hoyuelos entrar en acción.

¡Oh, Jesús, me gustas! ¿Cuándo será el día en que te lo dig... ah, ya lo hice. Bueno, ¿cuándo será el dia en que te lo diga sobria?

—De nada —fue todo lo que dijo, no pudo agregar más.

De la nada misma, papá apareció con su rostro deformado por la preocupación. Se acercó a mí y poniendo ambas manos en mi rostro registró cada milimetro de mi cara.

—¿Estás bien, hija? Tessa me dijo lo que pasó y vine en cuanto pude.

—¿Qué haces tú aquí, Leon? —mamá lo interrumpió separandolo de un tirón de mi lado.

La miró retadoramente al tiempo que el chico a mi lado y yo compartíamos una mirada confundida.

—Vine a ver a mi hija, ¿qué otra cosa haría aquí?

Mamá solto un suspiro, desparramando sarcasmo por doquier.  —Si claro, vine a ver a mi hija, ¿Qué otra cosa haría aqui? —repitió con voz burlona. —Dejas a tus hijas por años y luego vienes a hacerte el héroe que las salva del infierno.

Esto no llegaría a nada bueno. Bajé la mirada, estaba avergonzada por la escena que Fernando apreciaba. Mamá seguía hablando, elevando cada vez más la voz mientras papá asentía con una sonrisa; él quería hacerla enojar.

Giré en dirección a mi compañero. —Lo siento —susurré apenada.

Él sonrió con delicadeza y puso lentamente una de sus manos en mi brazo pseudo-abrazándome, por mi lado yo solo apoyé mi cabeza en su hombro.

—¿Me llevarias a casa? —murmuré despacio.

—¿Y tus padres?  —respondió jugando con mi cabello; si no fuera porque mis padres discutían en este momento Fernando ya estaría tres metros bajo tierra.

estúpida, pero con estilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora