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La famosa fiesta será pasado mañana y mi sexto sentido dice que me llevarán a patadas a ella, porque no pienso ir por mi propia cuenta. Debo inventar una excusa pronto; mi brazo no es suficiente.

—Mami, me siento mal.

Mentira. Hoy irán los de una editorial a ver cómo ha ido el avance con sus libros pues prueban una nueva versión en nuestro liceo, para ser más detallista, en mi curso. Asique tendremos que rendir un examen hoy y no quiero ir. El día más aburrido de la historia y estoy dispuesta a perdérmelo.

— ¿Cómo? —responde desde el pasillo.
—Creo que tengo fiebre. Me arde la cabeza —digo quejándome, con una mano en mi frente desde hace casi media hora.
—A ver. —Entra a la habitación con un termómetro que luego deja bajo mi axila.

Yo sonreía victoriosa mientras mi mamá buscaba algún medicamento, en eso Tessa entra a mi habitación e ignorando mi cara de felicidad se pone de rodillas y busca bajo la cama.

—Como lo supuse. —Sube la mirada con un termo con agua caliente en su mano. —No puedo creer que mi mamá se la haya creído, ¿los pusiste en tu frente y luego bajo tu alita de pollo? -La miré frunciendo el ceño.
—Teresita, el dinero está en el primer cajón de mi ropero. Tómalo y ten como pagado tu silencio.
—Fue un placer negociar contigo —dice satisfecha poniéndose de pie y dirigiéndose a sacar el dinero.
— ¿Negocios de qué? —interrumpe mamá.

Oh, truenos.

—Nada mamá, es que le dirá a las chicas algo por mí. —Mis mejillas se prenden y Tessa me mira con ojos de plato llevando su mirada de mamá a mí y viceversa. —Recuerda que Sarah es la de pelo claro.
—Ah, okey no lo olvidaré. Adiós mami.

Se escurre entre mamá y la pared y sale con un portazo; yo solo miro a mamá y me encojo de hombros.

Una pastilla pequeña y otra del porte de un botón, pero de uno del porte de la uña de mi pulgar. No podía solo botarlas, mamá me miró fijamente mientras las tomaba, de seguro sospechaba que fingía y quería asegurarse.

Pronto ella tuvo que ir a su trabajo y dejar a la Anto y Kat en su colegio, quedé sola y por fin podía levantarme. Preparé cereal con yogurt y me senté en el sofá a ver televisión, estaban pasando Los juegos del hambre y me quedé viéndola. Díganme, ¿quién se resiste a Jen Lawrence?

Y a Peeta, grr. El panadero es mío.

El silencio y la tranquilidad me acompañaron hasta cerca de las una y cuarto, las cucarachas llegarían de clases y todo volvería a ser una selva pero no me importó, valió la pena faltar al liceo.

(...)

No puedo creer que me encuentre en esta situación, llevo cuatro años y ninguna de mis amigas, incluido el Tintin, sabe nada de mi pasado.

¿Tan reservada soy?

No entiendo, y ni siquiera se les ocurrió preguntar dónde estuve luego de desaparecer y reaparecer, de donde rayos es mi apellido o porqué nunca hablo de mi papá; que debe de estar gozando en Europa.

— ¿Tú? ¿Italiana? —Antonella me mira incrédula algunos segundos y luego estalla en risa, es misma delicada risa que se escucha a cinco calles.

Solo la fulmino con la mirada.

— ¿Terminaste?
—No, espera. —Levanta la mano y suelta otra carcajada. — ¿De verdad?
—Si po.
—A ver, habla como Mario —dice a lo que respondo con una mueca. —Ya, perdón, es que hay varios apellidos extraños, por ejemplo... -Mira alrededor en busca de ejemplos. -El Feño po, y ni siquiera me acuerdo de cómo era.
—Viene de otro país po, tonta. Lo dijo cuando llegó y tuvo su momento de fama por eso.
—Ah, verdad. ¿Y qué tal-?
La interrumpí. —No seas mala y ya déjalo, tampoco es tan importante.
—Algún día me contarás tu pasado oscuro.
—Quizáh.
—Pero no hoy, otro día.
—Ah bue —resople y volví mi mirada al libro sobre la mesa.

estúpida, pero con estilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora