28.

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Mi mente daba vueltas, ¡por fin los iba a conocer! Repasé mentalmente todo lo que iba a llevar para asegurarme de no olvidar nada. Estaba todo en orden, según yo.

Emití un chillido-mujido y giré hasta quedar frente al espejo.

Por la virgen, Zayn, ¡podras admitir que eres mi marido!
La vida no podría ser mejor.
A menos que Amaya muriera.
Nah, en este momento no me molesta su existencia.

Una risa chillona sonó desde el patio delantero. Dejando mis pensamientos de lado, me asomé con poco disimulo a la ventana.

Amaya llenaba de besos a Fernando por todo el rostro soltando chillidos de vez en cuando, los chicos parecían no notarlo mientras subían el equipo a su camioneta.

¿Y no se habian dado un tiempo?
Pff, parejas, quién las entiende.

Di una mueca de desagrado ante la escena de Fernando y Amaya y observé mi bolso con emoción.

Por fin.

Entonces, una revelación apareció frente a mis ojos. Sobre la pared, la foto de mi último verano reía de mi mala suerte. Al momento de la foto, un lobo marino me estornudó encima dejándome bañada en mocos y flemas.

¿Por qué mierda tengo esa foto ahí?

Dejando la foto bajo la cama me di cuenta de lo obvio. Soy yeta y eso podría arruinar por completo mi reunión con mis novios perdidos.

—¡Ya sé! —grité provocando que Scott salte en su lugar—. Que comience el juego.

¡Guia para no arruinar lo que podría ser el mejor día de mi vida!

Terrible nombre para algo así, pero lo digo ahora y lo diré siempre: Soy pésima con los nombres.

En ese momento apareció mamá junto a Benjamín en la puerta, había llegado el momento de partir.

Regla número 1: Asegurate de no olvidar nada.

Dos horas de viaje y una duda afloró en mi mente. ¿Tenía la memoria extra para la cámara?

Era obvio que sacaría chorrocientas fotos y para ello necesitaba mucha memoria.

De inmediato busqué el bolso donde la cámara se mantenía a salvo y donde, supuestamente, también estaba la memoria extra.

Busqué en cada bolsillo, dos, tres veces. Nada. Sentí como mi estómago comenzó a comprimirse y el pánico se apoderó de mi.

—¿Estás bien? —Fernando tocó mi hombro.

Mi mandíbula comenzó a temblar y, con una mueca, volteé en dirección a él balbuceando.

—Se- se-. Se meque-. Se me quedó la memo-ria. ¡La memoria! Por el Ángel, la olvidé —. Rodeada en mis propios brazos, me acomodé en posición fetal negando y susurrando en voz baja—: Que tonta. Que tonta. Que tonta. Que tonta.

Michael intentó calmarme rodeandome en sus brazos, lo cual fue reconfortante pero no lo suficiente.

—¿Y la cámara no trae una? —Nathan interrumpió mi ataque de pánico.

Claro, la cámara traía una, duh.

Volviendo a cobrar el sentido revise la cámara para, efectivamente, encontrar una memoria allí; llena. Vacaciones, paseos, viajes y presentaciones, no quedaba espacio para más.

¡A la mierda, One Direction lo vale!

Opciones, borrar todo, aceptar. Una risa demoniaca escapo desde lo profundo de mi ser hasta ser apagada por Benjamín.

estúpida, pero con estilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora