BONUS 2

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Uriel no sabía que era lo que hacia. Sabía que estaba mal. Pero no era capaz de detenerse.

Lizzy era una criatura maravillosa e increíble. Incluso molesta, se atrevía a decir que rivalizaba con su expresión risueña.

Uriel se  alejo de sus labios, no debía hacer esto, lo sabía. Cuando pudo ver su rostro hermoso; sus ojos cerrados, su preciosa nariz, sus labios rosados... muchas veces les habia preguntado a los humanos ¿qué es el amor? Y aunque las respuestas eran tan variadas e inimaginables. Todas convergian en una cosa; te hacía la persona más feliz del planeta.

Cuando estaba a punto de soltar a Lizzy para dejarla sobre el suelo, ella saco sus manos de entre sus cuerpos y las llevo hacia la parte posterior de su cuello, acariciando el nacimiento del cabello.

Esa caricia se sentía cálida, reconfortante, placentera. Y sobre cualquier cosa en el mundo no quería que eso acabará nunca. Habia tantas sensaciones cálidas en su interior.

Con temor a ser un blasfemo, la única sensación más poderosa que habia sentido hasta ese momento era la de estar en presencia de Dios. Esa no podia superarse por nada.

Pero que los seres humanos fueran capaces de sentir tales... sensaciones. Eran tan afortunados.

Los labios de Lizzy se abrieron un poco y derepente sintio algo cálido y húmedo tocando su labio superior...

Que extraño...

Más extraño aún, fue la reacción de su cuerpo. Sintio como si un millon de hormigas recorrieran todo su cuerpo y se sentía muy... bien. Más que bien.

Uriel abrió los ojos para ver el rostro de Lizzy y en el instante en que sus labios se separaron un instante para volver a unirlos desde otra posición, él vio un atisbo de su lengua, para un instante después sentirla invadiendo su boca.

De la impresión Uriel hizo un sonido trémulo que no hizo que Lizzy se detuviera, al contrario, le dio un aliciente.

Lizzy se volvió más atrevida haciendo rodar su lengua con la de él, pero Uriel se sentía tan pesado y a la vez liviano. Se sentía totalmente atontado y no pudo reaccionar.

Ella estaba haciendo algo completamente inapropiado, pero increiblemente placentero.

Lizzy se apartó lentamente de Uriel. Sonríendo. Una sonrisa hecha totalmente para hacer olvidar lo ilícito de algunos actos.

Ahora sabia lo que era la tentación, un poco de desenfreno y entendía como los humanos caían en muchos excesos. Y también admiraba a los que no, tenían que tener un gran autocontrol.

- Uriel.. - escucharon la campaña de salida.

- Déjame  acompañarte a tu casa.

- Está bien.

(...)

Uriel y Lizzy hicieron el camino a casa de Lizzy en silencio y jugando con sus dedos. Para Uriel esto era un momento perfecto. No sabía que significaba eso, sólo sabía como se sentía.

Llegaron a la casa y antes que pudiera decir nada,Lizzy, estando dos escalones por encima de él, se abalanzó sobre Uriel rodeandole el cuello con sus delicados brazos y su boca ya estaba sobre la de él.

Uriel no sabía que más hacer que entregarse a ese momento y a ese beso tan dulce que compartía con un alma sincera.

Cuando Lizzy dejó de besarlo, porque él  ciertamente no sabía como se besaba ni tampoco si lo hacía bien, lo abrazó. Un abrazo en toda la regla, lo estrechó entre sus, aunque cortos, fuertes brazos. Con una mano frotaba su espalda y la otra se hundía en el cabello.

Uriel de modo instintivo y sin haber abrazado a nadie antes, aparte de Lizzy,  estrecho su pequeño y frágil cuerpo. Casi sentía que se abrazaba asi mismo, Lizzy se perdía entre sus grades brazos y su enorme pecho, sin hablar de su descomunal tamaño.

Pronto se escuchó una risita que provenía de Lizzy, Uriel tuvo que soltar a regañadientes a Lizzy que trataba de separarse de él.

-Abrazarte es como abrazar a un... enorme y fuertisimo oso de felpa - Lizzy le volvio a sonreir y él no pudo aguantar el impulso de acariciar su hermoso rostro. Ella no se parecía a un ángel ellos eran mucho más hermosos físicamente, pero a los seres humanos los hacia más hermosos sus sentimientos y Lizzy era hermosísima por dentro.

Uriel tocó todos y cada uno de los centímetros de su rostro: frente, párpados, naricilla, sienes, pómulos, mejillas, barbilla. Hasta dejar sus enormes manos en su cuello.

-Eres hermosa.

- Gracias - lo dijo sonriendo mientras su rostro se sonrojaba.

- ¿Estas avergonzada? - ahora ya sabía porque la gente tomaba ese aspecto - ¿o acaso estás... enojada?

- No, no, no... Estoy... mmm - suspiró y se paso las manos por el cabello haciendo que las manos de Uriel resbalaran de su cuello hacia sus hombros - estoy halagada, es sólo que... aún no se como aceptar cumplidos.

Uriel no entendía muy bien lo que Lizzy le decía, pero sabía que era algo bueno.

- ¿Nos vemos mañana?

- ¿Puedo pasar por ti?

-¿Quieres pasar por mi?

- ¿Por qué, esta mal? - a Uriel le estaba llevando su tiempo saber bien los movimientos de los humanos; lo que estaba correcto y lo que no.

-No, no. Es sólo que... me sorprendió, eso es todo. - Lizzy se inclinó y dio un beso fugaz en la mejilla de Uriel. Después comenzó a entrar a su casa.

- Hasta mañana...

- Hasta mañana...

Después de la despedida Uriel se quedó parado frente a la casa de Lizzy unos momentos mas, tratando de entender toda la revolución que se desarrollaba en su interior y ya que no se calmaban decidió que los dejaría hacer.

Con su desicion tomada enfiló hacia su casa...

(...)

Al llegar a su casa, que compartía con Azrael y Arcely, que eran sus padres en la tierra. Pero en realidad eran sus hermanos: Azrael era el ángel de la muerte y Arcely un querubín. Cada uno tenia asuntos que atender mientras lo ayudaban y vigilaban.

Antes incluso de atravesar la puerta de la entrada sabía que habían tres entes celestiales esperandole, lo que era extraño ya que nadie del cielo se había comunicado con él. Todo lo que tenian que decirle, lo hacían a través de Azrael o Arcely.

- Shalom

- Shalom Zadkiel - respondieron al unísono los tres entes. - acercate para presentarte a otra hermana que se ha unido a nuestra misión.

Uriel se acercó contento de que alguien más de su hogar estuviera allí, con ellos.

- Ella es el Serafín Didi - ante Uriel se presentaba un pequeño ángel con cuatro caras y cuatro alas, cada una apuntando en un punto cardinal. Las alas estaban unidas y tenía dos caras humanas y dos de León. Los serafines eran, en la jerarquia angelical, los de más alto rango, eran los que tenian contacto más directo con Dios.

- Alabado sea Dios -  Uriel la saludo como lo hacían en el cielo.

- Por los siglos de los siglos - fue la respuesta de Didi.

- Amén - completaron todos el saludo angelico.

- Siéntate - habló Arcely con su voz suavisima -  queremos hablar contigo...

Tú Eres Mi Ángel [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora