Capítulo 2.

4.4K 242 5
                                    

Abrí mis ojos con violencia y observé una y otra vez el lugar. No tenía maldita idea de dónde demonios estaba. ¿Qué me paso? Mi cabeza dolía en exceso y no recordaba demasiado acerca de mis últimas acciones. Mi vista recorrió nuevamente la gris habitación; una puerta de fierro, la destartalada cama sobre la que yo estaba y un armario de hierro.

Traté de recordar lo que paso la noche anterior...

—Hola Bella—entró un hombre moreno y fortachón, de cabello negro y ordenado, de espalda ancha. Extrañamente sostenía una maleta.

—¿Quién eres tú?—pregunté intentando que mi voz no sonara temblorosa. 

—Oh ¿No me recuerdas?—sonrío—Yo te traje hasta acá, pero no me he presentado formalmente.—cerró la puerta y me miró a los ojos. —Soy Iván, me dedico a buscar chicas con buena presentación en las fiestas y las traigo acá para que..."trabajen"

—Yo no quiero trabajar contigo.

Se acercó, sobrepasando mi espacio personal. Quise escupirle.

—No te estoy preguntando—me tomó la barbilla. —Sé absolutamente todo sobre ti, y si haces lo que digo tu familia puede tener un mejor estado económico ¿No te gustaría?

—¿Y si no, qué?

—Pues los matamos —sonrío—. Escucha, el negocio es simple ¿sí? Solo unas cuantas fotos a la semana y tendrás unas pagas.

—¡No me importa el dinero, imbécil. Quiero que me liberes!—le escupí. Su cara se arrugó en una mueca de asco y apenas terminó de limpiarse, su mano se dirigió hasta mi cara, golpeando con fuerza mi mejilla.

El golpe fue seco y comenzó a arderme la cara. Simplemente me tragué el nudo en la garganta, no iba a llorar frente a él.

—De ahora en adelante soy tu jefe y me tratas con respeto—abrió el armario y pude ver que guardaban miles de cajas con remedios, anticonceptivos y un botín de emergencia. —Las chicas te lo explicaran todo. Ahora, tomate esto—me entrego una pastilla y un vaso de agua.

—No voy a recibir nada tuyo.

—Lo único que recibirás si sigues negándote es una buena paliza—apuntó la pastilla. — Tómatela.

Me miraba con tanto poder, con tanta libertad de ordenarme lo que quisiera, que me sentí débil e inútil. No podía hacer más, por lo que le hice caso y me la tomé. Por el sabor, pude notar que era para el dolor de cabeza, claro, después de la fiesta de ayer iba a ser necesaria.

—¿Y ahora qué?—le dije.

—Te quedaras unas horas acá, al rato vendrá Rodrigo a explicarte todo y a llevarte a la habitación con las chicas. —explicó, y sin más ya estaba al otro lado de la puerta de fierro.

Me levanté con las piernas temblando, me aferré a los barrotes y descargué mi peso en esta.

—¡Déjame salir de acá!— grité y golpeé la estúpida puerta.

¡¿Por qué a mí?! ¿Qué hice para merecer esto? No quiero estar metida acá, no puedo, no debo ¡Ni siquiera sé donde estoy! Solo sé que hay chicas, unos matones imbéciles y yo. ¡Mis padres deben estar preocupados por mí! Deben estar inventando miles de historias acerca de mi paradero, imaginándose lo peor. Se me encogió el corazón de solo pensarlo. Tengo miedo, pena y rabia. Solo golpeaba la puerta que estropeaba mi salida al mundo, sentí lagrimas correr por mis mejillas. Estaba llorando de impotencia.

—Cálmate de una puta vez—entró otro hombre. Un castaño fortachón de ojos pardos.

—¡No! ¿Quién eres tu?—grité. —Déjame  salir.

—Soy Rodrigo y voy a explicarme como funciona todo aquí.—cerró la puerta —Ahora cierra esa boca chillona y pone atención.

Me tomó las muñecas y me sentó sobre la cama.

—Bien, aquí hay un fotógrafo ¿entiendes? Tu vas a trabajar con unas 10 chicas que 'viven acá también' —hizo comillas con los dedos al decir eso.—Si te comportas bien, te tratamos bien.

—¿Y qué pasa con mi familia? Debería haber llegado a casa.

—Oh, tu familia —río. —Le enviamos una carta que decía que habías tomado un boleto de avión esta mañana y viajaste hasta Alemania.

—¿¡Qué?! ¡Ustedes no pueden meterse en mi vida así! ¿Quién les dio el derecho?

—Te callas. —Ordenó y le hice caso, pues no quería otro golpe. —Con tu billetera, hoy por la mañana te compramos un boleto para que todo fuera 'real' para tus padres.

Cerré los puños con fuerza, sintiendo las uñas rasgar mi piel. Intenté desviar el tema.

—¿Qué hay en esa maleta?—apunté la maleta de la esquina.

—Ropa. —tomó la maleta —Bien, es hora de irnos.

—¿A dónde?—me puso una esposa y la otra la amarro a su muñeca.

—A tu lugar.

Abrió la puerta y noté que todo era del mismo deprimente color: gris.

Había muebles antiguos, luces de escenografía, cámaras y armarios. El pasillo era largo y me llamo la atención una puerta sellada con candado, a su lado estaba una puerta de fierro grande y con reja. Saco unas llaves y abrió la puerta.

—Nueva compañera, denle la bienvenida. —dejó la maleta, me desencadenó y se fue.

Apenas la puerta se cerró, me arrodillé y comencé a llorar desconsoladamente.

—¡¿Qué estoy haciendo aquí?! Alguien explíqueme. —dije entre sollozos.

—Chica, aquí...sacan fotos para páginas pornográficas ilegales...

No podía creer lo que estaba escuchando.

Mi vida se había ido a la basura en solo una noche.

We just gotta get out. (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora