Capitulo 7.

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Cada hora dentro de aquel lugar me parecía una tortura. Dormía con incomodidad en aquellos colchones rotos y hundidos, que rechinaban con cada pequeño movimiento. El crujir de los resortes se había transformado en una compañía habitual. 

A la mañana siguiente me despertaron con un maravilloso balde de agua fría en la cara. Me levanté sobresaltada y totalmente empapada.

—De castigo por escaparte—dijo Federic riendo.

—¡Loco, estás loco!—le grité, furiosa e intentando que mi puño llegara a su cara, pero Halley me sostuvo por detrás.

Federic sonrió con burla y se largó de la habitación. Todas las chicas me observaron preocupadas, pero solo me encogí de hombros y fui por una toalla. Si me resfrío será su culpa, que se lo descuenten a él. Con rapidez me vestí simple y me maquillé un poco. Mientras las chicas conversaban de temas banales, noté por el espejo que Rodrigo estaba entrando a la habitación. 

—Hora del llamado telefónico—gritó. Ingenuamente, una leve sonrisa se formó en mi cara y él la notó. —Ni te emociones Bella, dirás que todo está bien, que en Alemania todo es perfecto y que si quieren saber de ti, llamen a este número —me entrego un papelito y el teléfono. —Marca el número de tu casa.

Lo recibí y leí el número ahí escrito. Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero. Tenían razón, ellos sabían todo de mi familia. 

—¿Es mi teléfono?

—Pues claro ¿Crees que vamos a arriesgarnos a que nos rastreen?—dijo con expresión obvia, pero me limite a negar. Marqué el numero y luego de tres tonos, la familiar voz de mi madre resonó al otro lado de la línea. 

—¡Hija por Dios! ¿Estás bien? ¡¿Qué hiciste mi vida?!—por su tono cortado sabía que estaba intentando no llorar. Dios, como extrañaba su voz.

—Lo siento madre, mi intención jamás fue lastimarte—respondí, quizás con un tono demasiado duro y falso.

—¿Estás bien?

—Estoy bien—mentí con la voz quebrada, miré a Rodrigo, quien se acercó y susurró en mi oído: Finge mejor.

—¿Por qué te fuiste de la nada?—preguntó. No era difícil imaginarla, aferrandose al mantel de cocina, moviéndose por toda la casa con las lágrimas cayendo por su rostro.

—No sabía cómo decirles y arrancar fue más fácil y menos doloroso.

—Para ti.

En aquel momento, mi corazón se rompió en miles de pedacitos.

—Lo siento mucho mamá, prométeme que no vas a odiarme—le pedí, sin poder contener las lágrimas.

—¿Por qué habría de hacerlo?

—Solo prométemelo.

—Lo prometo.

Tenía el corazón en la mano, solo quería gritar y decirle la verdad, abrazarla, mientras su voz me hacía olvidar todo este infierno. A mi lado, Rodrigo me hacia señas para terminar la llamada.

—Para que sigamos en contacto llama al número que te mandare por mensaje de texto ¿sí? Los amo.

—¡No te vayas!—la escuche sollozar y comencé a derramar lágrimas con más intensidad.

—Debo irme ¡No olvides que los am-

—Se terminó—Rodrigo cortó la llamada y me arrebató el teléfono. —Ahora, escribe el número.

Con las manos temblorosas intenté escribir el número, pero me era imposible. Tenía la vista borrosa debido a las lágrimas y no podía dejar de sollozar. Mi madre estaba tan afectada y decepcionada, probablemente al igual que toda mi familia. Estoy segura que en un par de meses me habrán olvidado y seré la vergüenza de todos. La que escapó, la mal agradecida, la traidora. ¡Si tan sólo supiera la verdad! Estaría aún mas destrozada, se culparía a sí misma. Me dolía el pecho de solo imaginarlo.

—Eres una inútil—me quitó el teléfono y escribió el número. —Hannah, tu turno.

Corrí hasta al baño, abrí la puerta y me encerré a llorar ahí dentro. Odiaba todo, al mundo, a esa gente loca, a todos. Solo quería desaparecer y ni siquiera me han tomado las fotos ni he trabajado, pero me han humillado y maltratado, me han juzgado y controlado sin siquiera tener el derecho de hacerlo. ¿Por qué me tocó esto a mí? ¿Por qué teníamos que pasar por esto? ¿Por qué la gente era tan avara y enferma? 

Estuve aproximadamente 15 minutos, sentada en el sucio y frío piso del baño, con las mejillas húmedas y la mirada perdida en la nada.

—¡Bella sal de ahí! Es hora de irnos—golpeaban mi puerta con insistencia. —Linda, no quiero que tengas problemas.

—¡No voy a salir!—respondí.

—Bella, por favor abre la puerta.

Me estremecí. Esa voz.

Era él.

Luke Hemmings.

We just gotta get out. (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora