Capítulo 3.

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Sentía un vacío enorme en mi interior, de pronto ya no escuchaba nada, no veía nada más que no fuera el sucio piso de cemento gris. Una chica de cabello dorado se acerco a mí, sacándome del trance. 

—Linda, escucha. Sé que es difícil, pero si te ven llorar te tratarán peor —me acarició la espalda con suavidad —No le des el gusto a esos imbéciles ¿sí?

—Es que...¡No lo entiendo! ¿Por qué yo?

—¿Ibas de fiesta en fiesta?—pregunto una morena de atrás.

—Sí.

—¿Pasabas poco tiempo en casa?

—Si...

—¿Solías salir y volver sola de noche o madrugada?—asentí. —Ahí lo tienes.

—¿Ellos investigaron sobre mí?—todas asintieron. —¿Están acá por lo mismo?

—Sí, ellos son bastante inteligentes en ese sentido.

Me tomó un tiempo procesarlo todo. Imaginar que cada vez que salía con Candace ellos rondaban cerca, acechando. Me parecía injusto, me hervía la sangre el solo pensar que no podíamos salir a la calle sin tener que sufrir este tipo de demencias. Me sentí vulnerable, pasada a llevar y sobre todo aterrorizada, por las miles de chicas a las que les podía suceder lo mismo que a mi. 

Suspiré, agotada. Intentando recordar cualquier otra cosa. 

—¿Qué hay en la otra puerta?—pregunté finalmente por aquella intrigante puerta con candado.

—Un chico, se llama Luke Hemmings —respondió la colorina—. Es el fotógrafo.

—¿Y por qué no se va a su hogar?

—Nadie sabe.

—Se dice que lo hizo porque su familia no lo quería en casa y le ofrecieron el trabajo como fotógrafo, sin decirle lo de la pornografía, y apenas piso esta casona lo encerraron en esa habitación—explicó la morena.

—Qué extraño...

Las chicas se presentaron una a una, pero solo pude recordar algunos nombres. Por ejemplo, Clary era la colorina, Halley la de cabellos dorados, Melisa la morena y Grace la de cabello oscuro.

—Bueno, Iván es como el jefe, es un idiota total pero muy astuto. —Clary hizo una mueca. —Le sigue Rodrigo y Federic está recién comenzando.

—Para mí, todos son unos imbéciles—dijo Melisa.

—¿Y qué más hacen?—las chicas se miraron entre sí.

—Pues...ellos tienen un bar para hombres donde traen a las prostitutas del pueblo—asentí asustada de lo que podría decir. —Nosotras somos las anfitrionas y...ciertos días, a algunas les toca bailar en el escenario...—dijo incómoda Halley.

—¿¡Qué?! ¡Esto no puede estar pasando!—patee la puerta. —¡ESTO ES UNA MIERDA!

Lloriquee un buen rato en la esquina de la habitación mientras las chicas se arreglaban para algo que yo no tenía idea. Cuando sentí que no me quedaban más lagrimas, sequé mis mejillas con las mangas de mi chaleco y me observé en el espejo de las chicas. Mis ojos estaban rojos e hinchados, tenía la nariz colorada y simplemente me veía muy demacrada.

El sonido de la puerta abriéndose me hizo voltear, Rodrigo estaba ahí mirándonos.

—Bien hecho putitas, están puntuales—ellas asintieron. —¿Dónde está la nueva?—recorrió la habitación con la mirada hasta que me encontró.—Oh, te ves horrible.

—Gracias—dije sarcástica.

—No creo que esté en condiciones de salir...—sugirió Halley.

—¿Quién eres tu para darme ordenes? Bien nuevita, ponte un abrigo y maquíllate, iras a ver cómo funciona todo—dicho esto cerró la puerta y todas me miraron.

—¿Qué?

—No intentes escapar.

—No lo haré, tranquilas. —asintieron y me prestaron de su maquillaje. Me puse base para borrar mi nariz roja como la de Rodolfo el reno y la hinchazón de mis ojos desapareció al rato, solo me puse brillo labial y me peine, me eche perfume y estaba lista. Al menos aquel proceso sirvió para distraerme.

—¿Estás bien?—me dijo Clary, solo asentí con la cabeza.

—Es hora—Rodrigo abrió la puerta y lo vi con una correa, se acercó a mi e intento ponérmela, pero me aleje indignada. —Quédate quieta, maldita sea.

—¡No soy animal para que me lleves de correa!—le remarqué furiosa.

—Y yo no soy tu papá para aguantar tus pataletas ¡Quédate quieta y déjame ponerte la maldita correa! Basura estúpida—me agarró el brazo y de un tirón amarro la correa de la esquina de mi pantalón y dejo la otra punta en su muñeca. —Ahora caminen.

Nos guió por el pasillo que ya conocía y empujo una puerta corredera, al observar la habitación quede impresionada porque siempre deseé tomarme fotos en un estudio como modelo profesional. Que lastima que estas fotos no sean de buena causa, ni de buena gana.

—Bella este es el estudio fotográfico —lo presentó, como si fuera la gran cosa. No respondí. —Como sea, ¿Dónde está Hemmings?

—Se niega a salir, tiene una rabieta de las grandes. —respondió el que suponía se llamaba Federic. Tenía ojos verdes y cabellos dorados, se veía bastante joven.

—Ese niño es un malcriado, voy por él —me miró. —Ni se te ocurra moverte de acá.

Lo vi salir y solo pensé en lo lindo que sería tomarme fotos acá con vestidos hermosos para una revista importante. Siempre fue mi sueño pero ahora, me da asco estar en este estudio por el hecho de lo mal que lo usan estas personas dementes.

—¡Que entres!—voltee y vi como Rodrigo traía del brazo a un chico rubio de ojos azules, alto y con buen físico. Llevaba una camisa azul a cuadros y pantalón negro ajustado.

De inmediato algo en mi se removió. Luke era muy atractivo. 

—¡Que me sueltes, gordo imbécil!—le escupió y se soltó de su agarre. —Solo trabajaré para que me alimenten—dijo cortante. Yo solo me dedicaba a mirarlo, parecía tan rudo, frío y cortante; pero con aquella piel pálida y esos profundo ojos azules y brillantes solo parecía un ángel.

—Ella es Isabella Morrison, trabajara ahora aquí. —Luke me miró a los ojos.

—Bienvenida al infierno.

Si, esto era un infierno pero el parecía un ángel.


We just gotta get out. (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora