cinco.

92 5 0
                                    

Caminó por Manhattan, con los auriculares puestos estallando en sonido con la canción "Personal" de The Vamps y Maggie Lindemann. Tarareo un poco más hasta llegar al metro y subirme al vagón que me lleva hasta cerca de mi casa.

El viaje parece perfecto y no pienso en nada más que llegar a dormir después de una gran jornada de servicio comunitario a los niños de Central Park a dibujar y pintar con acuarelas.

Cuando salgo del subterráneo, camino unos cuantos pasas hasta llegar a la comisaria donde mi hermano me dijo que estaría pues hoy le tocaba quedarse todo el día y la noche, cuidando y poniéndose alerta, tratando de ayudar a la gente que lo necesite.

Mi hermano era un hombre fuerte aunque su cuerpo parecía flacucho. Corría como un atleta y era muy guapo. Su cabello era castaño a diferencia del mío que era rubio, tenía una barba que llegaba a rasurarse cada dos semanas con el barbero, ojos color cafés oscuros, nariz un poco pequeña y respingona, su piel es un poco morena, era alto muy alto y los labios igual que los míos, grandes. El parecía más latinoamericano que yo, ya que yo tenía la piel blanca que incluso parecía un fantasma, ojos verdes cristalinos, cabello rubio y labios grandes. Los labios eran herencia de mi mamá.

Mire la puerta de dos hojas con el escudo de la policía "Ciudad de Nueva York" y abajo en letras doradas "46th Precinct", suspire, esto iba a ser pan comido.

-Necesito solo cien dólares, es para un libro- mentí, en realidad era para comprarme un lindo vestido de cualquier tienda que estuviera a mi alcance.

-No, Regina- niega por tercera vez con su cara aburrida y ojeras de muerte.

-Por favor- suplico para después hacer puchero y recordar el día en que mi pie casi se hace pedazos haciendo que mis ojos se cristalicen y sus ojos cafés me miren con miedo.

-Hermanita, no llores- rápido se acerca a mí y me abraza. Sus cálidos brazos me hacen sentirme caliente porque a pesar que llevan janes, una blusa, un suéter y una chaqueta de cuero el frio me estaba consumiendo. Se separa de mí lentamente y toma mi cara con sus grandes manos y me besa la frente para luego llevar sus manos a su bolso de atrás de sus pantalones azules de policía y me entrego un billete de cincuenta.

-Bien, veré como consigo los otros cincuenta- ruedo los ojos tomando el billete y salir de ahí.

Mi hermano llegaba a ser un idiota, con respecto a todo.

Camino hasta mi edificio que esta unas calles hacia arriba. Camino a paso rápido para llegar a las escaleras, donde la parte de la izquierda daba enfrente con la derecha haciendo que el edificio estuviera como una "U".

Piso el último escalón cuando la melodía de "Feeling" de Hayley Kiyoko termina y la voz gruesa de dos días antes dice fuerte mi nombre.

Lo miro asustada, llevándome una mano al pecho y la otra al barandal porque he dado un saltito. Su cuerpo está perfectamente parado y su cara parece sacado de un cuento de hadas, pues su sonrisa parecía tan... encantadora.

Mi respiración se atascó en mi tráquea y mis mejillas se volvieron un volcán.

-¿Qué haces aquí?- hable tranquilamente mientras me acercaba a paso rápido a su ser y miraba a los alrededores esperando que nadie nos viera. Gracias a Dios parecía que no había alguien que me preocupara.

-Te debo una disculpa, Regina Belmont- habla tranquilamente, me mira sin mover un solo musculo de su cuerpo.

-Bien- digo lo más cortante que puedo y señalo su auto con mi mano esperando que se vaya.

-¿Quieres dar un paseo?- me mira confundido y sonrió confundida.

-En realidad, vengo a buscar dinero a mi departamento, necesito comprar un vestido para la cena de año nuevo- digo tranquilamente.

-Bien, te espero- dice amablemente y lo miro frunciendo el ceño.

-No, gracias-

-Anda, vamos-

-Que no- me reí sin gracia.

-Es una orden-

-Bien- ruedo los ojos antes de salir disparada hasta mi departamento.

Cuando estoy en él, busco apresuradamente el billete de 50 que me dio mi abuelo por navidad.

Bajo corriendo tropezando con mis propios pies y lo veo abriendo la puerta de su lujoso carro negro mate.

-Lindo auto- murmuro antes de entrar, sentarme y ponerme el cinturón de seguridad con suma delicadeza. Observo el auto con detenimiento, el tapis es de cuero negro y esta lustrado.

-Mi bebé es un Ferrari f430 Spider- dice con superioridad mirando la carretera y me río por su egocentrismo.

-Bueno, mi bebé es un iPhone 5- señalo mi teléfono con la carcasa transparente. Sonrió y lo miro con detenimiento, era lo que más me podía dar de lujo.

-En que año vives, el iPhone X ya salía y tu aun sigues con eso- se ríe haciendo una mueca y lo miro disgustada a lo que él se calla y vuelve su mirada incomodo a la carretera justo cuando pasamos el límite entre Manhattan y Bronx.

-Puedes llevarme a Woodbury Common Premium Outlets- dije con cierta timidez. Era una plaza en donde la ropa era barata, bonita pero barata.

-Uh, un largo viaje, mas tiempo conmigo- me miro sonriente y dude de sus 23 años, pues parecía un hombre maduro, pero no lo era, definitivamente.

-Aunque quisiera ir cerca, el dinero no me alcanza- me reí levemente para luego llevar mi cabeza a la ventana.

Justin no volvió a hablar ningún otro momento y lo agradecí. Cuando llegamos, baje antes de que su cuerpo llegara a abrirme la puerta donde me miro molesto.

-Y a todo esto, ¿porque no iras como todos los neoyorkinos a Times Square en año nuevo?- pregunta caminando a mi lado, su cuerpo alto cubre el mío y lo miro de reojo.

-Mamá es Mexicana, obvio que la familia unida es primero- explico sonriente mientras doblábamos hacia la primera tienda.

-Entonces ¿porque tu no pareces de descendencia latina?- lo mire haciendo una mueca de tristeza a lo que el rio.

-Mi papá es Neoyorkino, es rubio de ojos verdes, un verdadero americano- reí mientras veía las preciosuras a mí alrededor.

Pero había un problema, solo tenía cien dólares y por unos billetes más no podía llevarlo.

Recorrimos la mayor parte de las tiendas y cuando me di por vencida el estante que estaba enfrente con un vestido capto mi atención.

La parte de arriba era ajustada con flores rozas y naranjas con fondo baige y tirantes delgados y de la parte de la falda caía esponjado con una tela color baige, largo y precioso.

Mire el precio y por un momento mi mundo se vino abajo, entonces sus manos grandes atraparon mis hombros y lo mire con cierta tristeza.

-Es precioso- murmuro y empiezo a caminar hacia el auto donde abro la puerta y emprendemos el viaje hasta la siguiente plaza.

Termino comprando un vestido de setenta dólares color café, de gamuza, con mangas 3/4 y corto, era todo lo que necesitaba.

Cuando me dejo en la puerta de mi casa, simplemente le dije que lo vería luego.

Esa noche llore tanto que mis manos durmieron bajo tres capas de guantes, se ponían demasiado frías.

Oh, no Justin! {jdb}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora