diez.

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Media hora después estamos en el la estación del Ferry de Staten Island. Su cabello rubio ahora está cubierto por un gorro de lana y no entiendo, porque también lleva el gorro de hoodie.

Caminamos todo el trayecto de la mano hasta el Ferry, donde no puedo evitar sentirme nerviosa.

Cuando estamos dentro del transporte, vamos directo hasta la barandilla naranja. El aire frio choca con nuestro rostros y mi cabello rubio se expande por todos lados.

-Es hermoso- digo viendo las luces de la gran manzana detrás de nosotros, el agua hace un ruido tranquilizante y es lo único que se escucha durante los siguientes minutos.

-Solía venir con mi papá cuando no éramos tan ricos- se ríe levemente. Está apoyando sus brazos en la barandilla y me mira con sus grandes ojos color miel.

-Igual, pero con mi hermano, cuando empezó a trabajar de policía- rio levemente sintiendo la nostalgia adentrando en mi memoria. -Y bien, Señor Bieber, le gusta cantar?- digo con acento británico y se ríe rodando los ojos.

-Bueno, me gusta hacerlo pero solo en la ducha- sonríe con suficiencia- Tu puedes hacerlo?- lo miro y niego.

-Solía hacerlo, pero no sentía que era buena, así que lo deje- alzo los hombros. -Wow, Lady Liberty- dije señalando hacia la izquierda la maravillosa vista de la estatua verde de una mujer sosteniendo una antorcha.

Puedo sentir el flash detrás de mi y me desoriento por un momento.

-Sales linda- dice y estoy segura que tiene una sonrisa a lo que yo casi muero de un infarto mirando la estatua. -¿Por qué no quieres verme?- la burla en sus palabras me hace verlo con una ceja alzada.

-Estoy admirando- dije con obviedad.

Cuando el viaje termina, son casi cerca de las nueve de la noche. Woah, caminamos un poco sin saber qué hacer. Mis manos frías están en la boda de mi hoodie y lo miro de reojo cada uno cuantos minutos.

Me sorprendo cuando pasamos por el campo donde entrenan los Yankees, lamentablemente no hay juego hoy, la temporada había acabado hace un par de meses atrás.

Llegamos hasta un parque donde me doy cuenta que jamás había estado ahí, Dios la vista de Manhattan era bellísima desde este punto de vista. La luna alumbraba el mal y las luces de los edificios del otro lado son una maravilla.

-Me gusta tu cabello- susurra cerca de mi oído y sentir su respiración acariciando mi piel. Los vellos de mi cuello se erizan y una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo.

-Señor Bieber, está oliendo mi cabello?- mi voz se traba un par de veces. Sus manos calientes toman un mechón de cabello que cae en mi cara y lo pone detrás de mi oreja. Nuestras miradas se conectan y siento que mis mejillas van a explotar.

-Huele muy bien, a chocolate- su voz es un poco más gruesa, sus palabras suenan sofisticadas y no puedo evitar que mis piernas tiemblen un poco.

Sus ojos mieles se ven demasiado bellos. ¿Cuándo fue que se acercó tanto a mi cuerpo? Sus manos calientes toman mi cintura y me acerca a su cuerpo tanto que siento que somos uno mismo. Su respiración choca con la mía y mis labios tiemblan. Sus labios rozan con los mío y duda un poco. Siento que va a hacerlo y mi subconsciente grita "Hay que irnos" pero no hago caso, mis manos se posicionan en sus pectorales. Sus ojos se cierran y no puedo evitar sonrojarme.

-Señor Bieber, hay que irnos- mis palabras salen como si fuera un robot y me maldigo, necesita esto. El abre los ojos de golpe y retrocede unos pasos bajando la cabeza.

Oh, no Justin! {jdb}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora