Me sentí enferma por el miedo mientras corría por el pasillo, dejando caer la bolsa en el camino. ¡Oh, Dios mío! ¡Mi papá! Mi corazón bombeaba violentamente en mi pecho mientras pensaba en él, fuera, solo. ¡Por favor, Dios, que esté bien!
Extendí la mano hacia mi espalda, sintiendo el reconfortante acero de la pistola encajada en mi cintura. Yo podía hacer esto, tenía un arma. Tenía que proteger a mi padre.
Cuando doblé la esquina hacia la cocina, mis pies se negaron a moverse un centímetro. Mi mente se quedó en blanco. Me quedé inmóvil.
Un hombre grande estaba entrando por la puerta trasera. Era grande y descuidado, ocupando la mayor parte de la entrada. Su cabeza rapada mostraba cada rugosidad y valle en su cráneo, incluyendo las lágrimas tatuadas debajo de su ojo derecho.
No esperé para descubrir lo que quería. Tenía que llegar a mi papá y la puerta principal ahora era mi única opción para escapar. Dándome la vuelta, corrí por el pasillo tan rápido como mis piernas me llevaban.
—¡Atrápala!
Corrí por el pasillo, moviéndome más rápido que nunca. El rugido en mis oídos no podía ocultar el sonido de las botas pesadas corriendo detrás de mí.
Me encontraba cerca de la puerta, tan cerca, cuando fui agarrada bruscamente por detrás. ¡NOOOO!
Dos brazos fornidos y grandes se sujetaron alrededor de mi cintura, levantándome completamente del suelo. Dejé escapar un grito lleno de dolor cuando un brazo rompió mi costilla agrietada. Dedos sucios inmediatamente taparon mi boca, ahogando todos los sonidos que provenían de mí.
Luché. Con todo lo que tenía, luché. Mis piernas patearon con fuerza y mis brazos se agitaban violentamente, tratando desesperadamente de escapar.
Al hombre no le importaba lo mucho que yo luchara. Me sostuvo firmemente y sin esfuerzo.
—¡La encontramos, Robbie! —dijo en una profunda voz barítono.
Cuando vi al segundo hombre, toda la sangre se drenó de mi cara. Por un segundo, me sentí confundida. ¡Esto no puede ser posible!
El convicto, Greasy, estaba en mi cocina. De pie a unos metros de distancia, mirándose más flaco y más sucio que la última vez que lo vi. Esos ojos crueles y la sonrisa siniestra marcada en su cara fueron grabadas para siempre en mi cerebro, me recordaba a aquel terrible día. Pero ¿qué demonios estaba haciendo allí?
—He estado pensando en ti un buen tiempo, cariño —dijo, deambulando cerca. Su mal aliento y olor corporal me golpearon, llenando mi nariz y haciendo que mi estómago se revuelva con náuseas.
Cuando su mano sucia se acercó, el pánico me abrumó, inundando mi cabeza y el cuerpo con una necesidad mortal de escapar.
ESTÁS LEYENDO
algunas reglas fueron hechas para romperse (justin bieber y tu)
Action"Él era mi oscuridad y yo era su luz. No podíamos existir sin el otro". Para mí, la vida era simple. Iba a la escuela y estudiaba. Pasaba el tiempo con mis amigos y me alejaba de los problemas. No bebía, no maldecía, y sólo salía con caballeros. Era...