PRÓLOGO

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                 SIEMPRE

 

Alguien dijo una vez que cuando la oscuridad cayó, se nos mostraría la luz. No estaba segura de que fuera verdad. La oscuridad había descendido sobre mi mundo y todo lo que vi fue desesperación.

Los Estados Unidos estaban librando una guerra en su propio territorio. La sociedad se desmoronaba. Millones de personas estaban muriendo de hambre. Miles estaban muriendo.

Para mí los días eran negros. Yo ya no era una estudiante universitaria sin preocupaciones. Era ahora una sobreviviente. Una luchadora. Una mujer perdida en el dolor.

 

***

En mis sueños, me perseguía. A la luz del día, me acechaba. En la oscuridad de la noche, me torturaba. Capturó mi vida y se negaba a dejarla ir.

Era dolor y ahora yo era su prisionera.

Comenzó el día en que Justin se fue. Mientras lo vi marcharse, en un intento de rescatar a mi mejor amiga Eva, sentí la oscuridad rodearme. Sabía que se quedaría conmigo hasta que lo volviera a ver.

Esperé por dos semanas. Caminé. Recé y rogué para que Justin volviera a casa. Yo era como la épica heroína de una novela de época, anhelando que su verdadero amor volviera a ella.

Pero ni la vida no era un libro ni yo no era una heroína. Me negué a sentarme y esperar. Iría tras él.

Guardé pan y botellas de agua en mi mochila. Lo siguiente fue la caja de cartuchos de escopeta y balas para la 9 mm que tenía en mi cintura.

Cerré la cremallera de la mochila y la colgué en mis hombros. Mientras recogía la escopeta, un sonido hizo eco a través de la casa. Un golpe sordo en la quietud del día. Me detuve y escuché. Nada. Solo el silencio me recibió.

Mirando alrededor de la habitación por última vez, cerré la puerta silenciosamente detrás de mí.

Date prisa antes de que cambien de opinión.

 Me susurró mi voz interior.

Me lancé por el pasillo, mis zapatillas gastadas hacían poco ruido en el suelo duro de madera. Podía escuchar el oxígeno entrando y saliendo de mis pulmones y la sangre latiendo en mis oídos.

No había llegado muy lejos cuando las nauseas matutinas me hicieron parar en seco.

¡No ahora! ¡Por favor no ahora!

Colocando mí mano sobre mi plano estómago, hago profundos, tranquilizadoras respiraciones, intentando olvidar las nauseas. Cuando pasó, busqué en la mochila y saqué la botella de agua. Tomo un pequeño sorbo, esperando que eso ayude a mi estómago a componerse. No lo hizo. Una capa de sudor apareció en mi frente cuando el impulso de vomitar creció. Lágrimas amenazaron con derramarse de mis ojos.

Componte, __(tn). Puedes hacer esto.

Cuando las nauseas finalmente pasaron, caminé más  rápido por el pasillo. Al pasar por la sala de estar, mis ojos escanearon nerviosamente alrededor, esperando encontrarme a alguien. Solo las cortinas, movidas suavemente por la brisa, hacían cualquier tipo de movimiento.

Aún estoy sola. Puedo salir de aquí sin ningún problema.

Conteniendo mi aliento, abrí la puerta del frente, encogiéndome cuando ésta chirrió ruidosamente.

La luz del sol me cegó, pero no tenía tiempo para que mis ojos se ajustaran a ella. Bajé con prisa los escalones del porche y corrí a través del patio. El césped seco crujió bajo mis pies mientras me dirigía hacia el bosque.

algunas reglas fueron hechas para romperse (justin bieber y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora