Chapite trois

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1 Avril, 1925
France

Miré nerviosamente a la enorme casa que se alzaba frente a mí. El château Langlais era conocido por casi todo el mundo en París. La familia Langlais eran una importante y respetada familia, por eso estaba tan nerviosa. El señor Langlais me vio en Montmartre, cuando estaba en busca de Béatrice y, no solo me ayudó a buscarla, sino que también, al saber de mi situación, me ofreció trabajar para él, en su casa. Nunca pensé que se me presentaría semejante oportunidad, trabajar para alguien tan importante, poder conseguir algo de estabilidad y tranquilidad después de todas las penurias por las que había tenido que pasar.

Con timidez, me acerqué a la puerta principal y golpeé tres veces delicadamente, esperando después a ser recibida. Una mujer, vestida con un traje de empleada de hogar, me abrió y me saludó cortésmente, bajando su cabeza.

— ¿En qué puedo ayudarla?

— Buenos días - saludé yo, sonriente -. El señor Langlais me dijo ayer que viniera a verle - expliqué con timidez.

— Oh, sí... la está esperando - asintió, dejándome pasar -. La acompañaré a su oficina.

Aquella mujer, de mediana edad, agachó levemente su cabeza, siendo cortés de nuevo; antes de emprender camino. Yo miré maravillada a mi alrededor. Aquella casa estaba llena de lujos y objetos bellísimos, probablemente de valor incalculable. Las paredes estaban decoradas con bonitos papeles, y de ellas colgaban exquisitos cuadros; la moqueta del suelo era mullida e impresionante, probablemente traída desde algún país extranjero.

— Es aquí - explicó la mujer, golpeando una puerta de madera levemente.

— ¡Adelante! - se escuchó la varonil voz del señor Langlais desde dentro.

— Tenga cuidado - murmuró, mirando a su alrededor, asegurándose de que nadie la oía, antes de abrir la puerta del despacho de Langlais, dejándome la entrada libre.

Miré algo extrañada hacia aquella mujer mientras se alejaba, sin entender por qué me había dicho aquello. Sin embargo, ella desapareció sin decir nada más. Por lo que me adentré, poco a poco, en la oficina de Langlais. Él estaba sentado tras un escritorio, acompañado de una pila de libros y una montaña de papeles. Sin embargo, al verme, sonrió levemente y dejó el papel que estaba leyendo sobre la pila, con el resto. Luego, se levantó y caminó lentamente hasta quedar frente al escritorio.

— Bienvenida al château Langlais, Chloé... pasa, por favor. Toma asiento.

— Está bien - asentí, empezando a encaminarme hacia él, sin embargo, su voz me detuvo.

— Cierra la puerta primero, Chloé, por favor - pidió amablemente.

— Oh, por supuesto.

Me giré para cerrar la puerta con cuidado y luego fui hasta el escritorio, sentándome en la silla que Langlais había señalado. Él agarró un vaso que contenía, por lo que parecía, whisky, y dió un pequeño sorbo, antes de mirarme, a la vez que se apoyaba en el escritorio, medio sentándose sobre éste.

— Buenos días, Chloé - dijo, aclarando su voz -. ¿Cómo está Béatrice?

— Mejor que ayer, señor - le expliqué, con una sonrisa. Langlais parecía una persona realmente amable y atenta, a pesar de ser un millonario -. Estoy segura de que se pondrá bien pronto... no es la primera vez que pasa.

— Puedo imaginarlo - asintió, para luego dar otro sorbo a su whisky -. ¿Y tú, Chloé? ¿Cómo estás?

— Emocionada... - sonreí - Estoy realmente agradecida de que haya decidido darme una oportunidad para trabajar para usted.

Sinful loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora