Chapitre vingt-cinq

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19 Juillet, 1925
France

Las calles estaban oscuras, pero algunas altas farolas iban iluminando el camino. Harry y yo íbamos colina abajo, yendo en dirección al centro de París desde el Château Langlais. Nunca pensé que volvería a pensar en aquello. "Harry y yo". Era algo que había intentado dejar en el pasado, pero él no quería que así fuera. Por un rato, caminamos en silencio, sin más sonido que mis tacones y algunos coches a la lejanía. Sin embargo, cuando ya habíamos bajado la colina y nos acercábamos a la ciudad, Harry rompió el silencio.

— Ese anillo es mucho más bonito que el que yo te di – contempló.

— Sí, eso es porque Liam no es un vagabundo, muerto de hambre, que solo se aprovecha de las personas. Es un hombre responsable, maduro, dulce y respetuoso.

— Sin duda parece muy buena persona – asintió –. Veo que has conseguido la vida que te mereces.

— No ha sido fácil – gruñí entre dientes –. No quiero oírte hablar. Tu voz está sacándome de mis casillas. Así que haz el favor de callarte.

— Está bien, mi vida.

Cuando escuché a Harry llamarme de aquel modo, sentí como mis piernas flaqueaban. Hacía casi dos años que no había oído su voz. Casi dos años desde la última vez que me había llamado "mi vida". Tragué con fuerza, intentando ignorarlo. Pero no podía. Sentí mis ojos llenándose de lágrimas, y solo segundos después, estaba llorando.

— Chloé... lo siento, no quería hacerte llorar... – murmuró al darse cuenta, poniendo su mano sobre mi hombro.

— ¡No me toques! – exclamé – ¡Si no querías hacerme llorar llegas dos años tarde, Harry!

— Lo sé. No voy a pedirte disculpas porque sé que no vas a poder perdonar lo que hice. Y con razón – asintió –. Pero quiero que sepas que he cambiado. Soy un hombre distinto.

— No me lo creo – negué con la cabeza –. No creo una sola palabra que estás diciendo.

— Estás en tu derecho.

— Nunca voy a poder perdonarte, Harry... nunca – sollocé, mirándole por primera vez directamente a los ojos.

— Lo sé, Chloé – respondió después de un momento de silencio. Él también me miró a los ojos, con su voz quebradiza. Por un segundo me creí que estaba herido, y que estaba arrepentido de lo que había hecho, pero al recordar el dolor por el que me había hecho pasar, se me pasó.

— ¿Por qué eres cura ahora? – pregunté, apartando mi mirada de la suya mientras limpiaba mis lágrimas y seguía caminando.

— Quería redimir mis pecados del pasado. Sé que son muchos.

— No es cierto – reí –. Ni siquiera crees en Dios.

— Lo hago ahora.

— Vale, a ver si lo entiendo... Hace dos años eras un sin techo que no hacía otra cosa que pecar, aprovechándose de todo el mundo, que no creía en Dios y blasfemaba todo el tiempo y ahora eres un cura en un país totalmente distinto al tuyo, con una religión distinta a la de tu país... no me lo creo, Harry.

— Estás en tu derecho.

— ¡Deja de hacer eso! – exclamé, exasperada.

— ¿El qué?

— Pretender que entiendes cómo me siento.

— No lo hago, Chloé... No podría ni acercarme a saber cómo te sientes. Sé que debe ser duro. Y créeme, lo último que quería era causarte angustia o desasosiego con mi presencia.

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