Chapitre vingt-huit

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29 Juillet, 1925
France

Llevaba casi una semana sin ver a Harry. Y aquello era un gran alivio para mí misma, porque no le echaba de menos. Y aquello era bueno, ya que no era el hombre con el que iba a casarme, sino que era el hombre que se había aprovechado de mí, que me había herido, mentido y abandonado. Pero aquello también significaba que llevaba una semana sin ir a la Iglesia, nunca había pasado tanto tiempo sin ir a misa y a confesarme. Me sentía sucia, y sabía que no estaba comportándome como debía, sin embargo no me sentía con la fuerza necesaria para afrontar a Harry después de nuestros últimos dos encuentros. Además, no quería volver a caer en la tentación. El Diablo estaba apareciendo en mi vida, había puesto a Harry de nuevo en mi camino para tentarme y que volviera a pecar, sin embargo no iba a dejarle ganar. Yo era una nueva persona y nadie ni nada iba a cambiar aquello.

— Chloé, no sabes lo que me encanta ser agasajada por el portero – exclamó mi hermana, entrando en la casa mientras yo estaba peinándome en mi tocador –. Tiene tanta clase. "Buenas noches, señorita Béatrice. ¿Ha tenido usted un buen día? – dijo, forzando un refinado acento – Espero que pase usted una buena noche. Dele recuerdos a la señorita Chloé. No duden en llamarme si necesitan algo." Te lo juro, Chloé... yo nací para ser rica. Yo nací para tener dinero, y gente adorándome, y vestidos de seda, y caros perfumes, cientos de casas como ésta...

— Pero no somos ricas, Béa.

— ¡Sí, ahora sí! – rió ella, mostrándome las bolsas de distintas tiendas de ropa que llevaba en ambas manos.

— No, no lo somos. Ese dinero no es tuyo, ni siquiera mío. Es de Liam. Solo porque me vaya a casar con él no significa que todo su dinero sea mío.

— Chloé... eso es exactamente lo que significa. Lo tuyo es suyo y, más importante, lo suyo es tuyo. Y así hasta que la muerte os separe. O hasta que te pille liándote con Harry y te deje por adúltera.

— ¡Béatrice!

— ¡Tengo razón!

— ¡No la tienes! Llevo ya casi una semana sin ver a Harry. Y si vuelvo a verle no pasará nada.

— Eso dijiste la última vez y luego casi os lo montáis en el confesionario de la Iglesia... ¡Ni siquiera yo he ido tan lejos! ¡Tener sexo en una Iglesia! ¡Es tan irrespetuoso! Espero que no hayas dejado de rezar Padre Nuestros en todo este tiempo, sino tu alma vendrá al infierno conmigo, hermanita.

— No será así – fruncí el ceño –. Estoy muy arrepentida de lo que pasó y ya le he pedido perdón a Dios tantas veces como he podido. A la última persona a la que le debo una explicación es a ti. Tu no haces más que pecar y pecar, día tras día. Lo mío ha sido un tropezón.

— ¿Un tropezón? Chloé eso ha sido una caída por un barranco.

— ¡Ya lo sé, pero no va a volver a pasar! – exclamé enfadada a la vez que me ponía de pie – Buenas noches, Béatrice.

Escuché a mi hermana reír antes de intentar replicarme algo, pero yo no le di tiempo, caminando enfurecida hacia mi cuarto y cerrando la puerta con fuerza. Miré el reloj que había sobre mi mesilla y vi que ya eran las nueve de la noche por lo que decidí que era un buen momento para acostarme. Fui hacia mi armario, donde colgué la bata que llevaba, quedándome en mi suave camisón. Entonces apagué la luz y fui hacia mi cama. Me acosté, acurrucándome en las suaves y frescas sábanas de seda. Cerré los ojos y sentí que solo había suspirado cuando oí el teléfono sonando desde el salón. Sin embargo, cuando miré el reloj vi que ya eran las cuatro de la mañana. Algo preocupada por si había pasado algo, me levanté con prisa, yendo hacia el salón. Por el camino pude ver que la habitación de mi hermana estaba vacía, por lo que probablemente se había ido con otro de sus millonarios amantes. Yo corrí hacia el teléfono y atendí la llamada.

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