Chapitre quatre

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16 Juin, 1923
England

Mientras secaba los últimos vasos, miré alrededor. Aquella imagen era desoladora. La lúgubre taberna apenas estaba iluminada. Entraba algo de luz de las farolas de la calle. Una bombilla consumida parpadeaba sobre mi cabeza. Al terminar con la pila de vasos recién fregados, los coloqué en su lugar y agarré un trapo mugriento, usándolo para empezar a limpiar las mesas de madera que llenaban el pequeño espacio. Aún quedaban tres personas ahí dentro. Tres hombres. Que sabían perfectamente que la taberna debería haber estado cerrada media hora antes, sin embargo, ahí seguían, bebiendo su ginebra, con sus sucios ojos puestos sobre mí.

Me acerqué a la mesa de la esquina, donde uno de los hombres bebía en silencio. Me observó de arriba a abajo mientras yo limpiaba la mesa. Entonces, vi como tenía la intención de acercar su mano a mí, sin embargo, le golpeé el brazo con el trapo, haciendo que la apartara.

— No, señor Hollow. Sabe que no puede tocarme. La señora Warley se lo dejó bien claro el otro día.

— No vengas a provocarme, entonces - dijo, con su voz ronca, carcomida por la vida, por su propia amargura -. Tráeme otro vaso, ¿quieres?

— Lo siento, señor Hollow. También sabe muy bien que hace treinta minutos que deberíamos estar cerrados. No tengo permitido servir ni una sola copa.

— ¡Vamos, Chloé, solo hazlo! Puedes quedarte el dinero que te de por ella, sin decírselo a Theresa.

— Señor Hollow - arqueé una ceja, negando con la cabeza.

Estaba a punto de reprocharle a aquel cliente, ya habitual y conocido, cuando escuché la puerta de madera crujir al abrirse, haciéndome saber que alguien había entrado. Me giré con furia, para avisar de que ya estábamos cerrados, cuando vi la sonrisa más bonita de toda Inglaterra. Probablemente, de todo el mundo. Y aquella oscura taberna de pronto irradiaba luz y felicidad. No pude evitar sonreír yo también. Y mi cuerpo se sentía tan emocionado que hasta el trapo se cayó de mis manos sin que yo me diera ni cuenta.

— ¿¡Cómo está la chica más bonita de toda Inglaterra!? - gritó aquella aterciopelada voz, mientras él venía hacia mí y me cargaba en brazos, dándome una vuelta en el aire, antes de dejarme en el suelo.

— ¡Harry! - reí, negando con la cabeza.

— Venga, señor Hollow... - dijo Harry, a la vez que pasaba su brazo por encima de mis hombros, y miraba hacia aquel hombre - ¿No ha bebido usted ya suficiente ginebra? ¡Seguro que la señora Hollow le está esperando en casa, con un plato de comida sobre la mesa!

— Esa es la razón por la que estoy aquí, muchacho... ¿Sabes lo mal que cocina la señora Hollow? - dijo el hombre, poniéndose de pie y tendiéndome su vaso vacío - Necesitaría un par de ginebras más para poder pensar que su comida es aceptable - asintió, yendo hacia el perchero, agarrando su abrigo y su sombrero.

— ¡Seguro que no es tan malo! ¡Aprecie lo que tiene! ¡Una mujer, una familia, una casa! ¡Es usted afortunado, señor Hollow! ¡Yo le envidio!

— ¿Tú? ¿A mí? Yo no soy el que va a casarse con Chloé.

— Él tampoco va a casarse conmigo, señor Hollow. Harry y yo solo somos amigos - reí yo, negando con la cabeza.

— Eso no existe, Chloé, querida... - negó con la cabeza - Hasta mañana.

— Hasta mañana, señor Hollow. Descanse.

Mientras Harry se encargaba de echar, amablemente, a los dos hombres que quedaban; yo fui al almacén, sacando un par de botellas que serían necesarias al día siguiente. Para cuando salí de dicho almacén, Harry ya se encontraba solo. Yo sonreí ante su mirada y fui hacia el mostrador, pasando detrás de la barra para empezar a colocar las botellas.

Sinful loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora