Chapitre huit

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1 Juillet, 1923
England

Harry miró sus cartas con media sonrisa. Yo, sin embargo, miré las mías nerviosamente. Tenía dos dieces, así que solo estaba a un número de veintiuno. Sin embargo, no podía perder. Yo ya estaba llevando únicamente ropa interior, mientras que Harry seguía llevando sus pantalones y su camiseta interior. Se lamió los labios y terminó su ginebra antes de sonreír de nuevo.

— ¿Carta? – le miré dubitativa, debatiéndome si pedir o no una carta, arriesgarme a que me saliera cualquiera menos uno. Aunque quizás Harry tenía un número más bajo que yo.

— No... no necesito una.

— Yo tampoco – dijo serio –. ¿Qué tienes?

— Veinte... – murmuré, dándoles la vuelta a las cartas, revelando los dos dieces – ¿Y tú?

Harry se quedó mirándome, en silencio por un momento. Por un segundo, pensé que hizo un puchero. Pero de repente reveló sus cartas, y me di cuenta de que en realidad estaba intentando contener su sonrisa. Tenía un diez y un as. Veintiuno. Había ganado.

— No... – murmuré, negando con la cabeza.

— Ven aquí, mi vida... – susurró él, sin dejar de sonreír – Te ayudaré a quitártelo – señaló su regazo para que me sentara sobre él.

— No, Harry...

— No me hagas traerte yo mismo, cariño – rió, dándose palmadas sobre el regazo –. Venga.

— Harry, esto no está bien.

— Ven aquí, Chloé.

Sin querer decepcionarle, me levanté y me senté de espaldas a él sobre su regazo. Él acarició mi espalda, llevando lentamente sus manos al cierre de mi sujetador. Yo arqueé, involuntariamente, mi espalda hacia el lado contrario.

— Por favor, Harry... – rogué de nuevo.

— ¿De verdad no quieres que lo haga? – preguntó a la vez que se detenía.

— De verdad.

— Está bien – aceptó, haciendo que me levantara y me girara para mirarle –. Te perdonaré tu deuda con una condición.

— ¿Cuál? – antes de hablar, Harry se sirvió un largo vaso de ginebra.

— Que te bebas esto de un trago.

— ¿Qué? ¿Estás loco? No puedo.

— Claro que puedes.

— Está bien – hice una mueca –, lo intentaré.

Harry me tendió el vaso. Yo lo acepté, con las manos algo temblorosas. Le miré a los ojos, algo asustada por tener que hacer aquello. Pero él parecía estar divirtiéndose. Y yo sabía que Harry no haría nada que fuera a causarme algo malo, por lo que beber aquella ginebra no debía asustarme tanto. Hice una mueca de asco justo antes de retener la respiración por un segundo para beberme toda aquella ginebra de un solo trago. Al bajar el vaso, volví a dar un fuerte grito. Y otro más. Sentía como el alcohol estaba bajando por mi garganta, haciendo arder cada milímetro de ésta. Mis ojos se humedecieron y dejé caer el vaso al suelo, haciendo que éste quedara hecho añicos. Harry gritó mi nombre y me cargó en brazos, sentándome sobre la mesa.

— Ten cuidado, podrías cortarte, tonta... – murmuró, soltándome con cuidado – ¿Estás bien?

— La ginebra está muy mala – gimoteé.

— Eres todavía muy joven para apreciar el sabor de ésta – rió él, acariciando mi mejilla –. Voy a ir a por la escoba, para recoger los vidrios del suelo. Tú no te muevas, ¿vale? No llevas zapatos, podrías cortarte.

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