Chapitre dix-sept

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26 Avril, 1925
France

Tragué incómodamente cuando la mujer de la tienda en la que nos encontrábamos empezó a tomar mis medidas. En mi busto, mi cintura, mis piernas... todo mi cuerpo. No me gustaba sentir manos tan cerca de mí. No después de todo lo que había pasado. Sin embargo, toda la ropa que me había probado aquel día me quedaba demasiado grande, por lo que Liam me había comprado las tallas más pequeñas y habíamos ido a aquella sastrería, donde harían arreglos a todas las prendas para dejarlas adecuadas a mi cuerpo.

— Lo siento mucho, Liam. Siento que tengas que gastar todavía más dinero en arreglar todas las prendas – dije, mientras la costurera medía de mi cintura a mi tobillo.

— ¿Por qué lo sientes? No es tu culpa. Probablemente en unos meses tendrás algo más de peso y las tallas normales te irán bien. Has pasado por mucho, petite... pero eso ya se ha acabado.

— Lo sé – sonreí –, a partir de ahora solo va a mejorar.

— Así es – asintió, agarrando mi mano y besando mis nudillos –. Tu vida se va a convertir en un sueño.

Cada vez que estaba con Liam, no podía evitar sonreír hasta que mis mejillas me dolieran. Y es que me hacía tan feliz que me costaba creer que fuera real. Creía que seguía durmiendo en algún callejón húmedo, oscuro y maloliente de Manchester; y que aquello, todo aquello, no era más que un sueño, intentando evadirme de mi oscura realidad, donde no era más que una pobre niña a la que habían robado la virginidad y luego abandonado.

Mon trésor, ¿estás bien? – preguntó Liam, preocupado – Parecías ida, y tus ojos se han humedecido.

— Estoy bien, Liam – murmuré, sonriendo de nuevo y secando mis lágrimas –. Solo recordaba el pasado, pero no debo hacerlo más... ya no tiene importancia.

— No me gusta verte triste, Chloé.

— No estoy triste. Me haces realmente feliz, Liam.

— Eso espero – murmuró, besando mis nudillos de nuevo.

— Esto ya está – dijo la costurera, alejándose algo incómodamente –. Ya tengo todas las medidas que necesito. Con suerte estará todo listo en un par de días. Daré prioridad a sus prendas.

— Muchísimas gracias – dijo Liam, sacando su cartera y tendiéndole el dinero que habían acordado –. Esta es la mitad del dinero, le daré la otra mitad cuando tengamos las prendas.

— Gracias, señor Langlais – la mujer agachó levemente la cabeza antes de tomar los billetes e irse tras el mostrador –. Tengan ustedes un buen día.

— Igualmente.

Liam alzó su brazo para que yo enredara el mío en él, así que me acerqué y le sonreí a la costurera en el camino. Tras eso, mi chico y yo salimos de nuevo a las soleadas calles parisinas. Al pasar por delante de una boulangerie sentí como mi estómago rugía al olor de los croissants y pains au chocolat recién hechos. Mis mejillas se sonrojaron al ver que Liam había podido oír mi estómago hambriento, ya que rió levemente.

— Ven, compraremos algo de comer antes de ir al chateau.

— Oh no, Liam... no hace falta.

— Pero yo quiero también. Venga, petite.

Liam me llevó hacia el interior de la boulangerie y nos detuvimos frente al mostrador, donde las pastas recién horneadas se lucían, todavía calientes, ya que se podía ver un leve humo por encima de ellas. Yo las miré emocionada, tratando de decidir cuál quería, cuando Liam habló antes que yo.

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