2 Octubre, 1923
FranceMe sentía mucho mejor después de haber conseguido dormir algunas horas gracias a la voz de Béa, que había cantado hasta que me quedé dormida. Al despertarme, pude ver que Béa y yo no estábamos solas. Había un hombre en nuestro apartamento. Abrí los ojos poco a poco, algo confusa, y miré al hombre sin entender qué hacía allí.
— Oh, ya estás despierta – dijo Béa, acercándose y dándome un beso en la frente.
— ¿Quién es ese hombre? – susurré, en voz baja, para que solo ella me oyera – Te he dicho que no te traigas a tus amantes a casa.
— Es el Doctor Lafontaine, Chloé... – me explicó, sentándose a mi lado y acariciando mi frente – Es amigo mío y ha venido a verte...
— ¿A verme? ¿Por lo de antes? Béa solo me ha sentado mal la comida... no es para tanto.
— Me quedaré más tranquila si dejas que te examine... ¿por favor? – pidió en un murmullo.
— No quiero gastar dinero en esta tontería, estoy bien.
— No nos va a cobrar, ya te he dicho que es un amigo mío. Por favor, Chloé. Solo será un momento.
— Está bien – suspiré, sin entender por qué insistía tanto –. Pero estoy bien.
— Gracias.
Béa se levantó y se acercó al hombre, hablando en voz baja con él. Luego se retiró hacia la cocina. Yo me incorporé, quedándome sentada al borde de la cama, mientras el doctor se acercaba a mí. Me tendió la mano, por lo cual yo extendí la mía y sacudí la suya levemente.
— Buenos días, Chloé. Mi nombre es Marc.
— No me pasa nada, doctor. Solo me sentó mal la comida... no es nada importante.
— Béatrice solo quiere asegurarse de que estás bien.
— Pero no me gustan las inyecciones – murmuré, haciendo una mueca.
— No te preocupes por eso – sonrió amablemente –. No habrá inyecciones. Solo quiero hacerte un chequeo rápido.
— Está bien, entonces.
El doctor sonrió de nuevo y se acercó a mí. Empezó tomándome el pulso y varias pruebas rutinarias. Pero luego abrió su maletín y sacó un pequeño bote que me tendió para que lo agarrara. Yo lo hice, sin entender qué quería que hiciera con él. Entonces, al notarlo, me sonrió levemente y señaló el baño.
— Debes orinar aquí – señaló el bote –. Lo necesito para hacerte unas pruebas.
— Oh... está bien – murmuré.
Me levanté y agarré el bote para luego ir al cuarto de baño y cerrar la puerta detrás de mí. Estuve varios minutos allí, ya que por la vergüenza y por los nervios me costó un rato poder llenar el botecito. Al salir de nuevo, con rubor en mis mejillas, le entregué el bote al doctor. Él se alejó, yendo hacia la puerta, donde pude ver que había dejado una jaula con un pequeño conejo marrón.
— ¡Aw, un conejo! – exclamé, viendo como el doctor Lafontaine sacaba al animalito.
— ¿Quieres jugar con él?
— ¿Puedo? – pregunté algo sorprendida.
— Claro, solo dame un momento.
Asentí levemente con la cabeza y esperé sentada en la cama, mientras el doctor se llevaba al conejo y su maletín al cuarto de baño, saliendo tan solo unos segundos después, para darme al pequeño animal, que parecía asustado. Le acaricié la pequeña cabeza, suavemente y poco a poco, ya que estaba aterrorizado, tanto que temblaba.
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Sinful love
FanfictionEn un mundo en el que lo importante no es quién eres, sino quién aparentas ser; los secretos más oscuros deben pertenecer a tu pasado. Sin embargo, Dios siempre se encarga de que los pecados salgan a la luz. Marie Bennett