31 Octobre, 1923
FranceMis ojos estaban cerrados, sin embargo, podía oír unos cantos angelicales a la lejanía. Era todo lo que oía. Unas armoniosas voces que cantaban una preciosa canción. Todo mi cuerpo seguía doliendo. Cada centímetro de éste. Poco a poco y con gran dificultad, abrí mis ojos, parpadeando levemente. Me encontré rodeada de luz, solo podía ver una brillante luz allá a donde mirara. Debía estar muerta. Estaba muerta y, por alguna razón que desconocía, había ascendido a los cielos. Intenté moverme, sin embargo mi cuerpo seguía doliendo como si en realidad me encontrara en el infierno.
— Soy el Padre Poiré – se presentó, poniendo una toalla húmeda sobre mi frente.
— ¿Qué ha pasado, Padre? – pregunté confusa, sin recordar cómo había llegado allí.
— Te lo explicaré, pero no ahora. Estás débil, y necesitas descansar – me dijo amablemente, tomando mi mano –. ¿Cuál es tu nombre?
— Chloé... – murmuré – Chloé Labelle.
— ¿Tienes algún familiar a quién quieras que avisemos de que estás aquí? Probablemente estén preocupados, llevas con nosotros casi una semana.
— Uhm... mi hermana... Béatrice Labelle – murmuré –. Vive en Montmartre, y trabaja en el Cabaret Le Monocle.
— Está bien, buscaré a alguien para que la avise.
— En el cabaret se llama Anaïsse...
— Está bien. Descansa ahora, Chloé. Estás muy débil. Iré a buscarte algo para comer.
— Gracias, Padre.
El Padre Poiré me sonrió levemente y se alejó poco a poco. Yo me incorporé un poco, sin terminar de sentarme, mirando a mi alrededor. El lugar estaba tan iluminado porque tenía grandes ventanales por los que entraba la luz del brillante día. Era una gran estancia, con varias camas, sin embargo yo era la única ocupando una de ellas. Había una monja en la entrada, que se acercó a mí con ojos brillantes, tendiéndome un vaso de agua.
— Todas mis hermanas y yo hemos estado rezando noche y día por tu alma – me dijo, cuando empecé a beber –. Y Dios ha escuchado nuestras plegarias, y te ha salvado, y en la víspera del Día de todos los Santos. Esto es una señal – dijo, antes de santiguarse –. Nos hace muy felices verte despierta.
— Muchas gracias, hermana – musité, algo incómoda –. Gracias por rezar por mí.
— Debes descansar – sonrió, tomando el vaso, ya vacío –. El Padre ha ido a por comida. Ha estado cuidado muy bien de ti. Es un buen hombre. Si necesitas algo, no dudes en llamarme, soy la Hermana Droit.
— Está bien, gracias de nuevo, hermana.
La mujer me sonrió una última vez antes de alejarse. Yo cerré los ojos y solté un largo suspiro. Estaba cansada y dolorida. Volví a abrir los ojos al escuchar unos pasos acercándose a mí. Era el Padre Poiré. Traía un plato de sola entre sus manos. Al acercarse a mí, dejó el plato en la mesa que había junto a mi cama y me ayudó a incorporarme hasta que quedé sentada. Luego, me acercó el plato y una cuchara. Tras eso, acercó una silla hasta al lado de mi cama y se sentó en ella.
— Imagino que debes tener cientos de preguntas en tu cabeza.
— Sí, así es, Padre.
— Puedes comer, debes estar hambrienta. Pero también puedes preguntarme lo que quieras, intentaré responder tus dudas.
— ¿Dónde estoy?
— Te encuentras en el Couvent des Carmes junto a la Iglesia Saint-Joseph-des-Carmes, en París, cerca del Pont des Arts.
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Sinful love
FanfictionEn un mundo en el que lo importante no es quién eres, sino quién aparentas ser; los secretos más oscuros deben pertenecer a tu pasado. Sin embargo, Dios siempre se encarga de que los pecados salgan a la luz. Marie Bennett