Chapitre trente-et-un

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30 Juillet, 1925
France

Entré en mi apartamento como un huracán. Fui directa a la habitación de mi hermana, sabiendo que con lo temprano que era ella seguiría durmiendo. Efectivamente, Béa estaba tumbada en su cama, sin haberse percatado de que había entrado en su cuarto a pesar de haber abierto la puerta con un fuerte estruendo. Me acerqué a ella y le arrebaté la sábana con la que se cubría a la vez que gritaba su nombre.

¡Béa! – grité, zarandeándome para que se despertara.

¡No Madam Cantineau, no estoy dormida en clase! – gritó ella, incorporándose de golpe hasta quedar sentada sobre el colchón.

¿Madam Cantineau? ¿Todavía tienes pesadillas con la profesora de primaria?

Esa mujer me dio muchas veces con la regla, Chloé – refunfuñó, volviéndose a acostar cuando se dio cuenta de que era yo –. ¿Qué quieres? Tengo sueño.

El Padre Poiré está a punto de morir... – dije, con un nudo en la garganta.

Oh, pobrecito. Pero por fin podré estrenar el vestido negro que compré la semana pasada.

¡Béatrice, no seas tan insensible!

¡Es que no entiendo por qué tienes que despertarme para decirme esto!

¡No me has dejado terminar de hablar!

A ver... – suspiró, sentándose de nuevo – ¿Qué quieres?

Me ha contado muchas cosas... sobre Harry. Sobre lo que pasó... tengo que saber si son verdad. Tengo que escuchar a Harry contándome realmente lo que pasó.

Pues ve a buscarle y dile que te lo explique, ¿qué tengo yo que ver aquí?

Ayer le amenacé, le dije que tenía que marcharse de París inmediatamente o que llamaría a uno de tus amigos matones... y me hizo caso. Por una vez en su maldita vida me ha hecho caso. Está de camino a Calais para coger un barco que le llevará de vuelta a Inglaterra.

¿Me vas a hacer ir a Calais contigo, verdad...?  

¿Por favor? – le pedí, haciendo un puchero.

¿Tiene que ser ahora? ¿No puedo dormir un poco más?

¡No! ¡Tenemos que ir ahora! ¡No sé a qué hora sale su barco, tenemos que llegar antes de que zarpe!

Está bien, está bien... – gruñó ella.

Béa se levantó perezosamente, a la vez que bostezaba, y salió de la habitación, probablemente yendo hacia el cuarto de baño. Yo me quedé sentada sobre su cama, a la vez que me mordía las uñas nerviosamente. No podía creer todo lo que estaba pasando. Si lo que el Padre Poiré me había contado era cierto, me sentiría horrible por la manera en la que había tratado a Harry. Sin embargo, él seguía teniendo parte de la culpa, porque no me dijo la verdad él mismo. Simplemente me mintió, haciéndome creer que realmente solo me había usado, y no lograba entender por qué me habría dicho si la verdad era completamente distinta.

Béa se acicaló y luego se vistió. Tras eso estuvo en el teléfono por varios minutos, hablando con varios de sus amantes y amigos, hasta que consiguió uno que nos dejaría su coche siempre que lo devolviéramos con el tanque lleno y en perfectas condiciones. Poco después el hombre ya había traído su coche y le había dado las llaves a Béa, después de pedirle algunos besos a cambio. Y en tan solo minutos, estábamos en marcha.

Sinful loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora