Chapitre treize

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Aviso: Hay un trozo escrito en francés. La traducción estará en los comentarios, si queréis leerla, haced click en los números junto al párrafo escrito en francés.

7 September, 1923

France

No me gustaba Montmartre. Viviendo allí, durante tan solo una semana, ya me había quedado más que claro que quería salir de allí cuanto antes. La gente me asustaba, me daba miedo. Sin embargo, Béatrice estaba cuidando de mí, y mucho mejor de lo que había esperado que pudiera hacerlo. Había traído a un médico, al parecer amigo suyo, para que me cuidara. Y tras aquella semana viviendo con mi hermana y siguiendo las recomendaciones de aquel médico, ya me encontraba mejor.

Sin embargo, el día que tanto temía había llegado: iba a empezar a trabajar en el cabaret en el que Béatrice trabajaba. La sola idea de volver a poner un pie en el lugar, me aterrorizaba. Pero tenía que hacerlo. Necesitaba dinero para poder ayudar a Béatrice a pagar por la comida y el alquiler del estudio en el que vivíamos. Tan solo iba a trabajar como camarera, no como bailarina como Béa, pero aún así, estaba aterrada.

— Venga, Chloé – dijo Béa, mientras caminábamos hacia el lugar –. No es para tanto. Además, las chicas del escenario acaparamos todas las miradas.

— ¿Pero tienen permitido tocarme? No me gusta que me toquen, Béa.

— Si se pasan de la raya puedes llamar a Elliott, él echará a quien haga falta. Pero piensa que cuanta más pierna toquen, más propinas te dejarán.

— Es repugnante, Béa. Yo no quiero que ningún hombre desconocido me toque las piernas.

— Pueden tocarte los pechos – rió ella, deteniéndose frente a la puerta del cabaret y saludando al guardia de seguridad que había en la puerta –. Hola, Elliott, querido. ¿Cómo estás? Te presento a mi hermana pequeña, va a empezar a trabajar con nosotros esta noche, así que espero que cuides bien de ella, ¿eh?

— Por supuesto, Anaïsse – sonrió él, dándole un beso en la mejilla a mi hermana, para luego acercarse a mí y hacer lo mismo –. ¿Puedo saber tu nombre?

— Uhm, Juliette – inventé, usando un nombre falso como Béa me había recomendado.

— Encantado, Juliette – sonrió, dejándonos pasar –. Espero que tengas un buen primer día.

— Gracias...

Béa enganchó su brazo al mío y se puso en camino. En el cabaret, que todavía no estaba abierto, había varias chicas caminando de lado a lado, o ensayando sus coreografías, mientras que un par de chicas estaban tras la barra, preparándolo todo. Béa y yo fuimos hacia su camerino, donde me hizo quitarme toda mi ropa hasta quedarme únicamente con mi ropa interior.

— Será mejor que te quites también el sujetador – dijo, buscando entre los brillantes vestidos que colgaban de un largo perchero.

— ¿Qué? ¿Por qué?

— Porque el vestido que voy a darte no queda bien con sujetador, se vería todo.

— Pero... ¿se me verá el pecho?

— No, Chloé... ¿pero qué pasaría si se te viera?

— Eso no está bien – negué inmediatamente –. El cuerpo de una mujer no debe exhibirse desnudo, Béatrice, eso debe quedarse para la intimidad de un hombre y su mujer.

— Oh por dios – bufó ella, poniendo los ojos en blanco –, deja de ser tan mojigata, ¿quieres? El cuerpo de una mujer es demasiado bonito como para no exhibirlo.

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