Chapitre vingt-sept

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23 Juillet, 1925
France

Recogí mi cabello hacia atrás, queriendo apartarlo de mi rostro, y levanté el marco de madera que había en el suelo, apoyándolo contra la pared. El Padre Poiré vino a paso rápido hacia mí y puso su mano sobre mi hombro, negando con la cabeza.

— No hagas tanto esfuerzo, Chloé. Harry está a punto de llegar, él puede cargar con esto.

— No hace falta, Padre. Yo puedo hacerlo – asentí.

— Por favor, Chloé – insistió –. Es demasiado pesado para ti.

— Harry no tiene por qué venir, puedo ayudarle yo, Padre.

— Él está aquí para eso, Chloé – sonrió –. Está aquí para ayudarme a reformar la Iglesia, para que ésta esté preciosa para tu boda con Liam.

— Pero... ¿usted va a quedarse a supervisar, verdad?

— Necesito descansar... – dijo, negando con la cabeza – Ya sabes que mi salud está delicada últimamente.

— No quiero que se enferme, Padre. Pero me gustaría que estuviera aquí, supervisando el trabajo del Padre Belcher, no confío en que él vaya a hacer un trabajo tan bueno como usted.

— Yo confío en Harry, Chloé – sonrió el Padre Poiré, sujetando mis manos –. Sé que estás nerviosa, porque quieres que tu boda sea perfecta. Lo será. No debes preocuparte de ello.

— Buenos días – exclamó la conocida ronca voz con acento inglés, acercándose a nosotros.

— Buenos días, Harry. Me alegra de que ya estés aquí, puedes ayudar a Chloé con esto, ¿verdad? – dijo, señalando el marco de madera.

— Por supuesto, será un placer.

— Yo ya me voy a ir a mi cuarto – asintió, empezando a alejarse –. Necesito descansar un poco.

— Claro Padre – asintió Harry, sonriéndole –. Descanse usted, ya ha estado trabajando mucho. Le acompañaré hasta su cuarto y luego vendré a ayudar a Chloé.

— Eso sería maravilloso. Gracias, Harry.

— En seguida vengo, Chloé.

Harry me miró, esperando una respuesta. Yo me quedé en silencio sin querer siquiera dirigirle la palabra. Él suspiró levemente antes de ayudar al Padre Poiré a irse al primer piso, donde se encontraba su alcoba. Yo me fui a sentar en uno de los bancos de la parroquia, tomando una larga respiración. Pensando que quizás debía irme, ya que no era buena idea que estuviera a solas con Harry.

— ¿Estás bien? – preguntó el chico, apareciendo de la nada, poniendo su mano en mi hombro.

— No me toques.

— Lo siento. Puedes irte si quieres, puedo hacer esto yo solo.

— No... tengo que hacer esto. Esta reforma es para mi boda.

— Hacía mucho que no te veía...

— Solo han sido dos días.

— Pues a mi se me han hecho eternos...

— Harry, ya basta.

— Perdón – asintió, bajando la mirada –. Será mejor que nos pongamos manos a la obra, ¿si?

— Sí, es lo mejor.

Harry se agachó a la caja de herramientas que había en el suelo, agarrando un martillo. Entonces se puso a preparar la puerta donde debía colocarse el marco. Yo, mientras tanto, me subí a la repisa de uno de los grandes ventanales y me dediqué a repararlo, sustituyendo aquellos pequeños cristales de colores que estaban rotos o habían desaparecido por completo. Un buen rato después, Harry me avisó de que la puerta estaba lista, y por tanto necesitaría mi ayuda para poder llevar el marco hasta ella. Se acercó a mí para tenderme su mano y ayudarme a bajar de la alta repisa, pero yo baje de un salto por mí misma, sabiendo que era mala idea que su piel y la mía se rozaran.

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