Capítulo 3.

354 20 3
                                    

Apenas llevaba treinta minutos en Lightwater y ya había aprendido mucho sobre el lugar.

Enumero:

1) No era solo un edificio, como parecía ser desde la entrada. Eran cinco: uno para oficinas, otro con las salas de clase y el comedor, uno para las habitaciones de las chicas, otro para las de los chicos, y otro para recreación (y con recración no se referían a un club con barra libre exactamente), solo que el primero, coincidentemente en el que vivía la directora, era tan gran de cubría todos los demás.

2) Tanto como la sección de la secundaria estaba completamente separada de la de la universidad, y nadie podía cruzar esos límites, los chicos no podían entrar a las habitaciones de las chicas, ni visceversa, por lo que Ben y Chris no pudieron ayudarme a subir mis cosas a mi habitación, que era en el cuarto piso.

3) El condenado lugar NO tenía ascensores, por lo que tuve que hacer cinco viajes hasta el cuarto piso para terminar de subir todo.

4) Las habitaciones eran compartidas, información importantísima que nadie recordó darme.

5) Mi compañera de habitación era una friki, información incluso más importante que nadie recordó darme tampoco.

6) Odiaba estar allí.

Por poco me da un infarto al abrir la puerta y primero, ver dos camas, y segundo, ver las paredes cubiertas por posters de animé. Gracias al cielo el asqueroso piso de madera dividía naturalmente la habitación en dos, y el que sería mi lado estaba impecable, o lo más parecido a impecable que puede estar una habitación con pisos de madera y paredes tapizadas con papel de mal gusto. Entré lentamente a la habitación, era amplia, pero mucho más pequeña de lo que esperaba. Tenía el tamaño de mi antiguo baño, y seríamos dos personas ahí.

Ya nada podría empeorar ese día, o la situación en general.

Como pude metí los baúles bajo mi cama. Ya eran las once y solo tenía una hora para adecentarme lo más posible para mi comienzo en ese lugar. Me duché en el diminuto cuarto de baño de la habitación y caminé en bata y con el cabello escurriendo hasta el pequeño armario donde el bendito folleto que me entregó Hooksenberg explicaba con innecesarios detalles que estaba mi uniforme.

Abrí las puertas y tuve que contener mis náuseas al ver el asqueroso modelo. Falda a cuadrillé azul que seguramente alcanzaría mis tobillos, camisa blanca, de la talla de una chica que era dos veces más grande que yo, zapatos negros estilo mocasín, calcetines, corbata, sweater azules, y una chaqueta gris idéntica a la que usaba la directora en la mañana, solo que la de ella estaba hecha a medida, y la mía parecía diseñada para una caja. Me lo puse y solo sentí más náuseas: me veía horriblemente desalineada, no solo porque el uniforme era feo, sino porque no tenía forma alguna y la figura que me preocupaba tanto en cuidar se veía tan desfavorecida que solo me daban ganas de sentarme en el suelo a llorar. Decidí no usar el sweatter, y el ancho de mi torso disminuyó notoriamente. Subí la falda tanto como pude, pero esta aún cubría mis rodillas casi completamente. Tendría mucho que arreglar ese fin de semana.

Me senté en la cama y sus resortes rechinaron fuertemente. Sería imposible dormir ahí. Respiré profundamente, cerrando los ojos.

Todo está bien, Mad, puedes con esto. Eres una chica fuerte.

Fue cuando la puerta de la habitación se abrió y vi a la chica más fea del mundo parada frente a mí. De cabello castaño oscuro, corto y frizzado. Piel con pecas, ojos azules perdidos tras una sola ceja gruesa y desalineada. De estatura media, aunque lucía casi como un elfo por la larga falda, y como un tronco de madera por el sweatter. Llevaba un morral de denim lleno de stickers y pins sobre un hombro. Sonrió al verme.

Best Mistake {h.s.}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora