Capítulo 9.

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La lluvia había comenzado a caer otra vez sobre el campo. Estaba a solo un metro y algo del techo, por lo que escuchaba cada gota caer sobre mí. Era lindo, me hacía sentir tranquila y calmada.

Había cerrado los ojos unos minutos, pero creo que me dormí y perdí la noción del tiempo que llevaba allí. Había pasado más de una hora antes de mi siesta, pero ya no estaba segura.

Escuché algunas voces desde el exterior. Seguramente me estaban buscando. Mis piernas estaban colgando a los lados de la viga sobre el vacío, pero las subí encima de la madera al oírlas. Tal vez no me verían.

Las voces se escuchaban más cercanas, por un momento estuvieron justo fuera del establo, pero comenzaron a alejarse.

Luego lo vi caminar al interior. La única persona que podría haberme hecho sentir peor, quien me había alejado abiertamente hacía unos días y quien me había separado de Margareth el sábado en la noche. Harry. Perdón, el señor Profesor Styles. Él. 

Dio unos pasos observando a ambos lados. Llevaba un impermeable negro empapado que goteaba a medida que caminaba. Se quitó el gorro del impermeable y acomodó su cabello tirándolo hacia atrás. Retuve la respiración unos segundos, no quería causar el menor ruido para que se fuera pronto. Ya no podría tener más problemas de todos modos.

Luego de un par de vistazos más a los lados y dentro de la casilla de cada caballo, se topó con algo en el suelo. Se inclinó para tomarlo y lo observó un momento. Era la caricatura que me habían lanzado en la clase. Debió caerse mientras dormía, no lo había notado. Él alzó la mirada y me vio.

Yo suspiré, respirando tranquila ahora que podía pero blanqueando los ojos. 

-Ahí estás...- sonrió él. Eso sonó como un hombre viejo que acababa de encontrar a su gato perdido sobre un árbol. -Baja, Maddison.

-No lo haré.- espeté sin ninguna emoción en mi voz.

-Entonces, tendré que subir yo.- se encogió de hombros. Se quedó mirándome unos momentos.

-Como quieras.- murmuré caprichosamente. Estaba actuando como toda una adolescente por primera vez en mi vida, y justo frente a quien no quería que me viera como una adolescente. Bien hecho.

Él rió primero, pero luego caminó a una de las vigas y la trepó ágilmente, justo como yo había hecho horas atrás. Se sentó del otro lado de la viga, apoyado en la pared frente a mí, y suspiró. 

-Tienes a todos muy preocupados, ¿sabes?- dijo tranquilamente. Me sorprendía que estuviera tratándome tan cercanamente, pero no tenía ánimo para alardear al respecto. Ni siquiera quería que estuviera ahí. 

-Entonces vaya, profesor, y dígales dónde estoy así me envían de vuelta a Estados Unidos de una condenada vez por todas.- dije cruzando mis brazos, casi abrazando mi torso, indefensa. 

-¿Tan terrible es estar aquí?- preguntó. No había ironía o burla en su voz, solo curiosidad.

-Es peor.- respondí. No quería conversar, pero él por primera vez sí. 

-¿Qué es lo tan terrible?

-Todo.

-No puede ser tan malo... Creí que te estabas integrando bien, que tenías amigos.- comentó subiendo una pierna sobre la madera para apoyar el brazo sobre su rodilla. Planeaba quedarse allí, al parecer. ¿Acaso todos querían hacerme sentir mal ese día?

-Bien, hay una razón por la que estoy aquí sola en el medio de un establo bajo la lluvia y no con mis amigos, y es porque no tengo ninguno.- exclamé.

Best Mistake {h.s.}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora