Capítulo 2.

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Por un momento, sentí que iba a vomitar, pero entonces, en menos de un minuto, todo eso que había aparecido a nuestro alrededor en la carretera desapareció.

El pueblo había terminado. Era condenadamente pequeño.

Volví a sentarme con la espalda apoyada en el respaldo del asiento y respiré profundamente. Comenzaba a hiperventilar, pero ya había terminado ese momento horrendo.

Sarah alzó sus ojos azules hacia mí y sonrió. La maldita perra se estaba riendo de mi sufrimiento. La ignoré y puse play a mi iPod otra vez. Necesitaba relajarme, y no había mejor manera de hacerlo que con algo de música. La hermosa voz de Adam Levine llenó mis oídos, cantando alegremente Sugar, una de mis canciones favoritas del nuevo álbum de Maroon 5.

Recordé que tenía entradas para su concierto en Nueva York en diez días, mi mejor amiga Dinah y yo no nos perderíamos un evento así. Eran entradas exclusivas, con pases al backstage. Maldije en mi mente por centésima vez desde que había subido a ese auto.

Cerré los ojos e intenté alejar esos malos pensamientos de mi mente. No iban a ayudarme a salir de esta situación. Me concentré en tranquilizarme y en escuchar la letra de la canción por unos momentos. No me perdería nada nuevo en el paisaje, solo más aburridas y estúpidas granjas.

Cuando abrí los ojos otra vez vi en el horizonte, opacado por los vidrios oscuros del auto, otro edificio. Este era mucho más grande que una simple casa, tenía al menos tres pisos de altura.

¿Acaso ese era el lugar en el que pasaría los próximos tres meses?

El cartel a un lado de la carretera era claro:

Lightwater Boarding High School: escuela internado.

Era allí. Era ese lugar. Estaba pasando. 

Decidí que, por mi salud mental y la salud física de mi hermana, no iba a proferir ningún tipo de comentario. Guardé silencio, aunque mi respiración se alteró notablemente. No comprendía qué me pasaba, normalmente no era tan inestable. Me sentía completamente fuera de control desde que había llegado a ese lugar.

Nos acercamos al edificio. El auto pasó sin problemas la barrera de entrada que estaba custodiada por dos hombres con ridículos uniformes. Siguió el camino y estacionó justo frente a una gran puerta de entrada, donde estaba parada una extraña mujer.

Mi padre me observó y sonrió. Yo intenté hacerlo, pero no fui muy convincente. Él abrió la puerta y bajó del auto, seguido de Sarah. Finalmente lo hice yo, él estaba sosteniendo la puerta para que lo hiciera.

Una brisa helada congeló la piel de mi rostro y mis mejillas ardieron. El ambiente se sentía húmedo. Lo primero que pensé fue que no podría controlar mi cabello en esas condiciones.

Nos acercamos a la mujer.

-Bienvenidos a Lightwater.- sonrió ella estrechando la mano de mi padre. -Soy la directora del establecimiento, Cheryll Hooksenberg.

-Es un placer.- sonrió papá. -Rickard Alexander. Ella es mi hija mayor, Sarah.

-Encantada de conocerla, señora Hooksenberg.- dijo Sarah con aquella sonrisa de mujer perfecta que tiene todo en su vida bajo perfecto control tan ensayada que sabía fingir tan bien.

-Es un placer conocerlos a ambos.- dijo observándolos un momento. -Y tú debes ser Maddisson.- dijo mirándome por encima de sus hombros. Yo estaba parada detrás con los brazos cruzados, ya no sintiéndome tan terrible. Di un paso adelante, mi padre y Sarah se movieron para dejarme frente a frente con ella. -Encantada. Soy la directora Hooksenberg.- repitió aquella frase extendiendo su mano hacia mí. La tomé. Estaba fría como la mano de un muerto, aunque nunca he tocado una, y sus dedos eran tan delgados que podía sentir cada uno de sus huesos bajo su piel. Su cabello era gris, casi blanco, aunque no parecía tan vieja. Lo llevaba recogido completamente tras su cabeza, ni una hebra fuera de lugar. Llevaba una falda hasta la rodilla y blazer gris, pulcra y elegante. Apestaba a jabón y a disciplina, desde el pañuelo azul anudado a su cuello haciendo juego con toda su ropa, hasta ese acento inglés que nunca fui capaz de tolerar.

Best Mistake {h.s.}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora