Capítulo 35.

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Observé la carretera frente a mí. El día estaba gris, por supuesto, como el 90% de los días en Lightwater.

Me sentía terrible. Harry se había ido, probablemente no volvería a verlo, y ahora estaba pensando en una manera sutil de confesarle a Chester lo que estaba sucediendo.

Ese sería su último día en Inglaterra, luego volvería porque estaba en plena temporada de football. Me recogieron una vez que las clases del día habían acabado y cenaríamos juntos en el pueblo.

Aún quedaba algo de luz de día, pero el sol se ocultaba con rapidez. Observé el camino a mi lado. El verde cesped y aquella barrera de rocas que llegaba hasta el pueblo. Allí, justo en el lugar que pasábamos, metros más adentro cerca del arroyo estaba ese mágico lugar en que había hecho el amor por primera y única vez con Harry. El lugar al que nunca jamás regresaría luego de dos semanas. Catorce días. Solo catorce días y dejaría Lightwater para siempre, para regresar a Nueva York, a una nueva etapa de mi vida. Pensándolo en ese momento, no estaba preparada para nada de lo que vendría, y el solo pensarlo me hacía sentir que estaba en un lugar más pequeño.

En ese momento, con esos pensamientos en mente, comenzó a faltarme el aire. Me sentía encerrada, y mi cabeza comenzó a doler hasta el punto de hacerme creer que estallaría.

Habla. Habla ahora.

No moví la mirada de la ventana, pero no porque encontrara entretenido el observar el paisaje, sino porque necesitaba ver un espacio amplio y abierto, donde había suficiente aire que respirar, para no entrar en pánico.

Habla. Hazlo ahora, o lamentarás las consecuencias por siempre.

Pero no estaba preparada para hacerlo.

¿Alguna vez lo estarás, acaso? Deja de pensar en ti y solo en ti por una vez y habla.

Mis manos temblaban, las mantenía en puños cerrados sobre la falda de mi vestido, y estaban tan sudadas que pronto comenzarían a humedecer la tela también. Abrí la boca y mis labios temblaron, pero aun así hablé. Finalmente lo hice.

-Paren el auto.- dije aún observando por la ventana.

Mi padre y Chester mantenían una animada conversación sobre no sé qué, realmente no me importaba, pero aún así papá me escuchó.

-¿Qué dices, linda?- preguntó observándome a través del espejo retrovisor.

-Necesito que pares el auto.- repetí.

-¿Por qué? ¿Estás mareada?- preguntó Chester volteándose desde el asiento del acompañante.

-No... yo...- balbuceé.

-Maddie, linda, no puedo orillarme, creo que va a llover en cualquier momento.- dijo mi padre con una sonrisa.

-No lloverá, es así todo el tiempo.- dije comenzando a impacientarme.

-¿No puedes esperar? Tenemos reservación para dentro de diez minutos, aún faltan algunos kilómetros y...

-¡Oríllate, papá!- exclamé, oficialmente alterada.

Él hizo lo que le pedí rápidamente. Sin decir nada salí del auto y avancé hacia la parte delantera, respirando profundamente cada vez para reunir el valor que me faltaba. Mis tacones resonaban en el viejo concreto del camino, y la brisa fresca típica de la tarde erizó la piel de mis piernas y se coló por debajo de mi vestido. Puse las manos en mi cintura y caminé de un lado a otro.

Chester abrió la puerta del auto y salió, caminó hacia mí y tomó mi brazo.

-Estoy bien.- dije rápidamente, aunque el tono urgente de mi voz demostraba que no era así para nada.

Best Mistake {h.s.}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora