Esa semana mi trabajo era estar en la lavandería. Ahora comprendía perfectamente a lo que Catherine se refería con buenos y malos trabajos. Este definitivamente era uno de los malos.
La coordinadora, una chica del último año que no me odiaba tanto y se había dignado a hablarme, me había asignado a la tercera fase. Debía ordenar la ropa limpia y planchada y verificar las etiquetas con nombres (que todas las prendas debían tener) para enviarla a las habitaciones de sus dueños. Era un sistema sumamente organizado, bastante admirable, pero seguía siendo estúpido al igual que todo el resto de la escuela.
Habían pasado un par de días desde esa terrible noche de viernes, días que habían sido bastante diferentes para mí. El único contacto social que había tenido con personas de mi edad lo tuve al hablar por video-llamada con Chester, quien por supuesto sabía qué me había sucedido e insistía en intentar animarme aunque sin resultados positivos. Había estado sola todo el tiempo, en mi cuarto, en clases, en las comidas y en el trabajo.
Ben trabajaba conmigo ese día, pero no parecía interesado en hablar conmigo. Estaba con algunos amigos más y se veía entretenido, casi ignorándome, pero de vez en cuando me lanzaba una mirada tímida. Vaya idiota.
Había terminado de empaquetar algunas bolsas de ropa cuando apareció frente a mí la de Catherine. Había separado sus raras prendas a un lado hacía solo unos minutos, lo recordaba, así que caminé hasta otro mesón para buscar la pila. Cuando la encontré y volví a mi lugar de trabajo, vi que había más ropa adentro del saco. La habían puesto ahí mientras yo estaba distraída buscando la de Catherine. No era de ella. Era el saco de nuestra habitación, pero aquella tela de cachemire negro era demasiado linda como para pertenecer a ella. Era mi ropa.
Dejé la pila que tenía en los brazos a un lado y tomé la prenda del interior del saco. Ésta se deshizo en mis manos y los trozos cayeron sobre más retazos de tela.
Estaba rota. Toda mi maldita ropa estaba rota.
-Hey, ¿qué pasó con eso, Maddison?- preguntó Sean del otro lado del mesón. Sonrió. -¿Fue un ataque de pánico o algo parecido?
Observé a Ben. Él bajó la mirada mientras que a su lado Chris y algunas otras chicas de su mesa de trabajo reían. Tomé el saco y salí de la lavandería tan rápido como pude. Me había pasado los últimos días haciendo lo mismo, escapando cada vez que me sentía acobardada por algún comentario o situación. Me había convertido en una cobarde. O había vuelto a serlo, más bien.
Arrastré el saco mientras corría. Había perdido parte de mi fuerza esas últimas semanas, con la poca actividad física y la pésima comida era prácticamente imposible mantenerse en forma a menos que entrara a un equipo deportivo, algo que no haría.
Las lágrimas recorrían mis mejillas. Sentí el aire frío chocar contra mi piel y congelarme, pero no me importó. Seguí corriendo hasta que la puerta del salón 202 apareció frente a mí. Supongo que en realidad quería ir allí y mi subconsciente me guió sin que lo notara. Estaba afuera de todos modos, así que entré.
Él estaba sentado detrás de su escritorio. Había una pila de papeles y libros sobre éste. Su mirada estaba fija sobre una hoja y sostenía un bolígrafo en la mano derecha, listo para escribir sobre el papel. El resto del salón estaba vacío y las luces casi todas apagadas, excepto por la que estaba justo sobre él. Al escuchar el sonido de la puerta abriéndose y rompiendo con el tranquilo y silencioso ambiente, alzó la mirada. Los anteojos se deslizaron un poco sobre su nariz, cortando sus ojos justo a la mitad.
-Maddison... ¿estás bien?- preguntó luego de un momento de mirarme. Negué con la cabeza lentamente. -Ven, entra y cierra la puerta.- dijo poniéndose de pie, dejando sus anteojos y bolígrafo sobre el escritorio.
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Best Mistake {h.s.}
FanfictionLa perfecta vida de Maddison es interrumpida cuando su mal comportamiento y rebeldía la envían al otro lado del océano a un internado en Inglaterra, donde junto a su sexy nuevo profesor de Historia, descubre que no todo se consigue con dinero y que...