"Adicción" (Kendall)

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¿Por qué su hermano no aceptaba de una buena vez que se amaban? Seguro que sólo quería separarlos y dejar que Kendall muriera solo. Como su madre...

Kendall necesitaba a alguien que lo hiciera sentir vivo, porque había estado muerto hasta entonces. Y sin duda, el amor que _____ le proporcionaba era más que suficiente, no había vuelto a tener una pesadilla o a querer lastimar a alguien.

Y todo era por ella.

Kendall entró en la habitación, le pidió a Carlos que se retirara y se quedó a solas con su hermano mayor. La piel de la cara le ardía por el calor que la rabia le proporcionaba y había deseado que no fuera su hermano sólo para ponerlo en su lugar.

—¿Ya la dejarás salir de éste infierno?–preguntó quejándose debido al dolor que su hombro le producía.

Kendall se acercó al borde de la cama con sábanas hechas de suave lino, se sentó al pie de ésta y tomó las sábanas en un puño para controlarse. Debía hacerlo, era su hermano, no podía cometer una estupidez.

—Esto no es el infierno. –comentó con ligero enfado–Éste es su hogar y es su deber estar aquí.

Kevin lo miró con enojo marcando la pequeña marca en la frente, era obvio que no se esperaba esa respuesta de parte de él. Pero es que tan sólo le decía la verdad, la realidad que Kevin se negaba a aceptar, quedándose en la errónea idea de pensar que Kendall no era lo suficientemente bueno como para cuidar de _____.

Pero lo era, lo había demostrado y lo más importante era que su _____ lo había notado también. Era una audaz e inteligente chica como siempre lo supo. Aún recordaba que a pesar de que cuando tocaba con ella el piano y le rozaba los dedos con intención, ella sólo adquiría un ligero tono rosado pero seguía con la melodía que él pedía.

Y eso le fascinaba, nunca pudo encontrar a una mujer que se acoplara tanto a él después de la muerte de su madre pero cuando _____ entró a su salón de clases el primer día de la escuela preparatoria en la que trabajaba. Todo su cuerpo se había conectado a ella y había dejado de sentirse triste por la partida de su progenitora.

Sin embargo, su corazón se ensombreció con una sombra tan negra cuando James Maslow, un niño todas mías, la había evaluado con su mirada. Deteniéndose en sus pechos y su culo y después lo oyó hacer una pequeña apuesta con el idiota que tenía por amigo, Logan Henderson.

Una apuesta que sin más, había llevado a su pequeña niña a los brazos de ese inmenso idiota y la había arrebatado de su lado.

Pronto su actitud había cambiado en los primeros meses de su noviazgo con James, faltaba a su clase y no lo miraba con la misma admiración de en un principio. Incluso cuando la rozaba, ahora ella ya no se sonrojaba ni pedía disculpas en un tono tan bajo que sólo él escuchara.

¡Qué Dios condenara Maslow por besarla y tocarla! Era suya y siempre sentía que una porción de él moría cuando ella dejaba todo para estar con el capitán del equipo de baloncesto.

Ella tenía tanto poder sobre él que le asustaba que perdiera el control y pensara que lo más sano fuera apartase de él, como en un principio lo había hecho...
No, claro que no, lo más sano, preciso y correcto era que se quedara con él que la dejara amarla por el resto de sus días y que juntos murieran los dos, sin nadie que les estorbara ni estropeara su felicidad.

—Tiene que verla un médico, hermano. —insistió Kevin—Ayer, cuando llegué estaba moribunda.

Kendall se horrorizó, eso no era cierto, sólo lo estaba asustando para que la dejara libre. Pero eso no sucedería, nunca.

—La policía está comenzando a investigar. —aseguró Kevin— Y el hecho de que ahora trabajes más eficazmente y llegues con más felicidad al trabajo no les ha pasado desapercibido—habló incorporándose.

Sudó frío. Eso no lo esperaba, pero aún no despertaba sospecha. Estaba seguro de que estaba cubriendo todo perfectamente.

—No se la llevarán. –habló con determinación después de un tiempo.

Kevin se sentó en la cama llevando su mano, correspondiente al brazo sano, al hombro y dijo:
—Maslow no se va a quedar callado por mucho tiempo. Ni yo lo haré.

La mirada horrorizada en los ojos de Kendall se hizo presente y le desfiguraba el rostro, su hermano lo iba a traicionar y no se mordía la lengua cuando lo admitía.

Entonces pensó. ¿Qué era más importante para él? ¿Su hermano o el amor de su vida? Sin duda tenía una respuesta.

Se acercó lentamente a la pequeña bolsa que había usado Carlos para colocar las gasas sucias de sangre y una por una las fue sacando de ésta.

—Kendall, si en realidad la quisieras... Esperarías por ella. –comentó comenzando a ponerse los zapatos, su hermano mayor.

Kendall se levantó y tiró las gasas en el basurero del cuarto de invitados. Las miró por un segundo y después tomó la bolsa con ambas manos en cada extremo de ésta. No la quería, la amaba y Kevin no entendía, ya había esperado demasiado para que su niña estuviera a su lado y ahora que lo estaba no la podía dejar ir. Aunque le costara la vida.

—Espera. Pronto ella será una chica madura, decidirá estar contigo y tendrán una familia. Como las personas normales.

Todo su cuerpo se tensó.
"Tendrán una familia" su mente dijo "____ tendrá hijos contigo y les pondrá más atención a ellos, no a ti. Después te olvidará y te apartará lejos para que los mocosos le pertenezcan y tú no la puedas tener" Había cambiado de opinión claro que si, era mejor que no tuviera a nadie en su corazón más que él y por eso había decidido no tenerlos.
Estuvo al borde de llanto, imaginando como _____ sostenía a un niño y lo abrazaba, pero no a él. No al hombre que había dado todo por ella.

—Ella es mía. —bramó con furia.

Se lanzó sobre su hermano, poniéndole la bolsa sobre la cabeza y cubriéndola con el plástico. Kevin luchó, pero estaba cansado, lo que ponía a Kendall en una situación de ventaja.

Su cuerpo se sentía poderoso mientras oía a su hermano ahogarse en sus manos, el dolor que lograba verse en sus ojos lo satisfacía tanto que estuvo a punto de reír. Sin embargo sólo sonrió. Tener el control de la vida de alguien era más que placentero y pronto dejó de sentir que Kevin perdía fuerza, no sólo por falta de oxígeno, sino porque estaba muriendo.
Pero él no paró hasta que dejó de sentir cualquier signo de pulso.

Había matado a su propio hermano pero no sentía remordimiento alguno, en su lugar estaba una sensación nueva. La sensación de matar a alguien y era tan placentera...

Perfecta Obsesión |Kendall Schmidt|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora