"El bueno, el malo y el verdugo"

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Después de verlo irse, de verlo arrancarme el corazón del pecho. Puertas se abrieron y se cerraron, se escucharon llantos, sentí cientos de brazos cerrarse a mi al rededor, voces susurrantes diciéndome lo bien que iba a estar ahora.

Pero nadie era él. Ninguno tenía la capacidad de llenar el vacío en mí.

— Mi hermosa niña, ya estás con nosotros. –mi llorosa madre dijo con angustia.

Estaba frente a mí y tomaba mi rostro con fuerza. Su aliento se hacía vapor en el aire y lo podía ver claramente gracias al fresco ambiente que se generaba por la lluvia.

— Estábamos tan preocupados.–me abrazó mi padre.

Mi vista seguía mirando el punto dónde Kendall había desaparecido y cuando me di cuenta, estaba rezando. Me encomendaba a cualquier santo para que nadie lo siguiera, para que él estuviera a salvo y llegara a nuestro hogar. Con Carlos.

Nuestro.

Claro que lo era. Era nuestro. El lugar dónde nadie nos podía juzgar ni tocar, nadie nos hacía daño ahí.

Todo lo había jodido James.

—Tenemos que ir a la comisaría para que puedas dar testimonio.–mi padre sonaba tenso– Deberás decir todo lo que te hizo... El señor Schmidt.

Me aparté de él y lo miré horrorizada.

—Él no me hizo nada.–exclamé severa mente.

Mis padres se miraron con dolor, el mismo dolor que Kendall veía en mis ojos los primeros días, cuándo yo pensaba que no lo amaba.

Es porque estás loca.” Gritaba mi subconsciente. “Kendall sólo te dañó, niña estúpida, mírate.”

Sacudí mi cabeza en negación.

—No crean lo que diga James. –rogué con los ojos desbordados en lágrimas– Es un maldito cobarde.

Mi padre trató de abrazarme, pero no podría tolerar estar cerca de una persona que odiara tanto al amor de mi vida. Me alejé, como si me repeliese.

—Tendrás que hablarlo con alguien en comisaría, _____. –sonó derrotado y bajó los brazos que me iban a recibir hace unos momentos.

Me envolvieron en una frazada para impedir que me resfriara, me dieron un vaso de agua.

La madre de Heather estaba al pie de su cuerpo que ahora estaba cubierto por una bolsa de lona que después se encargaron de subir a una ambulancia. Mi mirada entonces viajó hasta la señora de pelo rubio y uniforme de enfermera.
Vanessa Williams era la madre de mi mejor amiga y a decir verdad, sólo sentía pena por ella, por haberlo dado todo para que su hija se hubiera convertido en una perra traicionera.

Al pasar a su lado ella devolvió mi mirada y yo, incapaz de apartarla, me acerqué a ella, le di un abrazo.
Era como el beso de Judas, creo que ella pudo sentir en mí cómo mis músculos aún tenían el recuerdo de haber aplastado la cara de su hija contra el asfalto.

— Dios sabe que sólo existe alguien malo aquí, _____, pero no eres tú.

Me separé de ella con la mirada sorprendida. ¿Lo sabía? ¿Cómo?

La sangre de mi ropa se había ido hace mucho de mi ropa y cara gracias a la lluvia. Pero como es que ella aún podía observarlo.

—Claro y esperemos que pague todo esto que nos ha hecho. A todos. –sentenció mi madre, detrás mío.

Me sostuvo por los hombros fuertemente y me obligó a caminar, mientras la mirada de Vanessa aún estaba pegada a mi nuca.

La ambulancia que nos esperaba tenía a dos paramédicos que se dedicaron a revisarme todo el cuerpo. Observaban mis hematomas y apuntaban en sus registros. Mirándose con lástima.

Porque, ¿cómo no iban a hacerlo? Yo era la pequeña chiquilla que habían secuestrado y que su príncipe azul la había salvado.
La verdad era distinta. Y la historia que se tejía en mi cabeza para salvar el pellejo de Kendall era otra.

Estaba más que claro que todos harían lo que la víctima dijera, que todo podría parecer incriminatorio hasta que la víctima lo desmintiera.

Pero, era mejor que Kendall pagara. Él era la verdadera mala persona aquí. Me había violado, golpeado e incluso mató a nuestro propio hijo. Era el verdadero demonio. Aunque había matado a su hermano para estar conmigo. Quizá vivir en el infierno con él no estaría mal.

James, por otro lado, no merecía nada de lo que le estaba sucediendo. Él era inocente y había tramado ésta perfecta trampa. Él era el bueno, el que era justo. El que era un cobarde y además, el hombre que me dejó quemarme sola para subir a su propio paraíso sin mí.

Todo dependía de lo que dijera, todo dependía de como era contada la historia desde mi punto de vista y a qué hombre decidiera salvar.

El camino hacia el hospital fue corto. Me revisaron de nuevo y me dieron ropas secas.

Los oficiales llegaron veinte minutos después. Y yo había tomado una decisión.

—Señorita Green, necesitamos que usted nos aclare lo que pasó.

Mi garganta se había secado de repente. No lo podía creer, estaba siendo traicionada por mi propio cuerpo.

Mi apellido había sonado tan extraño después de ser llamada constantemente con el apellido de Kendall. Era extraño estar en el mundo real, de nuevo.

—Tenemos la declaración del joven Maslow. La doctora Carmichael se reúso a hablar con nosotros antes de... Bueno, antes de que chocará con su automóvil.

¿Regina Carmichael? Ella era amiga de la familia de Kendall, la misma que me había revisado días antes.

—Necesitamos que usted nos diga qué pasó, cómo fue que James Maslow la encontró para corroborar la historia de él. –terminó el oficial, era el comisario de la ciudad. Y amigo de mis padres.

Sus palabras aunque inquisitivas, sonaban lentas y precavidas.

Tenía sólo una oportunidad para hablar y cambiar todo. ¿Estaba lista?

Y de pronto, sollozos desde mi garganta salieron, horrorosos, como si me estuvieran torturando. Aunque lo hacían sin darse cuenta. El comisario me ofreció un pañuelo.

Estaba llorando porque Kendall me había jodido no sólo la vida, sino que también la mente. Estaba llorando porque había matado a mi mejor amiga y además, ahora había descubierto que mi novio era un hijo de puta, uno grande.

Cathy y Mike, los padres de James me miraban con un poco de curiosidad desde el marco de la puerta. Eran buenos abogados.

—No puedo.–le dije al comisario y lo miré con dolor–¿Cómo se puede delatar a la persona que amas?

El comisario miró a los padres de James y luego a los míos.

—¿Está hablando de Kendall Schmidt?–interrogó.

Negué.

—Claro que no.–sollocé–James. Él fué quién hizo ésto. Amenazó a Kendall. James sabía muy bien que Kendall me quería como si fuera su... Hermana. Desató en él unos celos posesivos y entonces amenazó al pobre señor Schmidt para que matase a quién quisiera, pero que él quedara con las manos limpias. ¿Acaso no lo ven?
Nos forzó a tener relaciones, lo obligó a matar a su hermano y luego... lo obligó a matar a... Heath... A Heather.
Y aún así... Lo sigo amando, comisario... Perdón... Yo... Lo siento.

—¡ERES UNA PUTA MENTIROSA!–gritó Cathy mientras caminaba hacia mí y todos se interponían en su camino para alejarla de mí.

Fue así, como mi sentencia para James terminó, cómo no disfrutar cuando eliminas a la plaga si los quemas lentamente...

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El capítulo final es el siguiente, estén atentaaaaaaas 😌

Perfecta Obsesión |Kendall Schmidt|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora