"Eliminando a la plaga" (Kendall)

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La mente de Kendall no estaba en calma, se sentía aún aturdido por lo rápido que se había deshecho de los policías. Por lo bien que podía actuar como inocente y por cómo fingió total dolor por el hecho de su pequeña aún no fuese encontrada. Lo más creíble fue cuando sacó los papeles de qué, en efecto, le había pagado a un detective privado para investigar la desaparición de la chica.

Su mente maestra había engañado a todos.

Todos creyeron su coartada, estaba en casa, con Carlos, remodelando la habitación de su madre, estaban esperando a Kevin pues aún no superaban el trágico suicidio de su madre hace unos dieciocho meses atrás.

Kevin, fue el más afectado, el que siempre se sintió más cerca de su madre. Así que dieciocho meses después de la muerte de su madre, él también cometió suicidio. Y Kendall había llorado como nunca en su vida cuando recibió las noticias, cuando los policías pasaban cada foto ante sus ojos. Había llorado porque su pequeña estaba apunto de serle quitada de su corazón. Para siempre.

“— Mi hermano no puede estar muerto. – dijo Kendall incrédulo, mientras las lágrimas más creíbles del mundo escurrían por su sonrojado rostro – Mi hermano nunca lo haría. Él no lo haría. Ésto, debe ser un crimen. Y quiero que encuentren al responsable. ”

Mintió claro que lo haría, pero aún le faltaba ser interrogado por el otro caso.

“— La señora Maslow asegura que su hijo fue golpeado por usted. Y que según sus sospechas, usted tiene a la señorita Green cautiva. ¿Es cierto? – pronunció el detective.

Kendall levantó la mirada aturdido, tenía que parecer que recién se despertaba de un golpe, para recibir otro, tenía que parecer inocente.

No la culpo. Sí, amenacé a su hijo porque estaba tirando de la señorita Green con fuerza cuando estaba ebrio la noche del baile de invierno. La amiga de la señorita Green estaba ahí.  Hayley puede confirmarlo, pero confieso que no sólo lo amenacé de palabra, lo empujé de manera brusca para que dejara de ser un cretino con la chica y cayó a la acera. No fue un acto muy ético por parte de un profesor pero mi alumna estaba en peligro. – mintió de nuevo, tan sereno que todos lo creyeron, el pobre profesor que se acababa de quedar sin familia y que aún así seguía ayudando a los padres de su alumna a buscarla. La historia fue magnífica y a todos les sentó bien.”

Kendall era un buen ciudadano, había donado a caridad varios miles de dólares, separaba su basura e incluso había empezado trabajar como profesor de música para niños y ellos lo adoraban.

Por el contrario, James Maslow estaba ahora "saliendo" con Halston Sage mientras su novia seguía desaparecida, había estado arrestado una noche por conducir ebrio y había sido pillado drogándose en diversas fiestas.

El buen ciudadano que había matado a personas contra el mal ciudadano que no había matado a ni una mosca. ¿Quién ganaría?

Por supuesto, revisaron la casa de Kendall. Todo. No encontraron nada porque Carlos había actuado con precisión, dos horas de ardua limpieza. Ningún rastro, ninguna falla. La lejía actuaba con rapidez y no podían oponerse a que Kendall aseara su casa todos los días. Incluso puso algunas cosas de decoración regadas para que hacer válido el plan que desde un inicio tramaron con tanta audacia. Traer a _____ a vivir con él.

Kendall fue liberado y ahora conducía a la casa Maslow para eliminar a la plaga.

Tenía un par de guantes de látex puestos, ropa recién comprada y también los zapatos. Eran cosas que él no compraría en tiendas que él no compraría.
Sabía que la contraseña del celular de Maslow era el día que ganaron el campeonato. Y sabía que la de Halston era "SHandJM" y que recién la había cambiado en clase de computación mientras él ayudaba a su compañera Blythe supervisando que nadie copiara en el exámen de su materia. Eso, fue mera suerte.

Cuándo llegó a la propiedad Maslow comenzó su plan: subir por el jardín vertical que se localizaba debajo de la ventana de James y entrar por la ventana abierta.

La entrada no fue fácil, las botas que llevaba eran demasiado grandes para sus pies y se resbaló unas cuántas veces. Pero llegó.

Momento de localizar el teléfono: junto a su cabeza. Miró también que junto a ella, se encontraban unas píldoras y una jeringa junto a una liga de goma. Kendall sonrió, no pudo ser más sencillo.

Tomó las píldoras pero estaban intactas, Maslow no había tomado nada de ellas. Entonces se dirigió a la jeringa, tenía que encontrar dónde guardaba el resto de su porquería y haría parecer que tuvo una sobredosis.

Buscó bajo la cama, quizá él también las guardaba como su madre lo hacía... Sabía que una sobredosis debía lucir como accidental así que no debía aplicar mucha, pero tampoco tan poca.

¡Bingo! Ahí estaba, la tomó y la abrió. La porquería estaba ahí en todo su esplendor, y las jeringas estaban preparadas y listas. Tomó tres.

— ¿Qué carajo? – dijo Maslow con la voz ronca, mirándolo.

Y entonces Kendall vió con el reflejo de la luz de luna, las pupilas dilatadas del joven pero no sabía si era porque era de noche o porque estaba drogado.

— Sí querías un poco de mi arsenal me debiste pedir un poco, Brad. Tomó el que necesites pero no me dejes sin nada.

El rubio suspiró, sí estaba drogado. Y entonces el plan seguía. Tomó la mano de James para dejar huellas dactilares de el chico, colocó la liga al rededor de su brazo, y justo donde estaba el punto anterior aplicó dos jeringas y media al torrente sanguíneo del chico bronceado. La mitad de la última, la dejó en la mano que no correspondía la brazo con la liga.

Salió por la ventana. Y quemó la ropa al en un bote de basura cerca de un bar cercano. Manejó a su casa tranquilo, estaba casi amaneciendo cuando llegó así que se dirigió a la cabaña.

Estaba feliz porque no había tenido que usar a Sage. Todo había sido más complicado si Maslow no hubiera sido un adicto.

Abrió la puerta de la cabaña y vió a su pequeña urgando sus cosas. Las cosas prohibidas, las que guardaba sólo para él. Nadie las podía tocar, ni siquiera ella.

—No debiste meterte entre mis cosas, pequeña ratoncita. – hizo una pausa –Voy a tener que castigarte tan fuerte que hasta a mí va a dolerme.

Y sintió como su miembro daba pequeños tirones, sintiendo la excitación.



Perfecta Obsesión |Kendall Schmidt|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora