"No lo amas"

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Kendall se veía tan guapo como siempre y se veía tan tenso como todas las veces que había intentado matarme. Era la mezcla perfecta de lo que estaba bien y de lo que estaba mal con nuestra humanidad.

— No debes tocar los tesoros de los demás, mon petit chou. –comenzó a caminar hacia mí.

Sus hombros tomaron una postura recta y comencé a considerar que más orina saldría de mi cuerpo por el miedo.

— ¿Qué es ésto? –dije en voz baja, haciéndolo más por inercia que porque yo lo deseara.

Kendall me arrebató el álbum de las manos.

— Eres tú. –achinó los ojos y me miró– ¿Acaso no te reconoces?

El sarcasmo de su voz impregnó mi incredulidad con rapidez, y dejaba a su paso, miedo. Puro y en todo el esplendor de la palabra.

— ¿Todas las has tomado tú? –volví a preguntar.

Asintió con la mirada dura puesta en mí, evaluando cada facción cambiante por las emociones.
— Todas, excepto la última.

La sacó del pequeño plástico que la envolvía y me la dió. Estaba conservada perfectamente.

— La tomó Hayley, sí no mal recuerdo. Es una buena fotógrafa.

Su aliento en mi nuca se hacía casi nauseabundo mientras se acercaba detrás mío para rozar su miembro en mis nalgas. Aún no notaba que estaba mojada por la orina y que pronto vomitaría por el edor que emanaba mi entrepierna.

Apartó mi cabello e hizo que dejara el álbum a un lado. Colocó su barbilla en mi hombro y aspiró con profundidad.

Parte de mí, la que estaba cómoda con el amor de Kendall, se avergonzaba por el olor a orina y mis pantalones húmedos. La otra parte, la que deseaba verlo muerto quería que le repugnara a tal grado que me dejara en paz para siempre. O al menos... Durante los próximos cinco minutos.

— ¿Por qué la foto nuestra y la de tu madre se parecen tanto?

Él se quedó petrificado, casi oí el sonido de sus dientes rechinando, era un tema frágil.

Se apartó de mí y cerró los cajones que había abierto con fuerza. Mis ojos se cerraban con fuerza cada vez que él azotaba un cajón.

Pude escapar, soy una idiota. Todo éste tiempo pude escapar. ¿Quién lo impedía?

— Eres más pura y perfecta que ella. No te preocupes.

Su respuesta me tomó por sorpresa, él se notaba cansado. Respiraba con rapidez debido al esfuerzo anterior pero siguió.

— Ella era una puta adicta. Tú eres un ángel. No dejes que su parecido te intimide. Ella no es tú.

— Pero lo desearías. –pronuncié con un jadeo– ¿No es eso? Desearías que fuese ella.

Kendall me miró, directo a los ojos. Ese Kendall que no era del que yo estaba enamorada, era el Kendall malo, ese que me dañaba.

— Nunca, no. No lo desearía jamás.–me miró horrorizado– ¿Crees que soy un mounstro?

Sí, sí pensaba que lo era. Pero lo amaba. ¿No es cierto?

— No.

A Kendall se le aguaron los ojos y me golpeó en la mejilla. Tan fuerte que caí al piso. Mis manos se astillaron con la madera.

— Te amo. Y sabes que tengo que castigarte.

Me puso de espaldas al piso y el se sentó a horcajadas en mí, a la altura de mi pecho.

— Lo siento, mon petit chou. Pero tus ojos han cambiado, cada vez lucen más como los de Kathy. Cada vez están más empeñados a hacerme daño. –me tocó la cara con delicadeza– No lo permitiré, jamás. Nunca se acercará a tí, nunca nos separará.

Levantó el puño y lo estampó directamente a mi cara.

Me gustaría decir que, cómo en las películas, perdí el conocimiento después del primer golpe. Eso, me habría ahorrado el miedo y el horror de ver al hombre que "amaba" convertido en un animal horrible y sin razón.

Fueron ocho puñetazos a mi cara, o al menos esos conté. Podía sentir la sangre en mi boca y podía sentir, también, su miembro crecer entre mis pechos. Y por alguna razón yo también estaba excitada. Estábamos tan enfermos, que la parte que aún lo amaba me dijo que nos merecíamos el uno al otro.

No sentía mi nariz y la temperatura se apoderaba de mis ojos. Estoy segura que pude haber muerto. O quizá ya estaba muerta... Ojalá.

Me desmayé mientras me cargaba sobre su hombro y veía el hilillo de sangre salir de mi boca al piso.

— Te daré un baño y después descansarás.

En esos pocos momentos de lucidez antes de sentir el agua cubrir hasta mis hombros descubrí que no, yo no lo amaba. Ya no.

Perfecta Obsesión |Kendall Schmidt|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora