Mis sentidos estaban puestos en los brazos que me sostenían, todo a mi alrededor estaba frío y la luz del día se veía gris, como ahora, como mi vida en este momento.
—Ya estamos bien, mon petit chou. –susurró Kendall contra mi mejilla–Nunca más van a separarnos.
Kendall se sentía cálido, casi tan bien como la comodidad de un hogar, él era mi hogar.
Aunque era bastante bueno para ser verdad. La tenue luz que se abría paso entre las espesas sombras de la fría cabaña y me daban una clara imagen de que era lo que se encontraba ahí.
La cabaña era pequeña, era más bien un cuarto hecho de madera, las medidas no rebasarían más de cuatro metros de ancho por nueve de largo. Y era fría, misteriosa, pero en cierto momento pudo resultarme acogedora.
El olor a pipí que emanaban mis piernas y la sensación pegajosa no me impidió seguir esculcando dentro de lo que parecía que no era propiedad ajena, sino propiedad del que ahora yo consideraba, el amor de mi vida.
El sol revelaba curiosidades que jamás habría imaginado, pero ahí estaba, un escritorio de madera un poco podrida y húmeda. Eso no era todo, colocados por arriba de ella y pegadas a la pared había unas cuántas fotos, parecían ser todas fotos de chicas.Aunque con la ayuda del sol, pude ver que no eran sólo "chicas", lo que borró por un momento la molestia que comenzaba a formarse en mis entrañas, para pasar a mi esófago y vomitar directo al suelo, ensuciando mis pies con el poco líquido que pudo salir de mí a esas horas de la mañana.
Lo que veía no eran simples fotos, es más ni siquiera era yo o simples chicas, en todas se veía a la misma chica, sonriente, con un peinado ochentero y suéteres un poco amplios. Era bonita, tenía el cabello castaño claro, unos ojos verdes impresionantes, la boca pequeña y la tez blanca.
En la mesa había un libro, estaba desgastado y un poco polvoso, los instintos que me guiaban en ese momento acabaron con la poca cordura que teñía a mis neuronas (o lo que quedaba de ellas). Y lo abrí en la primera página.
Ahí estaba yo, tendría al menos unos 8 años en la foto y me encontraba en el bosque que estaba cerca de mi casa. Las memorias vuelven hacia mí como en automático. Recuerdo estar jugando al escondite con mis primos, que venían de visita. Mis padres invitaban a mis tíos de vez en cuando para que la casa no estallara con sus problemas, mis primos, mayores por no más de tres años que yo, hacían de distracción. La foto era vieja, quizá unos ocho o nueve años tendría.
Mi mente se llenaba de miedo mientras pensaba en que, desde ese entonces estaba siendo constantemente vigilada, de que mi paranoia no se trataba de sólo unos cuántos traumas por los problemas de mis padres, sino que era real, todo era real y era Kendall. Kendall era ese hombre que constantemente aparecía entre sueños, era ese hombre del cuál me tenía que cuidar, pero también de aquel al cuál tenía que entregarme.
Pasando página, se hallaban otras más, una con mis padres, en nuestras vacaciones por Hawaii y entonces lo recordé, un turista había tomado esa foto, tenía cabello rubio y ojos color verde esmeralda que resplandecían tan fuerte que con mis pocos trece años y mente de chica alterada por hormonas pude pensar que era el tipo más guapo que conocía. Lo era, era Kendall. Con el cabello rubio largo, con un poco de barba que brillaba como oro y con un suave toque.
Todas eran fotos mías y el álbum estaba repleto, fotos con mis amigos, con Hayley, con James, cocinando con mis padres, durmiendo en el sofá de la sala y acostada en mi cama junto a una orquídea.
La última página tenía una foto, junto a otra, parecían las mismas, una copia exacta.
En la primera, una foto tomada por el periódico escolar, era de mi recital de piano, yo tenía un vestido azul pastel de tirante que me hacía ver aún más pálida, Kendall me pasaba un brazo por los hombros y llevaba un traje de color café. Tenía un helecho en la mano porque ese fue su regalo para mí, él sabía bien que las plantas sin flores eran mis favoritas. Sonreí.
Dejé de sonreír cuando mis ojos se posaron en la otra foto, la "réplica", era una polaroid, bastante vieja a decir verdad. En ella se encontraba la chica de las fotos, tenía el mismo vestido que yo y junto a ella se encontraba un chico que no era Kendall, pero sí muy parecido. El chico sostenía una orquídea en la mano, de igual manera que Kendall sostenía mi helecho en la otra foto. Bajo la foto se leía una inscripción en un tipo de letra muy femenina: "Kent & Kathy 4ever".Todo se conectaba entonces, el nombre de "Kathy Schmidt" resonaba en mi cabeza como un trueno y lo abría con violencia para que la información formara una nueva pista dentro mío.
—No debiste meterte entre mis cosas, pequeña ratoncita. –su voz me heló la sangre y mi piel se erizó–Voy a tener que castigarte tan fuerte que hasta a mí va a dolerme.
Kendall estaba en el umbral de la puerta de la cabaña, tenía sudor en su frente, el cabello alborotado y llevaba la misma ropa del día en el que fue a su trabajo por última vez.
—Todo está bien, mon petit chou. Nunca más vendrán a buscarte.
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Perfecta Obsesión |Kendall Schmidt|
Fanfiction"El demonio es real, pero él no es un pequeño hombre rojo con cuernos y cola. Él puede ser hermoso, porque es un ángel caído y solía ser el favorito de Dios."