"Huir"

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Los ojos de Kendall brillaban bajo la luz de los faroles, era un momento crucial, pues estábamos fuera de casa. Él me llevaba a dónde supuestamente podíamos obtener nuestra venganza.

Quisiera decir que puedo controlar mis sentimientos hacia él justo como él puede controlar el impulso de golpearme, es inútil.

Lo intenté, y sí, lo odio. Sé que no debería estar con él pero algo en mí me impide estar lejos de él, he descubierto que es como si se tratase de una droga, algo que altera mi organismo y es capaz de hacer que incluso en mis momentos más fuertes me pregunte: ¿Kendall lo aprobaría? O incluso, ¿Kendall me seguiría amando después de lo que hiciera?

Estaba claro que él ya me "amaba" lo suficiente como para obtener una venganza y que me tenía la suficiente confianza como para dejarme salir, sería muy fácil huir de él en este momento, tendría que abrir la puerta del auto y saltar...

— No te recomendaría hacer eso. – la voz gélida de Kendall causó mi vuelta a la realidad de manera abrupta.– Lo siento si te asusté es sólo que es tan fácil leerte ahora.–suspira– Aunque en ciertas ocasiones me sorprendes.

— En ciertas ocasiones incluso me sorprendo a mi misma.–tomo la mano que tiene libre y que está más cerca de mí, beso sus nudillos y la pongo en mi regazo.

Sus ojos, tan brillantes, me miran por un largo instante y no importa si nos impactamos contra otro auto en este momento. Así que lo miro de igual forma, con admiración y amor.

Quisiera morir en estos momentos, quizá lo deseo porque no quiero seguir con él, pero de igual forma estaría encantada de morir a su lado.

Aunque es demasiado tarde como para que otro auto esté en el camino ahora mismo, vuelvo mi cara para observar el pavimento y entonces él también lo hace, aunque deja su mano en mi regazo, quitandola sólo cuando necesita cambiar la velocidad.

Recuesto mi cabeza sobre la ventana mientras observo el paisaje, los pocos faroles siendo más constantes conforme avanzamos, las casas se vuelven más visibles y empiezo a reconocer el vecindario.

Tomó una postura recta y miro con incredulidad hacia dónde nos dirigimos.

A la casa de los Maslow.

Mis ojos se abren, sorpresivos, cuando veo que Kendall aparca justo debajo de uno de los postes que tienen una cámara de seguridad.
Trato de esconderme en mi propio asiento y Kendall ríe a mi lado.

—Algo que aprendes de estar unos minutos en la cárcel de la ciudad es que la seguridad de ésta es una farsa.–señala a la cámara– La comisaría no tiene los fondos suficientes como para dar un mantenimiento correcto, así que pretende que todos sus ciudadanos están protegidos.

Se encoge de hombros y se pone la capucha de su sudadera negra.
Me ha dado una sudadera gris a mí y unos pantalones negros, me ha hecho ponerme los guantes más grandes que ha encontrado.

Sigo sus movimientos, así que bajo del auto y me pongo la capucha.

Kendall cubrió las placas con una tela cuando salimos de casa, así que lo encuentro asegurándose de que todo esté bien y en su lugar.
El auto en el que venimos es otro, no sé si siquiera le pertenezca, pero es uno muy viejo. La pintura de éste, está cayéndose y cuando me quito el guante para sentir la textura de ésta deja en mis manos un rastro rojo ladrillo, óxido.

Kendall evalúa la casa que tenemos a unos pasos. Comprueba las cerraduras e incluso lanza algunas piedritas a las ventanas. Ningún rastro de personas.

Mientras él hace eso, yo miro a mí alrededor. Puedo gritar. Los vecinos de James me conocen, puedo gritar y alertar a todos o incluso... puedo huir.

Doy un paso atrás...

— Su madre sigue trabajando y quizá él se encuentra en la fiesta de tu amiga.

¿Fiesta? ¿En casa de Heather?

—No creo que ella hiciera una fiesta, ella no era así, nunca las hacía cuando estaba aquí.—suspiro.

Es decir, cuando yo estaba fuera. Fuera de este mundo que Kendall había creado para mí.

—Sí, está haciendo una fiesta porque en unos meses se va a estudiar a Europa.–se encoge de hombros.

Mi mente está agonizando.

Es cierto. ¿¡En qué estaba pensando!? Todo el mundo seguía su curso mientras yo estaba desaparecida, mientras yo estaba con alguien que sólo se sentía seguro porque yo le daba seguridad.

Era como estar muerta.

—¿____?–dijo mientras me miraba, él aún estaba en la puerta de la casa.— ¿Estás bien?

Tenía este momento de trance, ese en el que puedes observar cuán feliz eras antes, volviendo a mí los momentos felices junto a mis amigos, mis maestros, mi familia. En todos ellos, de alguna forma u otra estaba una sombra demasiado grande oscureciéndolos. En todos ellos estaba Kendall.

Volví a la realidad cuando el señor Price, el vecino del frente salió con Tennesse, su doberman.

—¿Quiénes son ustedes?–preguntó y Tennesse comenzó a ladrar.

Entonces, ese fué mi pitido para salir. Así que corrí hacia la casa de mi mejor amiga. Sabía que podía pasar entre las cercas de los vecinos, y que Tennesse no me haría daño.

—¡Mierda!–escuché a Kendall.

No me importó, corrí al lado del señor Price, lo miré a la cara mientras el miraba la mía también, tenía el ceño fruncido y la mirada confundida, aunque después de un tiempo pudo comprender lo que pasaba.
Volví la vista al frente y él dejó que Tennesse corriera, y así lo hizo en dirección a Kendall.

Quisiera decir que ahí fue dónde terminó todo, pero sólo acababa de empezar. Acababa de hacer enfadar al tornado que era Kendall y estaba a punto de llevarse todo a su paso.

Perfecta Obsesión |Kendall Schmidt|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora