"Asesino"

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Kendall había entrado y ahora estaba en el baño de nuestra habitación, se veía preocupado pero no hice una pregunta. Sabía que no le gustaba ser cuestionado.

Tal vez Kevin había tratado de entablar conversaciones sobre nuestro amor prohibido y de alguna manera había logrado convencerlo.
Mi vista se nubla instantáneamente con lágrimas que ni siquiera sé de dónde salieron. Me va a dejar ir.

Mis palabras no me impactan hasta que recuerdos me invaden, de nosotros en la cama, de nosotros tocando el piano. De él deseando hijos conmigo.

Me seco las lágrimas porque estoy escarbando muy pronto dentro de él y sus intenciones. Y entonces me percato sintiendo mi estupidez a flote en mi piel, no sé nada de él.

No conozco como fue su infancia, como fue la relación que tenía con sus padres o con sus hermanos. No sé si pasaba las fiestas en casa de sus abuelos o si se decidían viajar a otros lugares.
Me reprendo mentalmente por mi ignorancia, tal vez era eso lo que necesité todo este tiempo, que me dejara entrar en su mundo para comprender la oscuridad que lo acechaba.
Era obvio que necesitaba curarse y que yo podía hacerlo, sólo tenía que saber qué lo atormentaba.

Un ruido en el baño me hizo estremecer y abrí la puerta. Ni siquiera estaba cerrada y entonces caí en la cuenta de que estaba esperando que yo entrara para estar con él.

La vista me impactó, el espejo de cuerpo completo estaba roto y mi oscuro caballero estaba hincado frente a éste sosteniendo su cabeza con la mano ensangrentada por la fuerza que empeñó para romperlo.

No se movió, no bramó con furia, no me golpeó. Sólo lloró, tenía la cara roja y los ojos apretados con fuerza.

—Tardaste en venir.–susurró hacia mí mientras yo me acercaba– Ven aquí, chérie.

Avancé con rapidez y sin cuidado, me incliné a su lado sin importar que los pequeños vidrios se encajaran con fuerza en mis rodillas y pies. Yo no importaba ahora, él era lo importante en este momento.

Lo sostuve en mis brazos, él estaba ahogándome porque intentaba sacarlo de su miseria y nos estaba envolviendo a los dos en ella. Sin embargo, no importaba. Si moría con él en el intento de salvarlo, moriría feliz.

No envolvió sus brazos en mí sino hasta que sus sollozos se hicieron más ensordecedores y sentía sus lágrimas mojar la tela de la ropa que yo llevaba en ese entonces, me abandoné con él porque estaba segura de que él iba a dejarme libre. Y no pude evitar sentirme feliz, angustiada y triste.

Jamás esperé que me dijera lo que soltó después de que su cuerpo dejara de convulsionarse debido a su llanto, jamás esperé que sonara tan distante como en ese momento pero lo hizo y mi corazón murió un poco más. Un poco más porque ya había muerto cuando James me dejó aquí, cuando Kendall me violó la primera vez y ahora.

—Maté a mi hermano. –dijo.

Y resonó en mi mente. Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Cuando iba a llegar a la sexta, respondí con el cliché más esperado.

—¿Qué?–casi grité.

Lo solté sin pensarlo y comencé a temblar, no podía creerlo. Había matado a una persona, no sólo a una persona. A alguien que estaba tan ligado a él más que yo.

Me alejé instintivamente y me sacudí los vidrios de as piernas, pero no me levanté sólo creé una distancia entre nosotros para mantener mi seguridad.

Kendall no hizo nada para seguirme, no actúo con fuerza ni con furia, sólo dejó caer su manos en su regazo y se quedó perdido en sus pensamientos. Ni siquiera me miró, sabía que estaba avergonzado.
No le creía, tal vez sólo lo golpeó y Kevin aún estaba débil así que se desmayó o tal vez Kevin sólo estaba dormido, las excusas se agolpaban en mi mente intentando justificar el comportamiento poco apropiado de el hombre que estaba protegiéndome.

Entonces como por reflejo, me levanté del piso de azulejo que cubría la superficie del baño, pasé por nuestra habitación y apresuré el paso cuando sentí que Kendall me seguía de cerca.
Recorrí el pasillo a zancadas veloces y abrí la puerta de golpe.

Había visto múltiples escenas de asesinatos en las películas, muchas de esas veces no sentía nada, es más siempre me pregunté cómo sería matar a alguien.
Aunque ahora el pánico que invadió mi cuerpo me hizo querer gritar, pero no lo hice. Así que sólo miré.

La presencia de Kendall la sentía como una llamarada de fuego caliente en la habitación. Estaba observando mis reacciones.

—No lo toques.–sentenció–Si lo encuentran te culparán a ti, yo no he dejado huellas.

Admiré el cuerpo inerte frente a mí siguiendo las indicaciones de Kendall.

Kevin tenía los ojos inyectados en sangre y bien abiertos, su cara estaba de un ligero tono lila y sus labios parecían resecos con un fuerte tono púrpura tomando posesión de ellos. Más abajo su cuello, justo a la altura de la manzana de Adán, se venía bien marcada una línea negra rodeada de subtonos en amarillo, morado y azul.
Era magnífico admirar el cuerpo humano sin vida.

Kendall me tomó los hombros en gesto reconfortante y lo logró, me transmitió el poder que sentía él en su cuerpo, se inclinó ligeramente hacia mí y susurró en mi oreja.

—Se lo merecía. –me dijo, mientras yo seguía mirando el cuerpo sin vida de lo que una vez fue su hermano– Quería separarnos y juré protegerte. Sólo protegía lo que es mío.

Me volteé hacia él y subí mis manos a sus mejillas sosteniéndolo para sellar sus labios y los míos con un beso. Lo entendía perfectamente, yo también lo haría por él.

—Gracias.–murmuré sobre su labios y tomé su mano para darle un beso.

Perfecta Obsesión |Kendall Schmidt|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora