Unreal | Joaquín Correa

Capítulo 4

No pasó un día hasta que él me escribió. Pasaron cuatro, y a esas alturas yo ya había perdido toda esperanza de un futuro reencuentro o siquiera un mísero like en Instagram. Y todo, poco a poco volvía a la normalidad.

Ni una selfie me pude hacer- pensaba siempre que lo recordaba.

Estaba en mi habitación, recién salía de ducharme cuando escucho mi celular. Probablemente de Carlota.

Me paré frente al espejo en mi habitación. Bufé, cansada de mi apariencia. Tomé un remerón de Adidas (multimedia) y me lo coloqué, junto con mis medias y mis zapatillas blancas. Peiné mi desastre de cabello y busqué mi celular.
Casi me da un infarto cuando leo aquel mensaje. Y sentía como si hubiera caído de espaldas al suelo. Pero no, estaba de pie. Inmóvil.

+54 .... ....

Hey, Soy Joaquín! Éste es mi número👋

No necesitaba más. Ya sabía de qué Joaquín se trataba. Mi corazón comenzó a latir como si estuviera frente a él.

Me senté en la cama.

¿Qué le respondo?

No una idiotez, por favor.

Rena:
Hola👋 Ya te agrego

Su respuesta tardó en llegar, más de lo deseado.
De seguro se había arrepentido de escribirme.

Joaquín:

Dale!👌

Qué haces?

Rena:
Estaba por ver una peli.

Vos?

Joaquín:
Con un embole

Querés salir?

Me tiré sobre mi cama y comencé a saltar emocionada. Me estaba invitando a salir. Mis nervios estaban de puntas y tal vez no era nada importante pero para mí, era como que me ganara la lotería multiplicado por mil. Caí sentada en la cama y respondí su mensaje en WhatsApp.

Rena:
Oka, yo también estoy aburrida🙋

Mentira, hoy había planeado maratón de una de una de mis sagas favoritas, Harry Potter.

¿Qué me pongo?

Di un salto, de pronto me sentía con más energía que Popeye luego de comer espinaca, saqué un conjunto de mi closet y lo dejé sobre mi cama para luego colocarmelo. Era temprano, pero era la primera cita después de mucho tiempo
Me maquillé, aunque no demasiado, y coloqué perfume en mi cuello.

Me di un último vistazo en el espejo y bajé a la planta baja. Después de todo eran las siete de la tarde, no iría a ninguna fiesta o algo así.
Intentaba convencerme de mi atuendo cuando mi madre apareció.

—¿Pensas salir?—preguntó. Me conocía.

—Sí, con Carlota, por un helado—mentí. No estaba de humor para sus sermones.