Unreal | Joaquín Correa

Capítulo 7

Narra Joaquín:

Cuando me enteré que había salido, enseguida me preparé para ir a Tequila. Bianca había publicado un par de historias en Instagram sobre el boliche.

Pero claro, esa chica y el desastre venían de la mano.

—No seas chiquilina—dije al verla en la puerta de mi apartamento cruzada de brazos.

Intentaba parecer seria pero se veía tan tierna como un conejito con ropa.

—¿Yo? ¿Chiquilina?—espetó.

—Sí, no veo a nadie más acá.

—Vos me traes a tu casa y me tratás mal. ¿Yo soy la chiquilina?—habló.

—Perdón—dije.

Ella parecía meditarlo unos momentos.

—mmmm... Bueno, pero con una condición— habló altanera y ahogué una carcajada.

¿No me podría haber tocado alguien más tierna para que me tirara su mojito encima, no?

—No te rías—vio mi expresión.

—Bueno—intenté ponerme serio.

—Debes firmar un autógrafo para Carlota y sacarte una foto con ella—propuso.

—¿Quién es Carlota?

—Mi amiga—respondió y asentí.

—Vamos, que te debe estar buscando—dije y sonrió triunfante.

—Genial.

Subimos al ascensor.

—Pero una sola. Si ella sale mal no es mi problema—hablé para ver su respuesta.

Ella me miró divertida.

—¿Y vos no podés salir mal?—habló.

¿Por qué su voz era así?

—No, soy hermoso— dije esperanndo su risa. Bingo, rió sonoramente.

Tenía una risa contagiosa, y como ella, linda. Porque eso era, linda.

—Sos re tierna—pensé en voz alta. Y al instante me arrepentí de haberlo dicho.

Ella dejó de reírse y se sonrojó.
Y cada vez se veía más dulce.

—Gra-gracias—habló vacilante.

Esta chica rompía récords de ternura cada minuto.

Durante todo el camino de regreso ella estuvo sonrojada. No era para tanto, pero se veía linda. Era una mina linda y que sin dudas llamaba la atención.

Antes de que bajaremos del auto, en la playa del boliche no le quité el seguro al auto porque ella se veía pensativa y nerviosa al mismo tiempo y también para aclarar las cosas.
Ella intentó abrir la puerta pero no pudo, entonces me miró.

—Está trabada—dijo y quitó su cinturón.

—Dije que me pareces tierna porque es así... Nada más— hablé y ella me miró.

—No tenés que decirme nada—habló evitando mirarme. Supongo que estaba avergonzada.

—Es que quería aclararlo—excusé, no sé si quería aclararlo para ella o intentar creérmelo.

—No me aclares, fue un cumplido—dijo—Los cumplidos no se aclaran—agregó.

—Por eso, no fue un cumplido. Fue una pavada que dije—hablé y su expresión cambió. Ahora se veía un poco molesta.