Unreal | Joaquín Correa

Capítulo 6

—A ver, a ver, ¿Sos tonta o te haces, Rena?—preguntó Carlota. Me volví a mirar en el espejo.

—No, pero tampoco podía violarlo—razoné.

—¿Y por qué no?—se acomodó en mi cama—¡Es el Tucu Correa!

—Ay, Carlota ya fue. Salimos pero nada más—hablé con madurez.

Ella me miró perpleja. No contuve más la risa y ambas comenzamos a carcajear como morsas con problemas mentales. Ni yo me creía ese papel. La verdad era que estaba muerta por el tucumano.

—Eso te queda bien—miró el conjunto que me había probado.

Ella ya estaba lista, como siempre, yo no decidía que ponerme. Había elegido un jean ajustado tiro alto con las rodillas rotas y un top negro con holanes que dejaba ver mi abdomen, y unas sandalias negras con algunos detalles en dorado. Carlota se ocupó de mi maquillaje, ella amaba maquillarme.

—Creo que estoy—miré mi apariencia en el espejo.

—No seas vueltera—dijo y tomó sus cosas.

Me había invitado al boliche, y le costaba convencerme pero había accedido. Hacía tiempo que no salía a un boliche o alguna fiesta. Sonreí cuando ella comenzó con sus sesiones de fotos, siempre hacía lo mismo, subí varias fotos a mi redes, y luego una story en Instagram.

Fuimos a la casa de un amigo suyo, donde haríamos la previa y luego partimos a Tequila. No conocía a nadie aparte de Carlota que reía sin parar.

Entramos al boliche y el olor a alcohol, cigarros y sudor invadió mis fosas nasales.

Ew.

Fui directo a la barra y pedí un mojito. El barman me lo dejó en la mesa y le sonreí en forma de gracias.

Salí a bailar un poco. Carlota bailaba frenéticamente con su amigo.

Un chico bastante alto se acercó y comenzamos a bailar hasta el cansancio. Volví a la barra agotada y pedí otro mojito.

Ésta vez llevé el vaso hacia la pista, el chico alto no estaba. ¿Dónde se había metido? Me giré sobre mis talones para ir en su búsqueda cuando choqué contra algo duro. Mi bebida cayó en una camisa negra con detalles florales.

Abrí mi boca sorprendida y llevé mi mano para cubrirla al ver el desastre que había provocado sobre la camisa de aquel pobre sujeto.

—Justo a vos te vengo que encontrar—su voz sonó. El desastre y éste chico venían de la mano.

Me detuve en seco. ¿Era él?

—¿Joaquín?—elevé una ceja.

—No sé si es destino o qué—dijo y sonreí—Pero cada vez que te veo, pasa algo...

—Algo malo—terminé su oración—Perdón, te juro que no fue intencional.

—Deja—me apartó cuando intenté ayudarlo.

—Perdón. De verdad.

—Ya está—miró su camisa.