Capítulo 24

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—¿Se va?—preguntó asustada.

—Sí, marmota, se va—. Respondí sin dejar de caminar.

Llevaba horas dando vueltas en mi habitación, sin saber que hacer. Hablarle o no; responderle o ignorarlo. Entenderlo o no. El día anterior me había enviado un mensaje que me hacía sentir mucho más culpable e inmadura de lo que ya me consideraba.

Quizá nunca tendría que haberlo besado, correspondido aquel beso que desataría una nueva adicción.

Carlota agarró mi computadora y suspiró cansada de mi actitud.

—¡Es su trabajo, Rena!—Dijo.

—Y lo entiendo, eso es lo peor... Me encanta su trabajo, no puedo detenerlo.

—Por eso tenés que entenderlo, de verdad, se tiene que ir y no se puede hacer nada—. Me tiré encima de ella y me dio unos golpes en el trasero.

—No quiero que se vaya—dije lloriqueando y golpeando sus piernas.

—Va a volver—. Me dijo. Como amaba a mi amiga.

Y tenía razón, pero después de mucho tiempo. Además, podía conocer a muchas chicas lindas; un continente para él. Y yo quedaría como una retardada esperándolo.
Carlota se fue, y miré la rosa en la maseta, aún tenía que transplantarla. Era viernes, lo que significaba mañana se iba, y volvía mi madre.

Agarré la maseta y salí de mi casa con destino a mi invernadero.

Nadie excepto él conocía eso de mí. Era mi pequeño mundito donde podía esconderme, y ahora tendría algo que venía de él. Miré la pequeña planta con fastidio.

Mientras caminaba vi varios anuncios donde aparecía Rocio Robles, aunque intenté ignorarlos no me salió y terminé rompiendo los afiches. Estaba tan linda, con sus ojos claros y bronceado perfecto.

¿Por qué me habría seguido en Instagram? ¿Acaso era cómo mi socia? No, definitivamente no, si yo no era nada de Joaquín. Y de solo pensarlo me angustiaba.

Iba perdida en mis conclusiones inútiles cuando alguien me tiró del brazo tan fuerte que hizo que me gire.

—¿Qu...—Estaba por decir, pero vi quien era. Arrugué mi ceño.

—Rena, escuchame—. Dijo Joaquín.

—No te tengo que escuchar...—Me giré para volver a mi destino pero él se posicionó a mi lado.

—Tengo que volver, aunque no quiera. Tengo que jugar—explicó.

—¿Y yo que fui?—Pregunté molesta.

—¿Cómo?

—Sí, ¿Qué fui? ¿Un pasatiempo de un mes? ¿Tu distracción? ¿Te ayudé a matar el tiempo acá en Argentina? ¿Y quién va a ser en España?—Mi bombardeo de preguntas retóricas lo dejó callado. Hasta que llegamos al invernadero.

—Rena. Escucha, no hables escucha—. Volvió a jalarme del brazo e hiso que suelte la maseta y caiga para romperse.

Lo miré enojada y agarré la planta con el poco de tierra y la puse en otra maseta más grande. Donde podría esparcir sus raíces sin problema.
Todo eso con él viéndome.

—Voy a volver; y no fuiste mi pasatiempo. Si lo fueras, no estaría acá. Quiero seguir conociéndote, si me dejas. Porque no entiendo como alguien como yo tuvo oportunidad con alguien como vos.

Lo miré. La verdad es que yo no era quién para hacerle dramas, era futbolista. ¿Quién era yo para ponerle reproches? ¿Quién para que él estuviera así? Y con ese discurso había logrado comprarme a la primera palabra.

—Voy a estar acá—Dije y sonrió. Aunque me dolía.

Se acercó y me besó, como solo él sabía hacerlo. Puse mis manos sucias de barro en sus cachetes y sonrió para luego separarse. Y aunque estaba llena de inquietudes y dudas no me podía resistir a la boca de aquel tucumano. Por más que fuera por solo unos segundos.

—Me ensucias...

—Era el objetivo—. Hablé y volvió a mostrarme esa sonrisa.

Llenó sus manos de barro de la maseta y me agarró para ensuciarme. Tenía la marcas por todas partes, sus manos dibujada en mi ropa.

—¡Estás loco!—Chillé.

—¡Estamos!

Pasamos la tarde trasplantando la rosa y jugando un poco con la jardinería.
La noche cayó con rapidez.

—Quiero que vayas a despedirme.—Pidió.

—No puedo, tengo hockey— excusé mientras me acomodaba a su lado en el piso.

Ya estábamos completamente sucios.

—Ni te dije la hora, Maca, me voy por la tarde—Dijo. Uff.

No quería verlo mientras se iba, no quería decirle adiós, tenía miedo de parecer muy estúpida o chiquilina porque me interesaba de verdad.

—No sé, voy a ver si puedo ir—. Mentí. Ni yo me lo creía.

—Dale, Rena...

—Ya te dije.

—Rena...

—Bueno, Bueno. Voy a ir—suspiré.

Me obligó a que me siente sobre él para poder besarlo mejor, para no arruinar nada. El silencio reinaba y nuestros besos no se detenían.

Entonces recordé que mi madre también volvía el sábado, y por la tarde.

Pero no quería separarme, así que no lo hice. Me perdí en su olor a tierra mojada, en su perfume, en él.

Luego de una ronda de besos él me acompañó a mi casa, y nos despedimos.

—¿Qué pasó?—me atacó Giselle apenas entré.

—Ay, Gise, casi me das un infarto. Nena—llevé mi mano a mi corazón.

—No te me hagas la enferma, ¿Qué pasó?—me siguió hasta el living, donde me tiré en el sofá a ver Los Simpsons.

—Nada.

—No sos buena mintiendo, tonta—me golpeó y le devolví el golpe con la más o la misma intensidad.

—Es que ya te dije, es jugador...

—¿Y?

—Y se va de Argentina, mañana, a la tarde—. Hablé rápido y abrió su boca.

—¡Oh!—Alargó la 'o'.

—Gracias por hacerme sentir mejor—. Rodé mis ojos.

—¿Y qué van a hacer?—ladeó su cabeza.

—No somos novios. Apenas nos vimos, tiene que trabajar, así que no sé.—Metí mis labios dentro de mi boca.

—Pero si se tienen las re ganas—aseguró, hasta me asustó su seguridad.

—Puede ser.—Le resté importancia aunque por dentro moría de emoción.

—Ay, nena, deja de hacerte la importante. Te morís por el morocho ese—me codeó y reí. ¿Y quién no?

🔆🔆🔆

Medio medio el cap :'v

Espero les guste... Algo tenía que publicar, jskjsjs, bueno.

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Porfas...

Nos leemos pronto!🔥

Unreal | Joaquín CorreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora