XXIII. Colapso

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Cuando Louis llegó a su casa lo primero que hizo fue encerrarse en su habitación. Su madre lo estaba esperando sentada en un sillón de cuero negro, aunque eso no le importaba, estaba roto y lo único que quería era liberarse de la realidad.

Sintió su pesada mirada en él, llena de enojo que se transformó rápido en lástima y dolor, y hasta él sentía lástima de sí mismo, ¿cómo había terminado enamorado? Le dedicó una sola mirada antes de huir y refugiarse en su habitación, necesitaba algo.

Cerró la puerta y las lágrimas volvieron a caer, ¿todo esto era verdad? ¿No era simplemente una pesadilla? ¿Harry enserio lo había alejado? Suspiró y se dirigió a un mueble donde guardaba ropa y... droga.

La buscaba con desesperación porque de verdad la necesitaba, para olvidar todo lo que acababa de suceder y simplemente sentirse feliz viendo, oyendo, sintiendo y pensando cosas inexistentes, riéndose sin sentido con el sentimiento de calma por su sistema, sólo eso necesitaba ahora.

Revolvió varios cajones hasta que dio con las drogas, esas que Zayn consiguió para él.  Variedad de hierbas, polvos y pastillas que guardaba entre sus ropas sin que nadie supiera, la última vez que se había drogado  no había sido en exceso, sin embargo esta vez sentía la necesidad de terminar con todo.

Sin importarle que era o que efectos tenía, comenzó a consumir todo lo que pudo. Risas torpes saliendo de sus labios; brillos, figuras y colores cegaban si visión, voces irregulares martillaban sus oídos. Su estomago vacío siendo rellenado por bebida, sus pulmones de humo y su corazón herido de imaginaria felicidad.

Toda la habitación se había convertido en un mundo de ensueño. Hora tras hora de inhalar, beber, consumir e inyectar productos dañinos cada vez en mayor cantidad lo llevaron a caer en un profundo sueño.

No supo el momento en que el porro entre sus dedos cayó al suelo, ni el segundo en el cual su visión se volvió borrosa, tampoco se dio cuenta de que su cuerpo yacía desparramado en el piso y su cabeza se había golpeado con fuerza. Simplemente sucedió.

Y Harry no estaba mucho mejor.

Una vez siguió con su camino, dejando a Louis atrás, las lágrimas desbordaron sus ojos, las limpio sin éxito alguno y tan pronto como se volvieron incontrolables sintió la confusa mirada de la gente a su alrededor.

De pie frente la puerta de la mansión donde Emma vivía, respiraba profundo en un fallido intento de cesar el llanto, aunque sabía que a pesar del esfuerzo sus rojizos y severamente hinchados ojos lo delatarían. En ese momento recordó el día en que Niall lo consoló, como le gustaría tener a su profesor ahora, o un baño en el cual encerrarse, quizá bastaría con simplemente poder refugiarse en los brazos de alguien, pero estaba solo a su merced.

Soltó el aire que llevaba reteniendo hace un rato inconscientemente y presionó el botón del elegante timbre —colocado simétricamente a un lado de la puerta y decorado extravagante con colores blancos y plateados—, pronto la pequeña figura de Emma se asomó por la recién puerta abierta, una enorme sonrisa pintada en el rostro de la pequeña lo recibió cálidamente la cual se borró al notar el estado en que Harry había llegado.

—Hazz ¿estas bien? —cuestionó ladeando su cabeza de manera adorable, ambas coletas se agitaron en el aire y rápidamente un puchero se formó en los finos labios de la niña, negándole a Harry ocultar la verdad. Se agachó a la altura de la pequeña.

—La verdad es que no, Emma —contestó e inesperadamente unos delgados brazos rodearon su cuello, la menor lo estaba abrazando, algo realmente necesario para Harry en ése momento. Él también rodeó su cuerpo antes de que la niña se separarse con una luminosa sonrisa, cuando tiernamente seco el resto de lágrimas de las mejillas del rizado.

Gracias a Niall [Larry Stylinson].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora