XLI. Medio corazón

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Harry finalmente fue en busca de ayuda.

Louis estuvo rogando semanas para que Harry cediera a ir a ver a un psicólogo por el miedo de que algo ocurriera de nuevo, porque definitivamente temía perderlo.

Las terapias eran semanales y de una hora y media o en pocas ocasiones duraban dos, sus manos estaban entrelazadas desde que salían de su pequeño departamento hasta que la puerta de la habitación de consulta los separaba y Louis era muy paciente imaginando lo grandioso que sería Harry cuando fuera más seguro de sí mismo y evitara caer en las autolesiones; una vez que terminaban Harry salía más relajado e incluso con alegría, sus manos estaban juntas en el camino a casa.

Era la rutina de cada sábado, ambos se levantaban temprano para hacer ejercicio como recomendó el psicólogo y después de tomar un baño se dirigían al edificio especializado, el tiempo de espera transcurría rápido para Louis, y luego de pasear juntos en el parque camino a casa, ellos volvían; su gato siempre los esperaba ahí para comer y jugar.

Sin embargo, ese día Fígaro no los esperaba listo o animado para jugar, sino para que lo ayudaran. Entonces Louis y Harry actuaban como dos padres tiernamente preocupados cuando su lindo gatito se lastimó.

Louis inmediatamente corrió a su rescate y notó que había caído en una pelea con gatos callejeros claramente más grandes y fuertes que él, pero no era su culpa para nada, el pequeño gato sólo buscaba amigos.

Harry por su parte fue quien revisó sus heridas, y se aseguró de que estuviera cómodo y mimado, el pequeño felino era afortunado de haber conseguido a ellos como dueños.

Fue cuando Harry se dio cuenta de lo feliz que lo haría tener un bebé, quizá dos, tres aún parecía una buena idea, y cuatro eran pocos de todas formas. Pero tenía sólo diecisiete años, muchas cosas por hacer por su cuenta y con Louis. Decidió que lo hablarían más adelante.

El rizado admiraba como Louis, a su lado, mimaba al felino en su regazo mientras veían una película, La vida es bella, específicamente. Harry admitía haber llorado mucho la primera vez que la vio, y las siguientes un poco tal vez. Aunque no le hubiera gustado vivir específicamente aquella historia, a él le hubiera encantado tener un padre así porque, bueno, el que tiene lo odiaba. En el transcurso de –menos de– tres semanas Anne y Gemma lo habían visitado siete veces, y su padre seguía fingiendo que no existía, simplemente no podía ser indiferente a ese hecho.

Su melancolía se obligó a desaparecer cuando alguien llamó a la puerta, Louis conectó sus ojos y le dedicó una sonrisa, diciéndole tiernamente que él tenía que atender. Harry rodó los ojos, sonriendo mientras se levantaba.

Apenas abrió la puerta, el exaltado de Zayn entró corriendo y gritando.

—¡Louis William Tomlinson y Harry Edward Styles! —ambos lo miraron sorprendidos, sin embargo el animo de Louis cambió a enojo rápidamente.

—Maldito, despertarse a mi bebé —regañó, tratando de calmar al asustado gato, Harry solía decir que era una mascota muy consentida y que Louis lo trataba demasiado bien, pero él se justificaba de una u otra forma.

—¿Qué pasa?¿Ganaste la lotería?

—Esto es más importante

—¿Qué podría ser más importante que ser millonario para entrar a si a nuestro hogar?

—Louis, el dinero no compra la felicidad y hay muchas cosas demasiado más importantes por encima de...

—Bla bla bla. Lo sé, amor —Y Harry también decía que a veces Louis era demasiado infantil, aunque así le encantaba, una combinación perfecta entre inmadurez, diversión, amor, y quizá un poco de todo.

Gracias a Niall [Larry Stylinson].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora