La Charla

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Una vez que había obtenido lo que quería, el Alfa se relajó visiblemente.

-Suelten al Beta- Ordenó a sus guardias los cuales obedecieron inmediatamente y Jason se desplomó al suelo, tratando de arrastrarse por el piso de madera cubierto de arena hasta donde estaba yo.

Yo permanecía en shock, mis ojos clavados en Jason pero sin verlo en realidad. Mi voluntad y coraje desaparecidos dejándome en un fría burbuja que me impedía sentir algo más allá de mi impotencia. No recuerdo cuanto tiempo estuve así, hasta que los gemidos de Jason, tratando de hablarme todavía con la mordaza puesta, me sacaron de mi estupor y lo tomé de las manos y ayudé a poner de pie. Mi corazón se retorció al ver como cada movimiento se reflejaba en una mueca de dolor en su rostro. ¿Qué le habían hecho?

-Está herido.-Dije, afirmando lo obvio mientras observaba con cuidado cada corte y laceración de su cuerpo. Era claro para cualquiera que Jason estaba herido, pero de alguna manera el Alfa entendió lo que quise decir y asintió.

-Enviaré a alguien para que lo cure.-Su voz por primera vez no sonaba sarcástica, enfadada o burlona sino más bien pragmática, como en modo de negocios.-Pueden esperar en la habitación, estarán más cómodos.

Jason le dio una mirada cargada con puro odio, pero yo simplemente asentí derrotada y puse un brazo suyo por encima de mis hombros para ayudarlo a caminar. Jason era muy pesado y no ayudaba que yo fuera bajita y menuda por lo que cada paso que hacíamos nos tomaba una eternidad y no llevó mucho para que nos cansáramos. En un momento los guardias quisieron ayudar pero Jason se encogió de terror y se pegó a mí; no quería volver a tener sus manos encima.

Yo les dirigí la mirada, sacudiendo la cabeza para que se detuvieran y me sorprendió que, de hecho, lo hicieran. Pero claro... supongo que yo ahora era el Lobo con el rango más cercano al del Alfa, en una petición tan simple, por lo menos, parece que me harán caso.

Ahora soy un Lobo con poder pero sin ser libre... ¿qué clase de poder era ese?

Sacudiéndome de mis pensamientos me las arreglé para cargar/arrastrar a Jason a la habitación y sentarlo en la cama, luego me di media vuelta y sin mirar a nadie cerré el enorme ventanal con el pestillo y a continuación deslicé las cortinas en su lugar para darnos aunque sea la ilusión de privacidad.

Cuando por fin estuvimos a solas y lo vi a Jason allí en la cama todavía amordazado y con lágrimas en los ojos, las piernas me temblaron y mis rodillas casi cedieron, pero no podía permitirme el lujo de sentirme mal por mí misma, jamás había podido. Tragando el bulto en mi garganta me dirigí hacia Jason e intenté sacarle la mordaza. No era más que un pedazo de tela rasgada atada en la parte de atrás de la cabeza, pero estaba asegurada tan fuertemente que mis dedos no podían desatar el nudo, solo se resbalaban en la tela. Frustrada me levanté a buscar algo afilado con que cortarla.

-Ahora vuelvo- Le aseguré ausentemente y comencé a rondar la habitación en busca de algo, cualquier cosa con el suficiente filo para sacarle esa maldita cosa de la cabeza, pero no había nada. Por un momento al entrar al baño me debatí si debía de agarrar una de esas hermosas toallas mullidas, envolverla en mi mano y romper el espejo que estaba sobre los dos enormes lavabos de mármol para tener algo afilado, pero rápidamente deseché la idea; me cortaría los dedos yo misma antes de que pudiera sacarle la mordaza a Jason. Además, el ruido alertaría a los guardias los cuales podrían entrar a la fuerza si creían que había peligro y decidí que Jason no necesitaba más traumas por hoy.

Al salir del baño Jason me estaba mirando, sus ojos todavía grandes y expresivos denotaban incredulidad como si no pudiera entender como yo estaba tan calma. Pero no estaba tranquila, estaba abatida, derrotada y ahora lo único que podía hacer para intentar no derrumbarme por completo era enfocarme en él y en cómo podía ayudarlo.

Vendida al Alpha #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora