La Historia

272K 20.1K 2.1K
                                    


La historia que el alfa había diseñado para mí y que me había hecho repetir hasta el cansancio era bastante sencilla.

Yo era una Loba Rogue que había escapado de mi pequeña manada hace cinco años cuando aquella fue destruida por las guerras de territorio en Portland Oregon. El Alfa me había conocido hace un año cuando yo trabajaba como barista aquí en Los Ángeles y nos habíamos enamorado locamente, el fin.

Era, menos el romance, una historia plausible puesto que aquellas manadas pequeñas de menos de cuarenta Lobos siempre están siendo ampliadas o destruidas por las guerrillas entre manadas, siempre una tratando de imponerse sobre la otra y, si bien yo no había conocido a ninguno, sabía muy bien que los Lobos Rogue son bastante comunes, yendo de un lado a otro hasta encontrar una manada. Incluso había algunos, aunque eran los más extraños e inusuales que disfrutaban de su soledad y no se afiliaban a ninguna manada.

Sin embargo, había un problema con esa idea.

-Yo jamás he estado en Maine o Los Ángeles además de ahora, ¿Y se supone que he vivido allí? ¿Qué ocurrirá si alguien me pregunta algo de esos lugares y no sé contestarles?- Le había preguntado al Alfa cuando me entrenaba junto con Sacha en el comedor en el cuarto día de mi estadía en la casa.

-Simplemente di que no sabes.- Dijo encogiéndose de hombros.- Ambas ciudades son lo suficientemente grandes para que sea plausible, además hay millones de personas que sólo conocen el barrio donde viven y apenas si los alrededores por el resto de su vida, nadie pensará nada extraño al respecto.

Después estaba, desafortunadamente, la parte en que nos habíamos enamorado locamente y la que me resultaba la más difícil de decir en voz alta.

-¿Cómo fue nuestra primera cita?- Había repetido el Alfa cansinamente por enésima vez ese día.- Dilo como si no te estuviera obligando bajo amenaza de muerte.

Lo había mirado con el ceño fruncido, insegura de si la ironía se le había escapado o era simplemente un imbécil, pero sólo había necesitado ver su sonrisa socarrona para saber que me estaba tomando el pelo y herví de rabia.

-Creo que te clavé un tenedor en la mano en aquella cita.- Le espeté.- ¿O acaso fue ahora?- Había dicho, cogiendo un tenedor de la mesa y dándole vueltas amenazadoramente. El Alfa había echado la cabeza hacia atrás y reído.

-Santo cielo Ryan,- había suspirado Sacha pinchándose la nariz entre los dedos. Eran las once de la noche y estábamos todos cansados, molestos, iracundos y con deseos de estrangularnos los unos a los otros. O tal vez esa era solo yo.- No ayudas para nada.

Pero, finalmente había logrado poder relatar las historias sin atragantarme y de una manera relativamente creíble y tenía que esperar que eso fuera suficiente. Además, no fue todo en vano puesto que había podido aprender algunas cosas respecto a ellos. Para empezar, resultaba que ese acento extraño que yo detectaba en ambos se debía a que eran de Rusia. El nombre sorprendentemente americano del Alfa se debía a que su madre, la tía de Sacha, se había enamorado de un Lobo de Michigan y como resultado Ryan había recibido su apellido y un nombre concordante con su herencia norteamericana, a pesar de haber sido criado en Rusia mayormente con la familia Klaussen de su madre. El Alfa se mantuvo vago al respecto, pero sabía que su padre había muerto cuando él era pequeño, tan joven era de hecho que apenas si lo recordaba y no era una gran parte de su vida, pero eso me daba una pista; Aaron debía de ser entonces su medio hermano, debido a la diferencia de edad entre ellos. No sabía cómo podría ser de utilidad eso, pero por lo menos era algo. Y ahora sabía en que lenguaje estaban los documentos de la oficina, si bien yo seguía sin poder leerlos.

Vendida al Alpha #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora