Complicaciones

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El lugar se convirtió en un infierno de voces alzadas, todas gritando y clamando mi atención al mismo tiempo.

Muchas personas escucharon la conmoción que se había creado en la cocina y se sumaron al coro de voces que me aturdía y ensordecía a la vez. Thomas intentaba calmarlos, lo escuchaba a mi lado rogando que hablaran uno a la vez, pero nadie le hacía caso, eligiendo gritar más fuerte para intentar hacerse oír por sobre los demás.

Las voces subían cada vez más y más en intensidad. No sabía que pasaba conmigo pero últimamente estaba más sensible a los sonidos y tanto grito gastó mi paciencia con facilidad. No sabía por qué era, puesto que a los demás no parecía molestarles tanto como a mí. Finalmente y sin poder soportarlo más, grité.

—¡CÁLLENSE DE UNA MALDITA VEZ!

Y fue como si alguien les hubiera cerrado un puño en la garganta, porque en un segundo la habitación se sumergió en un silencio sepulcral; todos mirándome a mi asombrados. No sabía si era porque jamás me habían escuchado hablar, porque había gritado o si había sido la palabra "maldita" la que había surtido efecto, pero había funcionado y por fin se habían callado. Llevando una mano vendada a mi rostro para acariciar mis sienes y tratar de disipar el creciente dolor de cabeza les hablé, esta vez con la voz más baja.

—No entiendo por qué demonios están todos tan sorprendidos.—Les espeto molesta, mirándolos a todos acusadoramente. El ruido me había vuelto irritable y a pesar de haber creído que en mi primer encuentro con tantas personas de la familia Dobrovsky yo estaría aterrada, ahora son ellos los que se intentan alejar de mí—¿Acaso Sammara no les había dicho? Cuando Ryan me encontró el me obligó a firmar el acuerdo, Sammara lo sabía, su padre también. ¿Por qué demonios parecen tan sorprendidos?

—Es que esta es la primera vez que escuchamos algo al respecto, —explica una mujer de unos sesenta años, su pelo grisáceo atado en una larga trenza que llegaba hasta su cintura. Jamás había visto cabello tan largo, era poco práctico para los Lobos en la transformación según tenía entendido, pero en ella le sentaba bien. Tenía una apariencia delicada, sus facciones finas como un pajarillo, hasta su voz sonaba pequeña y delicada— . Pero... ¿dices que él te obligó a hacerlo?

—¿Cómo no sabemos que ella no es una traidora?— Exclamó un hombre parado en una esquina de la habitación, su brazo peludo brazo apoyado contra una viga de madera clara en forma de "Y" que estaba en cada esquina de la habitación. Era un lugar extraño, se podía ver piedra por todos lados y las vigas daban la impresión de que la cocina había sido tallada de una montaña, las vigas lo único que la mantenía de desmoronarse sobre nuestras cabezas. — Si es su Mate es por un motivo, ¡y nosotros la hemos traído aquí!

—No seas imbécil Víctor,—responde otro hombre, este de unos cincuenta años con una abrigada campera de invierno. La forma de sus ojos es sorprendentemente similar a la mía aunque tiene una nariz abotonada que contrasta con el resto de su cara. — Ella es familia, y acaba de decir que el sujeto la forzó a firmar el maldito contrato.

—¿Cómo lo hizo?—Preguntó una mujer de piel y cabello oscuros, incluso más bajita que yo y su delgado brazo izquierdo parecía estar fijado a su costado de manera antinatural. Era una criatura pequeña y delgada y al hablar toda la atención fue a ella, lo cual no pareció gustarle mucho puesto que se cohibió y encogió un poco de hombros, tratándose de hacer incluso más pequeña.

—¿Cómo hizo qué?—Repito confundida.

—¿Cómo te forzó a firmar el acuerdo?—Responde ella con voz baja, sus ojos clavados en mi pecho pero sin mirarme a la cara.

Me encojo de hombros, ¿de qué sirve saber eso? Pero contesto de todos modos.— Le apuntó un arma a mi amigo de la infancia y dijo que lo mataría si no firmaba.

Vendida al Alpha #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora