La Garantía

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Una de las mayores debilidades de un Lobo es un arma de fuego, pero no por las razones que creen.

Las balas no nos hacen daño, o por lo menos no tanto como a un humano, y no, no importa si son de plata, oro, hierro o el metal que sea eso no cambia. La bala en si no es el problema.

El problema es el sonido.

Una pistola de uso cotidiano hace un estruendo ensordecedor al ser disparada, y los Lobos con nuestros oídos más desarrollados somos mucho más sensibles al sonido. Nos desorienta, asusta y confunde por lo que es muy poco común que un Lobo la utilice ya que hay más potencial de hacerse daño uno mismo que a algún enemigo.

Sin embargo, el extraño Alfa parece impasible cuando baja su arma y la vuelve a guardar en su funda luego de disparar a Jamison.

Yo por mi parte, estoy más aterrada que un demonio.

No puedo escuchar bien y eso afecta mi equilibrio. La habitación pareciera no quedarse quieta y todo lo que oigo son murmullos y voces apagadas, frenticas resonando por todo el lugar. Lo único que sé es que quiero alejarme lo más posible de este desquiciado y que quiero ayudar a Jamison, por lo que torpemente me levanto y corro de manera desorientada hacia donde él está tirado sobre la blanca alfombra con una mancha roja creciendo debajo de él a un ritmo alarmante, pero todavía vivo.

No soy la única que está con él, ya que hay varios otros Beta que intentan ayudarlo examinando las heridas que tiene; una en el pecho y la otra en el estómago. Veo uno quitarse el abrigo, hacerlo una bola y presionarlo contra el pequeño agujero que burbujea una alarmante cantidad de sangre, tratando de detener la hemorragia. Más guardias han entrado por la puerta gracias a los disparos y la habitación se llena de Lobos; algunos apuntando con sus armas claramente son parte de la guardia del desquiciado ya que nosotros jamás usaríamos armas de fuego, otros los de Rogers listos para transformarse y destrozar lo que se les cruce por el camino.

Ante semejante escena, miro al Alfa Rogers y parece estar tan desorientado como yo, mirando a todos lados sin terminar de comprender que es lo que está ocurriendo.

-Suficiente.- Una sola palabra. El extraño Alfa apenas habló y con una voz tan baja que yo a duras penas pude oírle, pero sus hombres inmediatamente bajan sus armas y eso causa que los guardias de Rogers se calmen, aunque sea un poco.

Jamison se retuerce en el suelo mientras aplican presión a sus heridas y su cara se desfigura del dolor. Abrumada, yo no sé qué hacer y mi cuerpo responde por mí en la manera menos útil posible, vomitando sobre la cara alfombra de lana.

-Kristal,- Conteniendo las arcadas que amenazan con volver a salir, giro en dirección a la voz tranquilizante que me llama, pero cuando veo que es el Alfa con su mano extendida hacia mí, grito de terror y me tiro hacia donde está Jamison. Medio protegiéndolo, medio deseando que alguien me proteja. No es hasta que registro la expresión ligeramente ofendida y lastimada en su rostro que me doy cuenta que el Alfa no tenía un arma esta vez y simplemente parecía querer ayudarme. Me quedo donde estoy, con mi pecho subiendo y bajando rápidamente, consumida en terror.

-No te lastimaré- él dice con voz suave, como si le estuviera hablando a un animal herido y vuelve a estirar su mano hacia mí. La miro como si fuera un ser extraño, mi cuerpo todavía de espaldas al de Jamison tratando de actuar como un escudo humano (lobezno?) en caso de que volviera a atacar.

-¡Eres un maldito enfermo!- Chillé sin medir mis palabras. En todo lo que podía pensar era en Jamison detrás mío luchando por respirar, podía oír un pulmón colapsado y sólo me podía imaginar el dolor y la desesperación al sentir que se estaba ahogando. Con razón este tipo debía de ir por allí embaucando manadas para que le dieran mujeres. ¿Qué persona en su sano juicio iría con este desquiciado de manera voluntaria?

Vendida al Alpha #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora