Secuestrada, Otra Vez

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Lo primero que noto al despertar es el horrible dolor de cabeza que tengo.

Intento abrir los ojos, pero la simple acción me marea y apenas si puedo llegar a ver un borrón de color blanco estridente antes de tener que cerrar mis párpados con fuerza y esforzarme en respirar lentamente para calmarme y contener la bilis que sube por mi garganta.

Pasan unos largos segundos en los que me concentro en inhalar y exhalar, inhalar y exhalar lentamente hasta que el horrible mareo se detiene, aunque el dolor de cabeza se mantiene punzante, como si alguien estuviera tocando a los tambores con mi cerebro. Pero una vez que el mareo subsede un poco, me puedo incorporar mejor y es ahí cuando me doy cuenta que estoy en una posición sentada.

Mis manos están atadas detrás de mi espalda.

Confundida, me echo para atrás y noto el duro respaldo de una silla, muevo mis muñecas y noto que no están lastimadas, aunque si firmemente atadas. Abro los ojos lentamente, cada milímetro es una tortura para mi puesto que el dolor de cabeza se intensifica, pero me obligo a abrirlos lo más posible.

Estoy en una especie de habitación vacía. No sabría decir donde exactamente estaba o a que había pertenecido alguna vez. ¿Puede que haya sido alguna especie de oficina, tal vez? Pero el piso era una especie de linóleo blanco y las paredes estaban pintadas de un blanco igual de brillante, parece demasiado estéril para una oficina. Por un momento pienso en una sala de operaciones, puesto que el lugar está bastante limpio, pero la distribución me resulta extraña y el color demasiado molesto para ello. Eso y la falta de polvo me sugerían que el lugar, sea lo que sea, no había estado abandonado por mucho tiempo.

Intento mirar a mi alrededor, pero al girar mi cuello sólo puedo llegar a ver más de lo mismo y vuelvo a mi primera posición una vez que el movimiento vuelve a marearme.

Para este punto el corazón me ha comenzado a latir más rápido, asustada y confundida e intento mover mis manos, tratando de soltarme, pero no hay caso. Aquello con lo que me han atado parece ser delgado pero resistente y mientras más lucho por liberarme, comienzo a lastimarme las muñecas ya que sólo logro refregar mi piel contra la atadura.

¿Dónde demonios estoy? ¿Qué ha ocurrido?

Intento recordar que pasó, pero sólo me vienen fragmentos.

Recuerdo a Jason... estábamos corriendo y luego me dijo de... ¡Sacha! El corazón se me llena de dolor al recordar su cara sin vida, como un cuadro congelado en mi mente. ¿Estaba bien? El médico había dicho que sobreviviría pero... no recuerdo más de lo que pasó después. El Alfa había estado furioso, aunque sólo logro recordar su cara cerca de la mía y sus ojos entornados furiosos, pero nada de lo que había dicho y luego... otra cara se me viene a la mente. Unos ojos dorados y una sonrisa apacible cerca de mi rostro, susurrándome para que me durmiera antes de que perdiera la conciencia.

Sammara.

Intento incorporarme de un respingo, pero la pesada silla me detiene y el sonido de mis pies rasqueteando el suelo cuanto intento pararme hace eco en la habitación vacía.

Sammara me había drogado, lo recuerdo ahora. La Beta que se había hecho pasar por Delta se había escurrido desapercibida en el terreno del Alfa y causado estragos a su paso. Y ahora aquí estaba yo, secuestrada nuevamente pero esta vez por una familia terrorista hambrienta de poder y en una habitación abandonada.

Definitivamente las cosas iban de mal en peor.

La sangre que corre por mis oídos gracias a mi corazón acelerado me ensordece y comienzo a notar una débil capa de sudor cubriendo mi piel debido a la adrenalina corriendo por mi cuerpo ante el terror que siento, pero no puedo sucumbir ante el pánico, además no es como si fuera mi primera vez siendo secuestrada.

Vendida al Alpha #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora