– Tierra llamando a Lena – dijo Nick chasqueando los dedos justo delante de mi cara.
Parpadeé unas cuantas veces y le miré confusa.
– ¿Qué pasa?
– Te has quedado embobada viendo Doraemon – fruncí el ceño y miré la tele. Después a él.
– Vaya – puse una mano en mi frente.
– Llevas unos días en la Luna – habló dejando la frase en el aire.
– Si, lo sé.
– ¿Y por qué es?
– Creo que por todo. Ya sabes, todavía no se sabe quien ha sido el de las notas y el regalo.
Por culpa de eso y el misterio de la profesora de mi hija no puedo dormir. Y eso hace que esté más cansada por el día y no sea capaz de concentrarme en una simple conversación. Además, seguíamos viviendo en casa de Dani y eso no me gustaba mucho. Invadíamos su espacio y aunque él dijera que no le importaba, éramos tres gatos en la casa de un ratón.
– ¿Sabes qué? Voy a dar un paseo – me levanté del sofá donde estaba sentada – Creo que así me despejaré un poco, aunque sea poco tiempo.
– Te acompaño – sugirió pero le detuve antes de que se levantara.
– No – fruncí los labios – Prefiero ir sola, solo voy y vengo – sugerí.
– No me gusta la idea – negó.
– No te preocupes. No tardaré nada – dije a la vez que movía la mano.
– Pero y si... – le corté.
– Aprendí boxeo, ¿recuerdas? Y además es de día – señalé la ventana.
Entonces Dani entró en el salón con el móvil en la mano.
– Siento molestar, pero ya tengo el crucero y las entradas – intervino y ambos le miramos.
– ¿Va a ir Thomas? – saltó mi hija poniéndose de pie.
Se acercó al chico corriendo y le miró.
– Obviamente – elevó las cejas y la niña rió.
– ¿Cuándo? – pregunté.
– Dentro de un mes, a principios de verano. ¿Os parece bien? – ambos asentimos – Genial.
– Nos vemos luego – me acerqué a Nick y le besé.
Salí por la puerta y bajé hasta llegar a la calle. Comencé a caminar sin rumbo. Necesitaba despejarme, aunque fuera viendo a las demás personas caminar de un lado para otro. Tenía que encontrar algo que me distrajese y que de paso me despertara.
Era la hora punta por lo que al llegar a la calle más ancha del barrio pude apreciar tanta gente como ventanas.
Pero solo una me llamó la atención. Una anciana a la que no llegué a ver la cara. Parecía seguirme, pero al haber tanta gente no lograba afirmar mi hipótesis.
Seguí caminando con las manos metidas en los bolsillos de mi chaqueta. Una brisa de aire caliente se levantó sin avisar y acarició mi piel. Cerré los ojos un segundo para poder respirar hondo.
Recorrí toda la calle a un paso lento, parándome en algún escaparate. Doblé la esquina y me adentré en una calle peatonal, esta mucho más estrecha que la anterior.
Había menos gente por lo que no era tan aplastante.
Miré de reojo hacia tras. O era mucha coincidencia o aquella señora mayor seguía mi mismo camino.
Aumenté el ritmo hasta casi correr. La mujer hizo lo mismo.
Puede que aquella persona fuera ancha de cuerpo pero tenía miedo de que tuviera más habilidad que yo.
No lograba verle la cara. Por alguna razón, cada vez que miraba hacia tras o una persona se ponía en medio o ella bajaba la vista para mirar en su bolso.
Estaba a punto de echar a correr cuando choqué con alguien tirándole la carpeta que llevaba en la mano y algunas hojas.
– Lo siento mucho – me disculpé y enseguida me agaché para recoger lo que yo misma había tirado.
Sin quererlo, en una de las hojas pude ver un nombre que conocía muy bien. Valeria Jones.
Me levanté y entonces elevé la vista. Justo delante estaba quien no deseaba ver en aquellos instantes.
– No pasa nada – sonrió y me cogió lo que tenía en la mano – Se me hubieran caído de todas formas – soltó una carcajada y yo sonreí forzadamente – Qué casualidad ¿no? Siempre acabamos en el mismo lugar.
– Sí – alargué – Cosas del destino... – hablé con un tono irónico.
Miré a mi derecha y observé como la mujer de pelo blanco que parecía seguirme cruzó la calle y entro en un banco.
No puedes ser más tonta... Un anciana te perseguía... Jajaja. No eres el centro del mundo, Lena.
Quise poner los ojos en blanco.
– Deberíamos quedar para tomar un café algún día – habló con su tono de voz agudo. Yo elevé las cejas ante el plan sorpresa – Si vamos a vernos casi todas las semanas estaría bien conocerse... ¿No?
– No me gusta entrelazar relaciones con profesores de mi hija. Ya sabes, a mi me gusta solo el "hola" y el "hasta luego" – me crucé de brazos, intentando evitar por todos los medios salir con esa mujer.
Seguro que no es para tanto. Igual te lo pasas bien.
¿Con esa mujer? Tengo miedo de que se me ponga a hablar sobre "Los Lunnis"
No juzgues a las apariencias.
Intento no hacerlo, pero con Ana se me hace muy difícil.
– Lo sé. Pero no pasa nada por quedar un día. ¿Sabes? A penas tengo amistades aquí y me gustaría poder hablar con alguien. Solo para despejarme y olvidarme un poco de todo el peso que llevo detrás – dijo y su tono de voz se volvió apagado. Me sorprendió y fue cuando dudé.
Vamos, Lena. Solo un café. Apuesto un helado a que te lo pasas bien.
¡HELADO!
– Está bien – asentí sonriendo levemente y ella rió.
– Genial. ¿Qué te parece mañana? Sobre las 6 – busqué en mi agenda mental si tenía hueco.
– Sí, puedo.
– Perfecto, pues nos vemos – y seguido pasó por mi lado y desapareció.
Negué. Lo peor que me puede pasar es quemarme la lengua con el café.
Lo que sí era raro es que justo llevase un papel con el nombre de mi hija inscrito. Y por la pinta que tenía parecía ser un informe oficial.
O quizá no y solo era un examen mal hecho.
Y sí. Puedo afirmar que me voy a volver loca como me siga encontrado rompecabezas de este tipo por el camino. Y me preguntaba... ¿este viaje tenía fin?
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Mi Mejor Error #MME2
Teen FictionSegunda parte de la trilogía MME A veces, un pequeño fallo te causa un gran problema y otras veces el problema no llega a existir. Desgraciadamente ese no va a ser el caso de Lena. Ella ha formado una familia con la persona a la que más ama en el mu...